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Una fábrica menos, cien familias más en la incertidumbre: el ajuste de Milei arrasa con la industria nacional

El cierre de la histórica planta de bolsas industriales “Fabi” en Olavarría expone el brutal efecto de las políticas libertarias sobre el empleo y la producción. Tras 65 años de actividad, el apagón económico deja un pueblo al borde del colapso social. En plena contracción industrial y frente a una recesión que ya no puede maquillarse con discursos de redes sociales, la clausura repentina de una fábrica clave en Hinojo deja en la calle a más de 100 trabajadores. Mientras Milei habla de “libertad”, las comunidades se desangran.

Argentina atraviesa una demolición planificada. No se trata de errores ni de malas decisiones aisladas: estamos ante una estrategia ideológica deliberada, con objetivos concretos y víctimas identificables. El reciente cierre de la fábrica “Fabi Bolsas Industriales” en la localidad de Hinojo, partido de Olavarría, no es un hecho aislado ni fortuito, sino un síntoma brutal de la política económica libertaria impulsada por el gobierno de Javier Milei, que arrasa con lo poco que queda del tejido industrial argentino. El ajuste no es abstracto: tiene nombre, apellido y dirección. Esta vez, la tragedia cayó sobre un pueblo de apenas 3.000 habitantes.

Después de 65 años de historia y producción sostenida, la fábrica anunció su cierre de forma repentina y sin previo aviso. Cien familias —y quizás más, si se suman los contratistas y talleres externos vinculados— quedaron fuera del sistema en cuestión de horas. El argumento fue claro y repetido: las operaciones “no son sustentables”. Pero lo que verdaderamente no es sustentable es un modelo económico que deja morir la industria nacional en nombre del dogma del mercado.

La empresa, de origen chileno y parte del conglomerado CMPc, dejó claro que la decisión responde a una caída pronunciada de las ventas. Y esa caída no es un fenómeno meteorológico: es el resultado directo de una contracción del aparato productivo, consecuencia del brutal ajuste fiscal, la licuación del salario real y la asfixia a las pymes y fábricas impulsada desde la Casa Rosada. Milei, que promete dinamitar el Estado, está dinamitando el empleo.

Este cierre se suma a una lista creciente de tragedias silenciosas en la Argentina profunda. No son titulares de los medios concentrados ni figuras de la política central. Son pueblos, comunidades, trabajadores reales que hoy enfrentan un futuro sin horizonte. Y el caso de Hinojo es paradigmático: la fábrica Fabi era una de las principales fuentes de empleo del pueblo. El daño económico es inmediato; el daño social, devastador.

El accionar de la empresa no fue menos cruel. Según el Sindicato Obrero de la Industria de Papel y Cartón, los trabajadores se enteraron del cierre en el mismo día en que se ejecutó. No hubo transición ni planificación. Hubo telegramas, liquidaciones y una promesa vacía de indemnización con un “bonus” del 15% si aceptaban firmar en el acto. El chantaje del hambre.

La presencia de representantes de la casa matriz fue suficiente para leer la sentencia. El Ministerio de Trabajo, recién alertado, llegó tarde: cuando ya se habían apagado las máquinas, y con ellas, las expectativas de un pueblo entero. Porque cuando una fábrica cierra, no solo se pierde una línea de producción: se pierde la rutina, la identidad, la cultura del trabajo. Se rompe el entramado invisible que une a una comunidad.