Hoy se cumplen 44 años del terremoto de 1977 en San Juan
Treinta y tres años después del sismo de 1944, el 23 de noviembre de 1977, una moderna San Juan en materia edilicia fue nuevamente castigada por la naturaleza con un terremoto de magnitud 7,4, de acuerdo a la escala de Richter.
Técnicamente se trató de dos terremotos, uno registrado a las 6:26 de magnitud 6,6 con epicentro en el sector noreste de le sierra de Pie de Palo; que ofició de disparador de un segundo movimiento que se produjo 20 segundos después, con una magnitud de 7 e intensidad IX según la escala Mercalli Modificada. El epicentro se localizó en el extremo sudeste de la misma serranía a una profundidad de 25 kilómetros.
A diferencia del sismo de 1944, las víctimas fatales que ocasionó el llamado “Terremoto de Caucete” sumaron 65 y más de 300 heridos.
La amarga experiencia de 1944 marcó un antes y un después en muchos aspectos de la vida de San Juan. El tipo de construcción, con la eliminación de materiales crudos como el adobe, fue uno de los principales avances ya que la reconstrucción de la ciudad se hizo de acuerdo a un Código de Edificación sancionado el 31 de julio de 1951.
El citado código contiene prescripciones edilicias generales para el planeamiento urbanístico del área castigada por el terremoto y que se corresponde con la zona de mayor actividad sísmica de la Argentina.
La observancia de las disposiciones de ese código fue fundamental para que la ciudad de San Juan no observara daños considerables durante el evento de 1977. Salvo contadas excepciones, los daños estructurales en edificios y viviendas particulares, fueron menores y tampoco hubo que lamentar una gran cantidad de víctimas.
Los mayores problemas edilicios se registraron en los departamentos más próximos a la zona del epicentro, como Caucete, 25 de Mayo y 9 de Julio, particularmente en las construcciones de adobe. Al igual que en los sismos anteriores, ocurrieron fenómenos de licuefacción de suelo, al este del valle del Tulum y valle del río Bermejo.
Se originaron cráteres y volcanes de arena, derrames laterales con violentas salidas de agua y se abrieron extensas grietas en el suelo que en algunos sectores alcanzaron al metro y medio de profundidad.
La red vial fue enormemente afectada, al igual que la red de riego y drenaje y la infraestructura ferroviaria.
La licuefacción ocasionó numerosos daños en las líneas de transmisión de energía, redes de distribución de agua potable y perforaciones para riego. También hubo daños en numerosas obras civiles aún no inauguradas, como barrios y escuelas.
La fuerte sacudida que duró 20 segundos ocasionó daños importantes en medio centenar de bodegas. Cuatro escuelas se derrumbaron por completo y otras 10 registraron daños de consideración que dieron lugar a la clausura del ciclo lectivo por parte de las autoridades educativas.
Luego del sismo principal y a modo de réplica, ese 23 de noviembre se registraron otros 142 temblores de distinta intensidad.