4 puntos clave para comprender los resultados de las presidenciales en Ecuador (y lo que puede pasar ahora)
El neoliberal y derechista Guillermo Lasso ganó finalmente las presidenciales en Ecuador. Su triunfo puede explicarse desde el mundo progresista de dos maneras. La primera, automática, intentará denunciar la campaña sucia, el ‘lawfare’, el dinero invertido por la derecha y la gran campaña internacional en contra de Andrés Arauz y el correísmo. Y seguramente esta forma de explicarlo tenga mucha razón.
Pero hay otra manera, y es tratar de evaluar por qué el correísmo no pudo lograr en esta ocasión lo que ya había conseguido en tres oportunidades anteriores y con los mismos poderes en contra. Y sobre todo, comprender qué pasó, políticamente hablando, para así intentar revertir la correlación en un nuevo escenario futuro, donde seguramente las condiciones seguirán favoreciendo al adversario.
La primera pregunta que debemos hacernos es cómo un neoliberal pudo haber ganado justo después del levantamiento popular de 2019 que logró revertir las medidas neoliberales del actual presidente, Lenín Moreno. Pero además, con un resultado de la primera vuelta en que la mayoría abrazó un discurso progresista, ¿cómo se coló Lasso tan cómodamente?
1.- Lasso se dirigió hacia el centro y lo encontró solo
En la primera vuelta Lasso consiguió el 19 % de los votos y en la segunda el 52 %. Creció 33 %.
De la mano del asesor Durán Barba, en una jugada muy hábil políticamente, el derechista logró atenuar el discurso del odio y clasismo que le caracteriza por uno de encuentro, diálogo y horizontalidad. Y lo ha conseguido.
El equipo de Lasso comprendió muy bien los resultados de la primera vuelta de febrero, que mostraron el amplio voto que consiguieron las opciones que se situaron más allá del correísmo y anticorreísmo, centrales en la política electoral ecuatoriana desde 2007. En esos comicios, más del 40 % de los votantes prefirió otras fórmulas políticas fuera de esta división, y en la segunda campaña Lasso fue a por esos votos.
Se trata de dos identidades (electorales) en ascenso: la indígena, que tiene un enorme peso histórico y político pero no había tenido fórmulas electorales exitosas hasta la candidatura de Yaku Pérez (en empate técnico con Lasso), y los jóvenes urbanos en torno a la candidatura de Xavier Hervas, que sacó más del 15%.
Parecía lógico que en la segunda vuelta iba a ganar quien lograra aglutinar este voto que parecía preocupado por otros asuntos. Y eso es lo que hizo Lasso, bajando el tono conflictivo, llamando a la unidad nacional y haciendo una campaña que mostraba cercanía y acuerdo.
Lasso se bajó de la tarima desde donde siempre pretendía dar lecciones y el pueblo ecuatoriano le ha creído
Cuando se esperaba que Lasso se fuera de bruces contra Rafael Correa, sacara al ruedo de manera pugnaz la situación de Venezuela, los venezolanos migrantes o el socialismo, este optó por el encuentro, se deslizó hacia el centro, le habló a ‘todo el país’ y allí consiguió crecer de manera significativa.
Lasso se bajó de la tarima desde donde siempre pretendía dar lecciones y el pueblo ecuatoriano le ha creído.
2.- Arauz se concentró en el voto duro, enorme pero insuficiente
Andrés Arauz, por su parte, buscó asegurar el voto duro del partido, que fue la ‘minoría más grande’ de la primera vuelta, y no fue con convicción a por los votantes de la periferia del correísmo o incluso del anticorreísmo.
El correísmo no se ocupó de hacer campaña hacia estas nuevas identidades juveniles urbanas y tampoco puso mucha carne en el asador para recapturar el voto indígena, lo que pasaba seguramente por dar el brazo a torcer en algunos aspectos y también por proponer planes concretos que apostaran por rehacer la alianza con ese sector.
Tampoco pudo configurar un efectivo discurso antineoliberal que hace peso en el sector indígena. Más bien tuvo que mostrarse como un defensor a ultranza de la dolarización.
La traición de Lenín Moreno volvió a ser un enorme lastre en esta campaña. Aunque Arauz, para ganar, debía ir por el voto antineoliberal general (parte del anticorreísmo incluido), más bien tuvo que gastar sus cartuchos en decirle, por un lado, al voto duro correísta que él no era un nuevo traidor y, por el otro, tratar de recomponer su relación con Correa para no quedar como un ‘segundón’.
Arauz escogió el discurso oficialista, este es el de la continuidad de la revolución ciudadana, cuando el país, sobre todo después de la revuelta de 2019, exigía un ‘frente amplio antineoliberal’.
Para los sujetos en ascenso, como el indígena y el joven urbano, el discurso ‘oficialista’ de Arauz significaba más un continuismo o restauracionismo que un discurso de cambio como el que esperan estos sectores, que son muy diferentes entre sí, pero que en la primera vuelta produjeron ambos una nueva época política en Ecuador. Así, el correísmo no supo involucrarlos en su proyecto de 2021.
Arauz escogió el discurso oficialista cuando el país, sobre todo después de la revuelta de 2019, exigía un ‘frente amplio antineoliberal
El resultado es evidente. Arauz, quien en primera vuelta sacó 12 puntos de ventaja a su competidor más cercano, en el balotaje logró sumar apenas un millón de votos, lo que era a todas luces insuficiente, pues su contendor sumó más de dos millones y medio de votos.
3.- Los grupos emergentes
Según la teoría del populismo de Ernesto Laclau, para que una fórmula popular de izquierda se mantenga en la palestra no basta con atender a la gran masa trabajadora, ni sus demandas generales, incluso de grupos tan grandes como una clase social, sino que es imprescindible atar, articular, los grupos emergentes. Sin los grupos emergentes y las nuevas identidades, los proyectos populares se ponen en riesgo y el concepto mismo de pueblo tiende a diluirse, pues la división o contradicción central se transfigura. Algo así ha pasado en este 2021 en Ecuador.
Los jóvenes urbanos a quienes les habló el candidato Xavier Hervas, sacando un 15 % de los votos –casi la mitad que el correísmo– en la primera vuelta, no votarían por Arauz sólo por ser este joven. Era un sector que había que atender casi de modo exclusivo, con canales propios, sin discursos oficialistas.
Estos jóvenes se fueron en su mayoría con Lasso, a pesar de ser éste un político vetusto y repetido, porque el banquero supo hablarles y renovar su repertorio hacia ellos. Les dio reconocimiento identitario, su mayor demanda.
Arauz, en cambio, buscaba mostrar una imagen fresca pero con un discurso gastado. El correísmo fue en esta segunda vuelta una promesa de pasado y no un proyecto futuro, no tanto en las propuestas concretas basadas en atender la pandemia, pero sí en el paquete discursivo general.
4.- División indígena
Por su parte, el voto y las organizaciones indígenas se dividieron, pero básicamente porque no encontraron una plataforma para encauzar el malestar antineoliberal, contra el que han luchado históricamente.
El triunfo de Lasso puede convertirse en un escenario perfecto para el auge político del indigenismo, quien en la calle le roba protagonismo al correísmo y en el 2025 podría restarle protagonismo electoral
Seguramente, algunas explicaciones dirán que el movimiento indígena está infiltrado y que hay traidores, pero lo cierto es que el correísmo no pudo convertirse en 2021 en un proyecto aglutinador.
A pesar de ser el sector indígena uno abiertamente antineoliberal, no les importó que el llamado al voto nulo de organizaciones indígenas terminara de posicionar al banquero, perteneciente a una corriente contra la que tanto han luchado. Algo así como que esta vez no quisieron votar por el ‘menos malo’.
Porque además, desde las teorías de la profundización de las contradicciones, el triunfo de Lasso puede convertirse en un escenario perfecto para el auge político del indigenismo, quien en la calle le roba protagonismo al correísmo y en el 2025 podría restarle protagonismo electoral.
¿Ahora qué pasará?
El panorama electoral del balotaje no elimina el panorama político general de Ecuador.
Para la derecha y el neoliberalismo sería un error interpretar esto como un triunfo propio. Lo que hubo fue una división del mundo popular.
Si Lasso no hace política, vuelve a la tarima a dar cátedra y lanza decretos neoliberales a la fuerza, puede ser removido en cualquier momento. Será un presidente débil que, además, se encuentra en un campo minado.
Basta recordar la rebelión de 2019, que echó a Lenín Moreno de la capital del país y le obligó a recapitular todas sus medidas neoliberales, quedando así como un presidente inocuo durante el resto de su gestión.
Esa situación de conflicto sigue estando latente, solo que ahora puede ser atizada por un presidente orgullosamente neoliberal que tenderá a confundir su triunfo electoral con una nueva situación nacional.
Lasso tiene que repetir las medidas antipopulares, para eso ha venido, por lo que puede vislumbrarse un futuro próximo muy conflictivo en el Ecuador.
Pero además este no es el fin del correísmo.
Ciertamente el correísmo, tal como está, no puede por sí mismo ganar las presidenciales y esto tiene que ver con el ataque en su contra de sus enemigos históricos, pero también debido a la gestión interna propia del correísmo.
Ahora, sin Moreno, tendrá un peso menos, pero debe ser lo suficientemente inteligente como para interpretar la situación actual y generar cambios importantes en su seno, especialmente en su discurso autocrítico.
El correísmo debe volver a sembrarse en las bases y despreocuparse un poco por la silla presidencial. Hay que hacer propuestas concretas que permitan una reconfiguración del mundo popular en el que el correísmo es clave, ya que implica la inclusión de las mayorías populares.
Viene un Ecuador movido, y desde aquí lo estaremos observando.
Ociel Alí López
Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
FUENTE: ACTUALIDAD RT