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Quién es quién entre los policías del caso Facundo Castro

«En plena pandemia, cuando la Bonaerense salía de cacería y metía preso a cualquiera que anduviera por la calle, a Facundo justo le tocaron los cuatro policías más piolas que lo dejaron seguir viaje lo más tranquilo», dice el abogado Luciano Peretto, en nombre de la familia Castro, al referirse a una decena de «casualidades» de esta historia. La noche del 29 de abril Facundo estuvo en la casa de uno de sus mejores amigos, el hijo de Virginia Góngora. Jugaron en video hasta muy tarde, luego el joven Castro pasó por la casa de su abuelo a buscar algunas pertenencias y salió desde Pedro Luro por la ruta nacional 3, sin permiso de circulación y a dedo, con la intención de llegar hasta lo de Daiana González, su ex novia, en Bahía Blanca. A las 10 de la mañana del 30 de abril fue detenido en la entrada de Mayor Buratovich por los oficiales Mario Gabriel Sosa y Jana Jennifer Curuhinca. Según ellos, le hicieron la infracción al decreto presidencial sobre la prohibición de circular en cuarentena y lo dejaron seguir su camino.

«Soy fachero»

El policía Sosa lo sostiene a Facundo de un brazo, el joven no lleva la gorra que usaba siempre. Su madre Cristina dice que en la foto que les saca Curuhinca se ve que le falta la zapatilla izquierda, que su ropa está como si lo hubieran revolcado, y que sus manos estaban esposadas. Delante del patrullero está su mochila. Un mes y medio más tarde se venía el primer rastrillaje con perros y el policía intercambia mensajes con Curuhinca, autora de esa foto y también de la del DNI de Facundo. «Ahí lo paramos pero ahora no me ubico», dice la mujer policía. «Soy fachero, jaja», bromeó Sosa. 

El 3 de julio Curuhinca le envía una nota sobre la desaparición de «Astudillo», y luego le reenvía un audio de su jefe el cual dice que se quede tranquila que ellos hicieron bien su trabajo, y que no hay nada que los pueda señalar como autores de una desaparición forzada: «No te preocupes está todo muy bien hecho y no nos va a traer problemas ni a vos ni a Grillo (Fernando Grilloni a cargo de la búsqueda inicial) ni a Sosa ni a nadie (…) acá no ha pasado nada por el estilo«. Curuhinca le expresa su preocupación de que los desafecten durante la investigación, a lo que Sosa le responde «no creo, que se dejen de joder», según lo que pudieron rescatar los investigadores porque tanto él como su compañera borraron todos los mensajes y comunicaciones de sus teléfonos. 

Sosa vuelve a aparecer en el expediente, a fojas 444, cuando informa al policía federal Cristian Arias García el 13 de julio a las 18.40 que «instantes antes, en su domicilio se apersono un sujeto masculino no identificado ni conocido por él, quien le manifestó que por intermedio de N.N. Villegas ( obrero albañil domiciliado en XXX ) tomó conocimiento que la señora E.H.R. D.N.I. 5.689.XXX abonado celular 291444XXXX habría sido la persona que habría llevado a Facundo a Bahía Blanca y quien no se habría presentado a brindar testimonio en sede judicial y/o policial por temor». 

Medio hermanas

«Tranqui Janita, nadie sabe que fuimos nosotros», intenta calmarla su compañero de armas. Sin embargo, Jana Jennifer Curuhinca no se queda tranquila. «Sí, por eso, pero como dice que tres testigos vieron como lo subíamos al patrullero en Burato y lo llevábamos eh y como lo hostigamos y toda esa cosa digo bue (…) yo preguntaba para no venirme ver el sogazo de golpe, estar alerta aunque sea para tomarme unas vacaciones jaja», le responde en ese chat a Sosa. 

Medio hermana de Curuhinca, la sargento Siomara Flores fue parte de la investigación desde el inicio, pero recién dio su versión un mes y diez días más tarde, cuando Cristina Castro y sus abogados intentaron hacer un rastrillaje con perros pero los patrulleros les bloquearon el paso. Antes no consideró importante hacerle saber a la madre de Facundo que ella lo habría levantado en su auto particular desde las afueras de Buratovich y hasta Teniente Origone. «Él la está pasando bomba en otro lado y la familia pensando que le pasó lo mismo que a Maldonado, jaja», le dijo Sosa a Flores el 16 de junio. «¿Qué sabés de lo tuyo, pudiste averiguar algo?», dice Flores. «Jajaja, vamos a ir todos presos, pero eso no lo dicen en ninguna parte», responde Sosa.

Según consta en la causa, el testimonio de Flores se contradice con los de otros testigos, y además ubica a Facundo en una zona sin señal de celular justo a la misma hora en que el joven mantuvo la última conversación con su madre. Además, esta policía trabaja con los demás uniformados señalados por la querella particular –Sosa, Curuhinca y González– y ocultó su parentesco con Jana Curuhinca. En la investigación fue comprobado que el 8 de mayo Flores desactivó de su teléfono la aplicación WhatsApp. Junto a Sosa, Flores comunicó a los policías federales la existencia de la testigo E.H.R.

González y sus versiones

A las 15.16 del mismo día, el oficial Alberto González se hace presente en el kilómetro 750 de la ruta 3 ante el aviso de que había un joven tirado, lo cual fue verificado en base a la ubicación satelital de su patrullero, sus comunicaciones y la foto del carnet de conducir de Facundo. Su relato cambió de final tres veces, cuando tiene que decir cuándo y dónde se alejó del joven. A su mamá Cristina le dijo que se fue caminando, pero cuatro días antes había declarado en sede policial que lo vio subir a una camioneta Renault Duster Oroch color gris oscuro. Recién en su última declaración mencionó el vehículo de la productora rural de 72 años, la famosa testigo H, que en la causa está mencionada por las iniciales de sus nombres y apellido –E.H.R.– porque pidió reserva de su identidad. 

Estas contradicciones provocaron las sospechas que finalmente hicieron que la causa pasara al fuero federal, a instancias de la familia y sus abogados, aunque el ministro Sergio Berni repite que eso sucedió por la intervención del gobernador Axel Kicillof. Los investigadores afirman que si hubiera recitado bien el «cuentito» no hubiera hecho falta introducir a Siomara Flores en el «plan». «Gonzalez debió decir que a Facundo se lo llevó la testigo E.H.R. en cada oportunidad que fue interrogado, pero lo hizo solo en la última. El orden en que hizo esas anotaciones es inverso al que hubiera hecho según dicen que sucedieron los hechos: primero para a Facundo, luego anota su dirección y la de la novia, y por último los datos de quien lo levantó en la ruta. Sin embargo, la testigo E.H.R figura primera en su libretita», explicó a una alta fuente de la causa. 

González dijo que llamó a la comisaria de Médanos y que le contestan que ya lo habían infraccionado en Buratovich, que lo deje seguir viaje. Pero esa llamada no fue encontrada en el celular del policía. 

Un tal Galarza

En la causa provincial quedaron plasmados los esfuerzos de la Policía Bonaerense para que la familia de Facundo no hiciera denuncia alguna, pero a partir del 5 de junio cuando finalmente Cristina logra formalizar la búsqueda del paradero de su hijo comenzó, según explican sus abogados, el operativo de encubrimiento para ubicar al joven lo más lejos posible de Villarino. Al mismo tiempo que un grupo de policías viajaban a Bahía a apretar a la exnovia de Facundo y su familia para que declararan un supuesto “crimen narco”, comenzaron a desfilar “testigos” que decían haber visto a Facundo en diferentes partes de la ruta 3 e incluso haberlo encontrado en las calles de Bahía Blanca. El principal de ellos fue el teniente Jorge Agustín Galarza.

La primera declaración testimonial de Galarza fue el 18 de junio en la seccional de General Cerri de la Policía Bonaerense, donde cumple tareas de mantenimiento, ya que se encuentra bajo el régimen de Tareas No Operativas (TNO), una suerte de «carpeta psiquiátrica» informal. Ese día dijo que al ver la foto de búsqueda de Facundo en los patrulleros se acordó que lo había visto el día anterior. En esa declaración figura como «empleado» y no como policía. «Me pidió fuego, sin dudas es Astudillo Facundo», afirmó. 

Los primeros días de julio, cuando el paso de la causa al fuero federal era inevitable, lo volvieron a llamar. Esa vez dijo que lo había visto otra vez, el día anterior. Durante su declaración testimonial, a Galarza le exhibieron una foto de Facundo y el policía no tuvo dudas: “Es la misma persona que pasó por mi casa dos veces, una el 17 de junio y otra ayer”. La tercera vez que declaró fue ante el fiscal Andrés Heim, de la PROCUVIN, quien luego de leerle sus anteriores dichos le preguntó si estaba seguro de que se trataba de Facundo Astudillo Castro. Galarza respondió que, en realidad, no le había dicho a sus pares que estaba ciento por ciento seguro de que se trataba del joven sino que era “muy parecido”, tal como consta en el documento al que accedió La Izquierda Diario. El fiscal insistió: «Yo lo que le pregunto es si usted está seguro que vio a Facundo Astudillo Castro”. Galarza contestó “no, señor”. 

“Todo lo que usted diga de acá en adelante, Galarza, lo puede comprometer ante una eventual imputación. Hay contradicciones en su declaración y además hay situaciones que lo enfrentan con el cumplimiento de su deber de policía. A partir de este momento suspendemos la declaración. ¿Está bien?”, le preguntó Heim. “Sí, señor”, respondió el policía. Es que minutos antes el fiscal había querido saber por qué la segunda vez que vio al supuesto Facundo no le dijo que lo estaban buscando por todas partes. Los abogados de Cristina solicitaron en forma inmediata el secuestro del teléfono celular del «testigo», una medida que el juzgado y la fiscalía recién concretaron 70 días más tarde de la primera declaración de Galarza.

«Sé todo lo que decís»

El 11 de julio ya había caído la noche cuando sonaron los celulares y se puso en marcha el operativo hacia un basural de la localidad de Mayor Buratovich. Cristina llegó junto a uno de sus abogados Luciano Peretto y se encontraron con la Policía Bonaerense. Peretto se trenzó en una áspera discusión con el subcomisario Pablo Reguillón por la presencia de esa fuerza en un procedimiento cuando hacía ya varios días había sido apartada por la justicia del caso. «Me estoy guardando todos los links de los medios donde hablaste, cuando esto termine yo sé lo que tengo que hacer», fue la amenaza que profirió Reguillón al abogado, lo que motivó una denuncia penal. Son altas las probabilidades de que el jefe que tranquilizó a los policías cuando el caso saltó a los medios haya sido este subcomisario, el mismo que junto al comisario Marcos Navarrete impidió el paso a Cristina Castro el 18 de junio durante el frustrado rastrillaje con los perros del K9. «Usted no tiene nada que hacer acá, señora», le dijeron.

Hoy declaró el abogado Peretto sobre el episodio de las amenazas, en el marco de la causa principal.

Desde Asuntos Internos dejaron trascender que el subcomisario Reguillón fue «rajado» de la fuerza, sin dar precisiones sobre su actual situación. Sin embargo, su nombre también será parte de las actuaciones principales del caso porque este policía reveló un dato fundamental sobre el contexto en el que sucedió la presunta desaparición forzada de Facundo: de manera informal desde la justicia federal de Bahía Blanca reunieron a todos los jefes de la Bonaerense para decirles que no envíen más infracciones dado que estaban superando las mil por mes, que dispusieran ellos en cada caso. Esto explicaría las irregularidades en la detención de Facundo, que hasta ahora no han tenido reproche alguno para la justicia: no lo acompañaron de regreso ni tampoco avisaron a la justicia de su infracción.

FUENTE: Télam