EL VIRUS MORTAL DEL CAPITALISMO
La pandemia que asola el mundo ha puesto en discusión como los líderes mundiales intentan enfrentar la mortal enfermedad. Un debate que ha recorrido las principales capitales del mundo es si se puede detener la circulación de este virus deteniendo la economía y, como anexo a esta cuestión, la pregunta es si parar la economía no traerá mayores perjuicios que la enfermedad. Hay gobiernos que decidieron preservar el ritmo económico de sus países y otros gobiernos antepusieron la salud de sus poblaciones. Los primeros sacrificaron en el altar de las ganancias y el mercado a decenas de miles de sus ciudadanos y operan para esconder lo nefasto de sus decisiones. Pero estas decisiones político económicas tienen poderosos intereses que la sostienen y sus argumentos no son nuevos
En el siglo XVIII, el economista y demógrafo ingles Thomas Malthus que fuera autor de la Ley de Pobres en el Reino de la Gran Bretaña, sostenía que la población crecía en forma geométrica mientras que los alimentos lo hacían en forma aritmética y que la única solución posible a la escasez de bienes de primera necesidad eran las guerras y las pestes que diezmaran a la población. Malthus fue uno de los padres del liberalismo económico que hoy pregonan entre otros Donald Trump y Jair Bolsonaro, quienes públicamente han aceptado que el número de contagiados y muertos previsto por los especialistas no amerita parar la producción. La pregunta que surge entonces es cuantos muertos se necesitan para tomar medidas sanitarias que resguarden la vida de la gente. En este frío calculo lo que tiene realmente peso es la voluntad de los monopolios de los países imperialistas de no detener la locomotora de la economía en momentos de agria disputa mundial entre las grandes potencias.
En Italia la zona más afectada ha sido la Lombardía donde se concentra el principal polo industrial del país. En esa región en Bérgamo su alcalde Giorgio Giori el primero de marzo con cientos de muertos en Italia se negaba a cerrar la ciudad en sintonía con el presidente de Cofindustria, el órgano de la patronal industrial, que alentaba a seguir trabajando. En Brasil su presidente Bolsonaro hasta el día de hoy boicotea la cuarentena al igual que empresarios como Luciano Hang dueño de la cadena de almacenes HAVAN o el pastor evangélico supermillonario y dueño de cadenas de medios de comunicación, Edir Macedo. El viernes 31 de enero en España Fernando Simón que es el Director de Alertas y Emergencia del Ministerio de Sanidad del gobierno del socialista Pedro Sánchez, se negaba a tomar medidas preventivas a pesar de las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud. Hoy sabemos que no haber tomado medias de aislamiento social en esos países por presiones de los empresarios provocó la pérdida de miles de vida, incuso más que las reconocidas oficialmente. En España el diario el País sostiene que en Barcelona y Madrid hay miles de muertos por Covid-19 no registrados por las agencias oficiales, lo mismo ocurre en Brasil y en Estados Unidos.
A la vista está que esos países tomaron decisiones en contra de las sugerencias médicas a sabiendas de lo que se venía. Son muertes que se le pueden atribuir al sistema Capitalista de producción donde las vidas humanas son consideradas como recursos productivos reemplazables y abundantes y donde el dinero es el único dios verdadero.
La economía de los países que no es otra cosa que la decisión sobre como producir y como distribuir, no puede estar regida por los intereses de un puñado de grandes corporaciones mundiales que deciden sobre la vida y la muerte de las personas. La sociedad debe marchar hacia sistemas que prioricen la salud y el bienestar y pongan a disposición de los pueblos los recursos necesarios para resolver situaciones como esta pandemia. Nuevas formas de socialismo donde el control de la economía sea ejercido por los órganos que surjan de la práctica democrática y que se van imponiendo en la realidad y que sean superiores a las formas ya conocidas por la historia.