La alta burguesía agraria amenaza al gobierno de Fernández
“No hay almuerzo gratis”. La frase, muy estadounidense, fue popularizada por Milton Friedman, aunque no le pertenece. La idea es simplemente que antes o después todo se paga, aunque en boca de libertarios remite a la austeridad fiscal, a que los gastos “excesivos” de un período indefectiblemente deberán pagarse en otros, sin que medie la agregación de valor en el medio. La paradoja del presente, sin embargo, es que quienes no parecen entender que no existen los almuerzos gratis son precisamente quienes más comulgan con las ideas del padre del monetarismo, como por ejemplo la “alta burguesía agraria” local.
En el mismo diciembre de 2015, esta alta burguesía agroexportadora fue beneficiada por la quita y rebaja de retenciones. El beneficio se sostuvo en el tiempo a pesar de las fuertes devaluaciones de la etapa. Sólo la presión del FMI llevó, recién sobre fines de 2018, a que las retenciones se reestablezcan parcialmente pero como suma fija, con lo que rápidamente fueron licuadas por más devaluaciones, como se predijo desde el minuto cero. La eliminación y rebaja de las retenciones provocó otro efecto predecible, retroalimentó el déficit interno. Nunca debe olvidarse que cuando las clases privilegiadas y sus voceros hablan de equilibrio presupuestario lo que está en la mira son los gastos, nunca los ingresos. No es una obsesión por la prolijidad contable, sino la búsqueda de impuestos mínimos.
Pero la baja de impuestos que benefició durante estos cuatro años a la alta burguesía agraria no fue un almuerzo gratis, sino una de las piedras angulares del modelo macrista. Su contrapartida fue el desfinanciamiento del erario y el endeudamiento público, situación que llevó al retorno de la lógica del ajuste permanente. El resultado fue la destrucción de las funciones del Estado, el parate del aparato productivo, el aumento del desempleo, la pobreza y el hambre. Dicho de otra manera, nada como los impuestos refleja las relaciones de poder al interior de una sociedad. La falta de visión sobre los procesos de desarrollo llevó a la alta burguesía agraria local a creer que efectivamente había almuerzos gratis y que a ella nunca le llegaría la cuenta.
Siguiendo la lógica de los impuestos como reflejo de las relaciones de poder en un momento dado, si el cambio de gobierno significa el empoderamiento de un sector distinto de la sociedad los impuestos deberán reflejarlo. Alberto Fernández no lo ocultó durante la campaña. Cada vez que le preguntaron por las retenciones contestó que el déficit fiscal que heredará del macrismo, cercano a los 7 puntos del Producto, deberá ser financiado por los sectores más favorecidos por el régimen que finaliza, entre otras razones porque ya no hay más espacio para seguir ajustando a los que menos tienen. Se lo dijo incluso a los enviados del FMI. En el camino Fernández abandonó el esencialismo fiscalista de los primeros tiempos. Sostuvo que parte de la reducción del défict será financiada por el crecimiento, pero al comienzo la suba de retenciones será inevitable.
Frente a la realidad de los hechos, desde los sectores más concentrados del agro batieron tambores de guerra. Un video que circula en las redes sociales, firmado por “Guardianes de la república. Campo + Ciudad” expresa, con fondo de imágenes de maquinaria agrícola y movilizaciones en las rutas que rememoran 2008, una literal amenaza: “Las urnas eligieron a Fernández. Respetamos ese resultado y trabajaremos como siempre por el bien del país. Pero que nadie se equivoque. Aceptar la decisión de las mayorías no significa que nos pasen por encima. Estamos organizados y trabajando, a lo largo y ancho del país y al costado de las rutas, en cada ciudad, en cada pueblo, estamos conectados y alertas, para responder a cualquier medida autoritaria y abusiva.” El video cierra con un contenido más político en un intento de trascender lo meramente sectorial: “Delirios como una justicia militante, la reforma agraria, la persecución a la prensa, nos encontrarán juntos y más fuertes que nunca. Defenderemos la libertad. A los abusos, a los aprietes y al saqueo les decimos nunca más”. Vale destacar que las amenazas preventivas son contra un gobierno que todavía no asumió.
En la misma línea se manifestó la Sociedad Rural, para quien “la caída de actividad, la persistente inflación, la falta de crédito y el déficit fiscal” no son culpa del gobierno saliente y sus privilegios sectoriales, sino “consecuencia de desajustes en la economía de larga data, a causa de un gasto público creciente, desmedido, poco transparente y de baja calidad”, factores que serían causantes del “aumento de la pobreza y la marginalidad que, como argentinos, nos preocupa y nos duele”. Si estas son las causas, entonces el problema no se resuelve “con un aumento de la presión impositiva, ya de por sí insoportable, ni con nuevos tributos ni derechos de exportación”, lo que a juicio de los ruralistas sería contraproducente, sino continuando con el ajuste del gasto, “el esfuerzo no puede recaer siempre sobre el sector privado. La política argentina, el Estado nacional y las jurisdicciones provinciales y municipales deben hacer un ajuste profundo, sincero y sustentable de una vez por todas”. O sea más de lo mismo: antipolítica, antiestado, apretar a los que menos tienen y “a mí no me toquen”. Después de cuatro años de fiesta en la que ni siquiera estuvo obligada a liquidar exportaciones, con su consecuente impacto en las devaluaciones y la salida de capitales, la alta burguesía agraria quiere seguir teniendo almuerzos gratis.
Al nuevo gobierno le tocará la tarea de enmendar los errores de los tiempos de la 125. Será necesario separar la paja del trigo y educar a los medianos y pequeños productores para que comprendan que sus intereses no son los mismos que los de los grandes exportadores. La tarea principal será entender que los bajos precios primarios en relación a los precios que pagan los consumidores no se relacionan con el nivel de retenciones, sino con los procesos de formación de precios. La explicación deberá acompañarse con la práctica. Será necesario “abrir las cadenas de valor” y estudiar la formación de precios a su interior. Las economías regionales vienen de experimentar en carne propia como la eliminación de retenciones no cambió los precios recibidos. También saben que es mucho más lo que pierden en los procesos de comercialización que por presuntos “impuestos insoportables”.
Un Estado inteligente y activo tiene mucho por hacer para mejorar los ingresos de la producción primaria, lo que a su vez es el primer paso para el aumento de las cantidades producidas y la prosperidad de todos los actores de las regiones, no sólo de los exportadores.
(Fuente: Página12)