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Pobreza, inflación y crisis de divisas, el trípode de la emergencia

Pobreza en niveles alarmantes, destrucción del mercado interno por caída del consumo, producción en caída libre en una amplia gama de sectores, recesión económica, pero con inflación acelerada, torniquete monetario vía altísimas tasas de interés que pulverizaron la inversión, pero no lograron estabilizar el mercado cambiario, caída estrepitosa de los ingresos de la población en el marco de un desempleo creciente. El territorio sobre el que deberá operar el nuevo gobierno, en materia económico y social, tiene mucho de tierra arrasada, aunque no carezca de herramientas para dar pelea. La cuestión es cómo se arranca liberándose de importantes ataduras. Las consecuencias del programa económico del FMI, firmado en abril de 2018, cuando la política económica macrista ya dejó al país sin posibilidad de pagar la deuda, empeoró los indicadores económicos y sociales. Atender esta catástrofe social le reclamará al futuro gobierno deshacerse de las limitaciones de ese acuerdo stand by, por empezar. Un acuerdo que ni siquiera le alivió al país la situación de la deuda externa, puesto que los cuantiosos fondos que ingresaron por el megaacuerdo, se fueron en la misma magnitud por la ventanilla de la fuga.

El gobierno de Mauricio Macri, y cuatro años de aplicación de su modelo económico, no sólo dejan un estado de destrucción masiva en lo económico y social, sino también serios conflictos de articulación intersectorial, que requerirán como mínimo el replanteo de compromisos de cada uno en un nuevo modelo de desarrollo y convivencia, hoy inexistente. «Hay que revertir el dogmatismo fundamentalista del mercado, que hace pasar intereses privados por públicos», plantea en tal sentido, Rafael Kohanoff, un veterano dirigente industrial que tuvo activa intervención en crisis y acuerdos sociales en diferentes etapas del país.  «El compromiso es repolitizar la economía», sostiene casi provocativametne, al advertir que un acuerdo o concertación nacional no se sostiene simplemente en una sumatoria de reclamos sectoriales, sino en el compromiso de organizaciones políticas, económicas y sociales en conformar un proeycto político capaz de recomponer un nuevo orden funcional. «Un nuevo contrato social», señala. No es por vía de las reglas del mercado que se hallarán las respuestas a una pobreza extendida y una inflación descontrolada, por ejemplo.

Pobreza, inflación y dólar

Hay tres conflictos que demandan respuestas urgentes, estrechamente ligados entre sí en cuanto a la concepción de la solución. Por lo escandoloso y por ser reflejo de la injusticia social, el tema de la pobreza surge como el más urgente. Combatir la pobreza generando trabajo genuino y techo, sustituyendo paulatinamente al asistencialismo como respuesta principal. Es una tarea que no se puede esperar que realice el mercado, si no lo toma en sus manos el sector público, en sus distintos niveles (el municipal en primer plano, por estas más cerca y por mayor conocimiento del problema), con los recursos a los que las máximas instancias deberán darle la debida obra pública. «Mucha obra pública, mucha vivienda económica», insisten los principales referentes del área de desarrollo social.

Otro tema a atender en simultáneo es el del sistema de precios. El futuro gobierno es consciente de la necesidad de monitoreos permanentes sobre rubros básicos de la canasta familiar, un estudio profundo de las cadenas de formación de precios y la exigencia de conductas transparentes por parte de empresas con posición dominante en los mercados.

El tercer tema central es el referido a la administración de divisas. La crisis externa que sufre el país condiciona las posibilidades de un rápido inicio de recuperación económica si no se atiende prioritariamente el problema de la escasez de divisas. Dada la situación que heredará el nuevo gobierno, el tema de la deuda debería tener una respuesta inmediata –quizás negociada antes de asumir– para despejar en lo inmediato la presión de vencimientos externos, renegociando plazos de vencimiento como mínimo. Luego, establecer las prioridades para el uso y disponibilidad de divisas según las urgencias, por rubro de importación de bienes o servicios. El valor y la disponibilidad de divisas pasan a ser temas clave en la organización política y económica, lo cual reclama imponer el interés público por sobre el privado «repoliticando la economía», como señalara Kohanoff más arriba.

Producción y empleo

El modelo de producción y desarrollo de la Argentina requiere de un nuevo diseño. Y puesto en crisis como sucedió en estos cuatro años, deja una gran oportunidad para replantearlo. Producción y empleo son las herramientas clave de la recuperación económica, y lógicamente van de la mano. En tal sentido, la pequeña y mediana empresa, por un lado, y las economías regionales por otro, pueden constituir factores dinámicos fundamentales para el diseño de una política produtiva que dé rápida respuesta a las necesidades de recuperación de la actividad y del empleo. También, para definir aquellos sectores de los cuales se va a reclamar un urgente aumento de la producción. Por ejemplo, en alimentos básicos, si se apuesta a la reinserción en un corto plazo de más de un tercio de la población que ha sido condenada a una situación de pobreza.

Seguramente, áreas como el sistema bancario y su rol para financiar la recuperación de la producción y el consumo, o las compras públicas orientadas a fomentar la producción nacional, no estarían fuera de la agenda, así como la participación del sector científico tecnológico, la economía social y lo relativo a la matriz energética. En casi todos ellos se ha retrocedido y se han desmembrado de un modelo nacional. Todos ellos son parte de una discusión más amplia sobre una economía estructuralmente más artículada y socialmente más justa.

(Fuente: Pagina 12)