Al dólar le queda poca cuerda
La oferta de dólares a 60 pesos que sostiene el Banco Central con la entrega de reservas a un promedio de 100 millones por día no tiene mucha más cuerda. La paz de los cementerios que estableció el Gobierno con el cepo light, la obligación de los exportadores de liquidar divisas y el default selectivo sobre Letes y otros títulos públicos es un esquema pensado por el oficialismo para llegar a las elecciones sin un nuevo terremoto cambiario, mientras la economía real –producción, empleo, salarios y consumo- cae en una fosa cada vez más profunda. Las presiones cambiarias que se van acumulando mientras tanto serán más intensas después de los comicios, cuando se haya esfumado la ilusión metafísica de Mauricio Macri del “Sí, se puede” y tenga que conducir otra agobiante transición de 31 días hábiles hasta el recambio presidencial.
“Con este escenario político y la insuficiencia de divisas que advierte el mercado es imposible evitar la dolarización de carteras. Mayor demanda de dólares, con la oferta retraída por tanta incertidumbre, conduce a un precio de la divisa más alto y a un endurecimiento de las restricciones para la compra de moneda extranjera. Eso es lo que vemos entre el 28 de octubre y el 10 de diciembre”, dicen en una agencia bursátil de la city porteña.
Un indicador que refleja esa tendencia es la salida de depósitos en pesos. Desde las PASO y hasta el 8 de octubre, último dato oficial del Banco Central, los ahorristas retiraron 92 mil millones de pesos. El stock se redujo a 1 billón 175 mil millones, lo que equivale a unos 19.500 millones de dólares al tipo de cambio actual. Esa es una fuente potencial de demanda de dólares que ejercerá presión en el mercado. Otro indicador de la desconfianza instalada, que seguirá mientras Macri ocupe la Casa Rosada, es la huida de depósitos en dólares por 11.500 millones desde las PASO hasta el 8 de octubre, para reducir el stock de 32.500 millones a 21.000 millones de dólares. Tanto la salida de pesos para pasar a dólares como el retiro de divisas de los bancos serán más contundentes en los dos meses que restan hasta la asunción del nuevo gobierno si Macri sigue “en piloto automático hacia la colisión”, como cuestionan en filas opositoras.
La tendencia de apreciación del dólar se observa de manera nítida incluso después de que el Gobierno impusiera regulaciones para la compra de divisas, el 1 de septiembre. Desde el viernes 6, cuando el dólar mayorista cerró a 55,82 pesos, las cinco semanas posteriores mostraron aumentos constantes del tipo de cambio junto a una caída persistente de las reservas del Banco Central. El 13 de septiembre el dólar mayorista subió a 56,11 pesos (29 centavos en la semana), el 20 de septiembre llegó a 56,67 pesos (56 centavos), el 27 de septiembre escaló a 57,32 pesos (65 centavos), el 4 de octubre aumentó a 57,73 pesos (41 centavos) y ayer finalizó a 58,05 pesos (32 centavos). En esas cinco semanas el dólar mayorista subió 2,23 pesos, un 4,0 por ciento. Las reservas, por su parte, disminuyeron de 50.952 millones de dólares el 6 de septiembre a 50.089 millones el día 13, a 49.602 millones el 20, a 48.941 millones el 27, a 48.177 millones el 4 de octubre y a 47.844 millones ayer. La baja entre puntas fue de 3108 millones de dólares.
En un contexto tan complicado, sin embargo, no es cierto que el gobierno de Alberto Fernández no tendrá un buen período de luna de miel, si ratifica el triunfo contundente de las PASO y el que anticipan la mayoría de las encuestas. La tendrá, como la tuvo Néstor Kirchner incluso sin poder revalidar una victoria en el balotaje. La tendrá porque el Frente de Todos ha conseguido despertar esperanza en amplios sectores de la población. Esa esperanza se moviliza no en cualquier momento, sino cuando la sociedad atraviesa una crisis pavorosa.
La debacle argentina es referencia de la lucha en Ecuador contra los mismos planes de ajuste que se aplican en el país, redactados en el FMI. Luis Pagani, presidente de Arcor, describe la crisis como la más larga que le haya tocado atravesar en 28 años al frente de la compañía. Loma Negra cierra la planta cementera más antigua del país. Zanella despide trabajadores de su fábrica principal después de haber bajado la persiana de otras dos. Los nombres de empresas e historias humanas castigadas se amontonan en una caída veloz, cada vez más vertiginosa. El proceso es dramático al punto que emblemas del esparcimiento como Bombucha y preservativ inos El Camaleón caen en la volteada. Los despidos en Pelopincho de principios de año lo anticipaban. “La gente no tiene para comprar comida, menos me va a comprar una pileta”, decía su presidente, Héctor Goethe. El vaticinio tuvo razón.
La crisis no empezó tras las PASO. El enojo con el gobierno de Macri tampoco. El consumo masivo lleva 21 meses consecutivos de caída, de acuerdo a la estimación de CAME, una cámara empresaria cuya conducción es cercana al oficialismo. En septiembre las ventas minoristas en cantidades disminuyeron 14,5 por ciento contra igual mes de 2018, cuando ya habían bajado 9,4 por ciento contra septiembre de 2017.
En el verano, Macri decía que a esta altura del año la Argentina estaría mejor. También lo aseguraban supuestos gurúes que sostenían que cuando empezaran a llegar los aumentos de paritarias el consumo repuntaría, lo que sumado a los créditos de la Anses y otros planes de estímulo permitirían recrear un escenario como el de las elecciones de 2017. Nada de eso ocurrió. Fue otra promesa incumplida.
Ver al Presidente recorrer el país como si la crisis se hubiera puesto en pausa es desolador para empresarios, sindicatos, movimientos sociales, religiosos y demás actores sociales, que observan la gira presidencial con estupor, mientras la economía se cae a pedazos y los peligros que acechan son cada vez más graves. La industria lleva 16 meses en caída libre. La construcción, 15 meses. La inversión, otro tanto.
Por todo ello es también que los Fernández tendrán una luna de miel con la sociedad, aunque les toque asumir bajo circunstancias tan complicadas. Esta semana la flamante jefa del FMI, Kristalina Georgieva, presentó el último documento del organismo donde se plantea que los gobiernos deben aprovechar los períodos de luna de miel para tomar las medidas más impopulares y más regresivas, a fin de utilizar todo el capital político conquistado en las urnas como escudo frente a posibles reacciones sociales. En la Argentina, ese escudo deberá ser aprovechado por la próxima administración para darle coherencia y consistencia a un nuevo modelo económico, de la mano de cobrarles más impuestos a quienes más pueden y reparar tantos daños sobre las mayorías populares. Al proyecto del FMI en el país tampoco le queda más cuerda.
(Fuente: Página12)