La historia del hombre que trascendió generaciones por no pagar la renta
Traje, corbata y un maletín. El hombre viene a cobrar la renta. Sin embargo, una niña de vestido, pocos dientes y el pelo sujetado en dos colitas lo distrae para que no ingrese a su departamento, el número 72 de la vecindad. La puerta se abre y con movimientos improvisados la pequeña advierte a su padre que se esconda. Don Ramón sale por la ventana y una vez más, evita pagar la renta.
Ramón Antonio Esteban Gómez de Valdés y Castillo nació el 2 de septiembre de 1923, en la Ciudad de México. Hoy cumpliría 95 años.
«Moncho», así lo llamaba su familia, integrada por su padre Rafael Gómez Valdés y Angellini, su madre Guadalupe Castillo, y sus nueve hermanos: ocho varones y una mujer. Lamentablemente uno de los pequeños falleció al poco tiempo de vida.
A sus dos años, el clan Valdés y Castillo viajó a la Ciudad de Juárez, donde sus hermanos comenzaron a dar sus primeros pasos dentro del mundo de la actuación. Sin saberlo, algunos de esos pasos serían los que determinarían la inminente y exitosa trayectoria que tendría Ramón Valdés.
«Con permisito, dijo Monchito» y se abrió camino
Ramón Valdés fue más que un actor mexicano, se convirtió en un ícono de la cultura latinoamericana popular al punto de que su rostro quedó estampado en diversos murales del mundo, y su imagen es fuente de diversos memes y hasta imágenes -modificadas digitalmente- de películas. La de la cinta «Soy leyenda», es una de sus apariciones más utilizadas.
Pero todo eso llegó con el correr de los años y, por supuesto por su aparición en la pantalla. Fue su hermano Germán Valdés, una de las reconocidas estrellas a quien apodaban «Tin Tán», el que le dio la oportunidad de debutar en cine.
Y el estreno llegó en 1949 con «Calabacitas tiernas», donde trabajó con Tin Tán como otras tantas películas en las que Ramón se desempeñó como extra: «Novia a la medida», «El rey del barrio», «La marca del zorrillo», «Ruletero a toda marcha», «Cazador de asesinos», entre muchas más.
Paso a paso, Ramón logró compartir escenas con Pedro Infante -máximo ídolo de la era de Oro Mexicana en el cine- en la película que sería la más taquillera del cine sinaloense, «Escuela de Vagabundos» (1955).
Sin embargo, y años antes de tener que ocultarse del Señor Barriga, su trabajo de extra no le bastaba para solventar sus necesidades económicas y la de su familia por lo que tuvo que vender varios electrodomésticos para pagar su renta y sus gastos. Sus carencias económicas lo llevaron a desempeñarse como comerciante, vendedor de comida, y chofer.
Contó con el apoyo económico de su hermano Tin Tán y no dejó de trabajar. Así fue como participó en más de cincuenta películas y hasta compartió escenas con otra máxima estrella, Mario Alfonso «Cantinflas». Incluso, llegó a trabajar con Angelines Fernández, quien posteriormente se convertiría en una de sus mejores compañeras sin escoba ni sombrero.
En su vida personal, Ramón Valdés tuvo ocho hermanos, diez hijos, tres esposas y varios nietos y sobrinos, entre ellos Cristian Castro (hijo de su hermano El Loco Valdés). Para su familia, Moncho. Un hombre de gran simpleza, agradecido con su público, solidario, aunque bastante cabrón.
Una oportunidad llamada «Chespirito»
Década de los ’60. Un talentoso actor y guionista se encontraba en la búsqueda de los actores que le dieran vida a sus personajes en un programa de humor que se emitiría por televisión. Se llamaba Roberto Gómez Bolaños y así fue como puso sus ojos en Ramón Valdés.
«Nadie me hacía reír tanto como Ramón Valdés, tenía una gracia superior», aseguró Chespirito.
«Nadie me hacía reír tanto como Ramón Valdés, ni su hermano Tin Tán ni Cantinflas, Ramón tenía una gracia superior», llegó a decir el reconocido Chespirito en una entrevista con el ciclo televisivo Conversaciones, con David Estrada.
Las manos se estrecharon y los contratos se firmaron. En 1968 se estrenó «Los supergenios de la mesa cuadrada», ciclo en el que también trabajaron Rubén Aguirre y María Antonieta de las Nieves, el Profesor Jirafales y la Chilindrina.
Y allí estuvo, sentado en uno de los extremos de la mesa, el ingeniebrio (juego de palabras entre «ingeniero» y «ebrio», por su afición a la bebida) Ramón Valdés, quien tomaba de una botella simulada por su mano, dada la censura de la época. Calidad de un actor que se rebusca ingeniosamente ante la falta de elementos. Después de todo, actuar tiene que ver con eso: el arte de la imaginación y de la improvisación.
Sin embargo, también había una cuestión de similitudes. El ingeniebrio y Ramón tenían en común el gusto por el alcohol. Chespirito creaba a cada personaje a la medida de su actor, por este motivo la importancia de la selección del elenco.
«Roberto era tan generoso que una vez que formó un equipo, nos moldeó y escribía en base a nuestras actitudes», contó en una entrevista con el sitio Hoy, Florinda Meza (Doña Florinda). Así le confió ese primer personaje a Valdés. Y le siguieron muchos otros: en «El Chapulín Colorado», los sketch en «Chespirito» y la película «El Chanfle».
Ron Damon
El padre de la Chilindrina, el amigo del Chavo, el hombre amado por Doña Clotilde, el rival de Doña Florinda, el que esquiva la renta, el acusado de Quico. Don Ramón era el eje central, la pieza del rompecabezas que encajaba con todos los personajes y que les aportaba sentido a sus historias individuales. «Ron Damón», como le decía el Chavo.
«El Chavo del 8» llegó a la pantalla chica el 20 de junio de 1971, una idea de Chespirito que contó con la dirección de Enrique Segoviano, quien ya trabajaba con el artista realizando los efectos especiales de sus programas y sketchs.
Una vez que Ramón tomó el libreto se preguntó cómo interpretar al personaje. Cuando se acercó, Chespirito le dijo que para dar vida a su personaje simplemente fuera él mismo. La realidad es que lo había diseñado a su medida, para que le aportara su humor.
Y Don Ramón fue tomando forma hasta convertirse en uno de los condimentos más importantes del programa, elegido por las audiencias de múltiples países. La mística del actor era lo que volvía aún más especial al personaje.
El hombre de los pantalones desgastados, las zapatillas cómodas y las remeras holgadas. Nada era vestuario sino que el personaje se ajustaba a la forma de vestir del actor, quien solía usar prendas cómodas. El único accesorio que añadieron fue el característico sombrero, que debieron reemplazar más de una vez porque solía regalárselo autografiado a los chicos que se le acercaban.
«Cuando los chavitos sacan sus pesos para ayudarte a pagar la renta es un premio que no se puede describir», expresó el actor conmovido en una oportunidad.
Eterno amante de los niños. Ramón Valdés encontró en el humor, especialmente hacia los chicos, la magia de su profesión. En una entrevista lo puso en palabras con la siguiente anécdota: «Cuando los chavitos sacan sus pesos para ayudarte a pagar la renta es un premio que no se puede describir».
Hubo mucho más del hombre que debutó en el cine como extra y que no tenía para solventar sus gastos en el hombre que le esquiva a la renta. Sus hijas contaron en un reportaje que retaba a los niños igual que en la ficción. Siempre les hacía el chiste ‘Te voy a pegar’ y les ponía cinta adhesiva en el brazo, haciendo referencia a que les pegaba con pegamento.
En el programa, incluso improvisó frases de su vida personal como: «Con permisito dijo Monchito…», «Y no te doy más porque mi abuelita…», entre otros datos que comentó frente a cámara.
En una entrevista, Chespirito mencionó que Ramón tenía una capacidad admirable para aprenderse los diálogos, cualidad que se sumó a su fluidez para la actuación y para representar el guión.
También llevó sus vicios al programa. Emilio ‘El Tigre’ Azcárraga, dueño de la cadena televisiva Televisa, prohibió a todos los actores fumar dentro del set, cláusula que no acató con Ramón ya que era su amigo y sentía una profunda admiración por él.
«Don Ramón era el eje principal del programa»
En 1979 el público comienza a notar la ausencia de Ramón Valdés en todos los segmentos de Chespirito. Don Ramón había renunciado tras la salida de Carlos Villagrán, «Quico». El público comenzó a alarmarse, el rating a bajar.
Varios fueron los rumores. Por un lado, Villagrán sostuvo que su personaje alcanzó notable popularidad, aún mayor a la del Chavo, por lo que lo invitó a que se fuera del programa. Según el testimonio del actor, Ramón Valdés renunció en solidaridad con él.
«Por solidaridad, Don Ramón sale a las dos semanas de que sacaran a Quico. Don Ramón era el eje principal del programa. Si lo quitamos como pieza de ajedrez: Doña Florinda queda sin a quien pegarle, la Bruja del 71 ya no tenía motivos para seguir viviendo allí, no estaba la plática analfabeta con el Profesor Jirafales, no le pagaba la renta, la Chilindrina queda huérfana. En toda la historia tenía que ver Don Ramón. Incluso más que el Chavo en la dinámica. Él fue concebido para que el televidente lo protegiera: sin mamá, papá, sin comida, sin casa, nombre, porque siempre que lo está por decir lo interrumpen», contó recientemente Villagrán en una entrevista con Gerardo Rozín en La Peña de Morfi.
Otra versión que trascendió y que sostienen sus hijos, afirma que cuando Florinda Meza comenzó su relación con Chespirito, empezó a dar órdenes al elenco. Situación que generó malestar entre los actores, y concluyó con la ida de Carlos Villagrán y luego de Ramón Valdés.
Mencionando la partida de Don Ramón se nos viene un episodio a la mente, el que su personaje decide irse de la vecindad, en el que los personajes intervienen recordando con nostalgia y humor divertidas anécdotas en las que él formó parte.
Chespirito siempre sostuvo que un actor no podía reemplazar a otro en el mismo personaje, por lo que creó a Jaimito el cartero y le dio más participación a Ñoño y Godinez (interpretado por su hermano, Horacio Gómez Bolaños), para reforzar el programa tras la ida de Quico y Don Ramón.
Años después, en 1981 Don Ramón regresó a la vecindad. El rating volvió a subir pero la felicidad duró un año, cuando entregó su renuncia definitiva y acompañó a Carlos Villagrán en sus proyectos en Venezuela. Allí realizaron los sketchs «Federrico» y posteriormente «¡Ah, qué Kiko!» (1987), donde se desempeñaron con sus personajes. Sin embargo, no alcanzaron la popularidad esperada. Se puede decir que la fórmula verdaderamente exitosa era la de Villagrán, Valdés y Chespirito, juntos. Como dirían los tres mosqueteros: «Uno para todos y todos para uno».
«Creo que sigo siendo un niño»
En 1985 los familiares de Ramón Valdés recibieron una delicada noticia: le diagnosticaron un tumor en el estómago, generado por su adicción al tabaco. Lo primero que hacía era fumar un cigarrillo antes de empezar el día. Sin embargo, los dolores no fueron un impedimento para que continuara sacando una sonrisa en las audiencias.
Los médicos le retiraron gran parte del estómago y le pidieron que dejara de fumar pero eso no sucedió. Incluso, comentaron que fumaba dentro de la habitación del hospital.
Alejado del Chavo, Ramón Valdés trabajó con Villagrán y luego creó su propio circo, que lo llevó a recorrer diversas ciudades del mundo. El último país fue Perú pero tuvo que regresar a México debido a su delicado estado de salud y fue internado. Ese fue su último encuentro con el actor que interpretaba a Kiko.
«Lo fui a ver al hospital, empecé a llorar y me dijo: ‘Ya, no llores cachetón, allá te espero’. Le digo: ‘¿En el cielo con el Señor?’; y me responde: ‘No te hagas el tonto, allá abajo'», recuerda Villagrán en el documental que la familia Valdés preparó para homenajearlo.
En una de sus últimas entrevistas a TVN (Television Nacional de Chile), el actor habló de su cercanía y estima por los niños y contó cuál es el secreto de su química con ellos: «Creo que sigo siendo un niño, tengo el carácter de niño y creo que me entienden».
El tumor se expandió y las últimas dos semanas tuvieron que sedarlo para soportar los intensos dolores. Su familia estuvo a su lado, y les prometió volverlos a ver bajo un árbol de duraznos. Finalmente falleció a sus 64 años, el 9 de agosto de 1988.
Angelines Fernández, la «Bruja del 71», una de sus más entrañables compañeras y amigas fue quien se mostró más conmovida en su funeral. Permaneció de pie junto a su cuerpo repitiendo «Mi Roro», como lo llamaba su personaje.
Ni Chespirito, ni María Antonieta de las Nieves asistieron y Villagrán se encontraba en Lima. Años después Chespirito lo lamentaría, admitiendo que fue «un grave error».
La figura de Valdés se volvió inmortal y continúa latiendo en el recuerdo y en los corazones que miran y ríen con sus personajes, o los descubren por primera vez.
El hombre que se entendía con los chicos, el que hacía reír a los grandes. El padre presente de diez hijos, hermano de los artistas Tin Tán, El Loco Valdés, el Ratón y muchos más. El hombre de los ojos saltones y de las caras expresivas. El músico apasionado de la guitarra criolla. El que partió de gira con su circo. Al que no le faltó el humor. El que recolectó decenas de grupos de Facebook para que lo ayudaran a pagar la renta. Un eterno niño. Un personaje que trasciende generaciones hasta en nuestros días. Feliz Cumpleaños, Don Ramón.
(Fuente: Filo.news)