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Un jefe de Estado ególatra y con autopromoción obsesiva

La utilización de su rol de Jefe de Estado para autopromocionarse ha generado tensiones que empañan la novena expedición internacional de Javier Milei.

Después del respaldo que dio al ultraderechista Vox en la campaña para las elecciones del Parlamento Europeo y los improperios intercambiados con el presidente Pedro Sánchez, era previsible que no hubiera encuentros oficiales importantes en España. Cancillería trató de organizar una entrevista con el rey Felipe VI, pero la Corona explicó que coordina las reuniones con el gobierno socialista. Milei debió conformarse con que la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, del Partido Popular, le entregara la Medalla Internacional de Madrid, distinción que añadió a la otorgada por el Instituto Juan de Mariana.

En Alemania, posta siguiente del periplo, el canciller Olaf Scholz, socialdemócrata, se limitará a recibirlo protocolarmente, sin acceder a una reunión bilateral. La disputa con Sánchez impidió un encuentro de mayor envergadura diplomática, pero quizás haya incidido más en la reticencia alemana el hecho de que Milei priorizara la recepción en Hamburgo de un premio de la Fundación Hayek, que tiene vínculos con la ultraderecha de ese país.

Es que Milei, tras respaldar a Vox, no pudo con su genio y se atribuyó un rol central en los resultados de las elecciones europeas, que registraron un avance inquietante de facciones ultraderechistas entre las que no faltan neonazis y neofascistas.

Alemania fue uno de los Estados más afectados por este fenómeno. En Francia, el presidente Emmanuel Macrón consideró conveniente adelantar las elecciones y la campaña se vio sacudida esta semana por la violación a una muchacha judía.

Las dificultades que la egolatría de Milei interpone para estrechar lazos con los líderes mundiales ya se había hecho manifiesta en la reunión del G-7, a la que asistió invitado por la presidenta Giorgia Meloni. En semejante cumbre, no pudo concertar una sola reunión bilateral aparte de la que mantuvo con la anfitriona, además de los encuentros con la titular del FMI, Kristalina Georgieva, y del Banco Mundial, Ajay Banga. Su discurso, además, pasó desapercibido.Aunque lesiva para su autoestima, la secuencia podría ser aprovechada como una advertencia por alguien que pretende proyectarse como líder global. Acaso le resulte útil para plantearse algunas dudas sobre la conveniencia de persistir en el camino que ha emprendido.

Ningún Jefe de Estado de peso parece interesado en profundizar vínculos con Milei. Por el contrario, comienza a cernirse un aislamiento solo roto por organizaciones más bien marginales que lo premian por sus dislates, una especie de red creada ex profeso para validar las ideas de la Escuela Austríaca con las que el mandatario se propone experimentar en la Argentina.

A ese círculo pertenecen el Instituto Juan de Mariana y la Fundación Hayek. También Chabad Lubavitch, organización del judaísmo hasídico más extremo que le otorgó a Milei el premio de “Embajador de la Luz”, en abril. Lo primero que hizo Milei tras ganar las elecciones fue visitar la tumba en Nueva York de Menachem Mendel Schneerson, conocido como “el Rebe de Lubavitch”.

En la vitrina de trofeos del libertario se destacan además el doctorado “honoris causa” que le dio la Escuela de Economía y Administración de Empresas (ESEADE), fundada por su “prócer” Alberto Benegas Lynch (h) y especializada en la Escuela Austríaca, además de la designación como “huésped distinguido” que le dio el reelecto presidente de El Salvador Nayib Bukele y la Orden de la Libertad que le otorgó el ucraniano Volodomir Zelenski.

En la evaluación de la obsesión por el autobombo del Presidente no deberían descartarse las especulaciones de política interna que hacen quienes le soban el lomo, como Donald Trump y la presidenta de la Comunidad de Madrid.Una cosa es ser célebre y otra tristemente célebre.