Porqué Milei debería bajarse y porqué cualquier argentino democrático y sensato debería votar a Massa.
Las elecciones generales del domingo pasado mostraron cual es el apoyo popular a cada propuesta política o programa electoral. Fueron cinco las que llegaron luego de las PASO y de ellas UXP fue la más elegida con el 36% de los votos. Eso es inapelable, contundente y cierra una etapa de las discusiones en este año electoral.
Las elecciones modernas son casi como una competencia deportiva y en las del 22 de agosto el candidato que mejor se preparó y jugó con más habilidad fue Sergio Massa. Él tomó el liderazgo de la campaña de un frente muy diverso, como ministro tomo medidas económicas y así logro aumentar 3.186.000 votos desde Agosto a Octubre.
Sacó 6.460.000 en las PASO y 9.646.000 el domingo pasado. Es el candidato que más creció en términos absoluto. Si son los votos de Cristina o de Axel, si son propios o prestados, en este momento no importa, Massa supo reunir al campo nacional y popular y transfórmalo en la primera fuerza en un contexto muy difícil, por la pandemia, la guerra y la olvidable gestión de Alberto Fernández.
Javier Milei, que venía por debajo del radar de las encuestadoras y con una baja performance en las elecciones provinciales, salió primero en las PASO y se preparaba para el gran batacazo en las generales, pero no pudo. Volvió a crecer, sí, pero solo en 700 mil votos y su partido terminó en segundo lugar.
La ley electoral argentina dice que ahora ambos deben competir nuevamente en una segunda vuelta electoral, el 19 de noviembre, para definir quién es el presidente. Pero en este contexto y mirando las cosas desapasionadamente, me atrevo a sugerir a los libertarios deberían darse por satisfechos con lo logrado hasta el momento y retirarse de la elección. Por ellos mismos y por el país.
Hasta este momento han acumulado un caudal de fuerzas importantes, hasta hace pocos meses eso era algo impensado para muchos. Sólo en San Juan, tienen siete concejales, un diputado provincial, uno nacional y un senador seguro y quizás sean dos. Es un montón. Si, a partir de ahí, quieren insistir en llegar a la presidencia, van a elegir un objetivo que solo puede darse a costa de la destrucción de su propio discurso y la degradación de su construcción.
No voy a negar que sorprendió la propuesta que le hizo directamente a Patricia Bulrich, a quién defenestró en muchas oportunidades durante la campaña, hubiera esperado una apelación sutil a la base electoral de Juntos por el Cambio, pero ya directamente mostraron la hilacha con la invitación al FIT de sumarse a un futuro gobierno. Milei en los debates se burló reiteradamente del socialismo al que calificó de fracasado e inútil ¿y ahora quiere que Bregman o Del Caño sean ministros? Esa actitud de “vale todo, para ganar”, no debería extrañarme, porque ya dijo que no ve mal la venta de órganos o hijos, pero ¿hasta donde se puede avanzar por ese camino sin incinerarse con el archivo? Porque no estamos hablando de dichos de 5 años atrás, sino que hoy a Milei se lo puede comparar con afirmación suyas de ésta misma campaña.
La coherencia es algo que posiblemente a Javier Milei y su entorno eso no les importe. Sin inmutarse desde el mismo domingo pidieron tabla rasa, para empezar de cero una nueva campaña, donde afirman todo lo contrario a lo que dijeron antes. No van a recortar en educación, salud, programas sociales u obras públicas, entender lo contrario fue un problema de comunicación, donde seguramente la culpa la tienen “los que entendieron mal” o “los que meten miedo”.
Quizás Milei solo piensa en su persona y su necesidad de ganar, más casta que eso no se puede conseguir, pero sería comprensible porque es parte de la idiosincrasia de los individualistas, primero el yo antes que el colectivo, pero a la Argentina ¿necesita otra elección más?
El caudal electoral de Libertarios creció al calor del descontento, de la inestabilidad, y por lo tanto si Javier Milei quiere tener chances de ganar la segunda vuelta, además de pedir perdón, de hacerse el “gatito mimoso”, va a necesitar que continúen las corridas contra el dólar, la inflación y la incertidumbre en la economía. Y está suficientemente demostrado que los grupos económicos que lo apoyan tiene el poder de fuego necesario para hacerlo. Este “vale todo” que pretende legalizar Javier Milei en su nueva campaña es la suma de todo lo contrario a lo que pretendemos para nuestro país.
Hasta aquí, expliqué porque entiendo que Milei debe bajar su candidatura a presidente, pero sé que es un deseo mío y que posiblemente suceda, porque la bestia sedienta y cebada quiere ir por todo. Entonces deberemos apelar a la sensatez del pueblo argentino. Ahora ya no se trata de peronistas, zurdos, kirchenristas o derecha, gorilas u oligarcas. En las elecciones de noviembre la línea divisoria esta en otro punto.
Si la sociedad legaliza la propuesta de los liberarios, o sea que los individuos, para satisfacer sus necesidades y deseo, pueden recurrir al “vale todo”, siempre va a imponer la voluntad del individuo que tienen más poder. Por ejemplo, el que correo una picada, atropella y se fuga, pero tiene contactos en la justicia.
Tampoco se puede comparar, como están haciendo varios, ésta elección con la del 2015 o la del 2019. En el primer caso, Macri salió segundo en la general y cuando se enfrentó a Scioli en la segunda vuelta, al margen de lo que fue su gestión, lo hizo proponiendo ser un mejor administrador, un gestor eficientemente y sin corrupción. En la siguiente elección Alberto Fernández se paró desde la unidad, del todo, para desplazar a alguien que usó el Estado para beneficiar a grupos amigos. En ambos casos, se enfrentaron proyectos que, desde distintos ángulos, querían representar, aunque más no sea en lo discursivo, la idea del bien común y lo colectivo.
Quizás estoy siendo muy condescendiente con Macri, lo sé, pero es innegable que venía precedido de un antecedente como administrador de un club de futbol y de una gran ciudad donde exhibió resultados que no solo los disfrutó su persona.
Lo de Milei es distinto. Él es un individuo que no ha construido nada colectivo. Sí ha logrado concitar adhesión a su persona, es un imán que atrae a todos los insatisfechos (y a muchos oportunistas) de todos los rincones del país. Pero por ahora no es más que eso, un producto del márquetin. Critica a diestra y siniestra a todo el mundo, pero ¿cuantas escuelas de futbol sostiene para sacar a los chicos de la calle, con cuantos comedores comunitarios colabora, cuanta ropa junta para donar a roperos, con cuantas victimas de femicidios o de impunidad se ha solidarizado? Desde ahí le resulta muy fácil criticar a católicos, comunistas, radicales, peronistas, docentes e investigadores, sindicalistas, dirigentes sociales y etc.
Y por el otro lado está Massa, que ya no representa al kichnerismo, el peronismo, ni el campo popular. Es la opción para quienes creen en algún tipo de proyecto colectivo de sociedad en nuestro país.
En ésta segunda vuelta Massa es la opción para lograr un acuerdo nacional que pueda estabilizar la economía del país y que, con algo de suerte, en el 2024 se pueda exportar materias primas y energía a un mundo que las necesita con desesperación. Eso es todo, no tiene la intención de cambiar nada más.
Sólo obtener superávit en la balanza comercial para solucionar el problema de las divisas y pagar las deudas con el FMI y los chinos. Hace ocho años hubiéramos dicho que eso es una bazofia, pero como están las cosas hoy, es un montón.
Massa representa una tregua, una nueva transición para todos. Si se encarrila la economía, va hacer lo que no supo hacer Alberto Fernández, va a garantizar rentabilidad para quienes se benefician con esta política, va a ser un colchón para los sectores más pobre, va a tener apertura para contener a los opositores, y va a hacer funcionar las instituciones republicanas. Todo lo contrario, a lo que pasaría con Mieli, por eso, no hay que ser peronista para votar a Massa, sólo hay que ser racional.