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La justicracia argentina

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Pero esto no es nuevo, ya lo enunciaba Martín Fierro cuando decía “asete amigo del juez y no le des de que quejarse, que es bueno tener palenque donde rascarse”. Hoy quienes imparten justicia han asumido un lugar por encima del Estado, participando de todas y cada unas de las decisiones de la democracia. No es una locura decir esto, ya que continuamente recibimos información que un juez decide en contra de una ley emanada del Congreso, o que una fracción política utiliza a los jueces para dirimir cuestiones democráticas. Los jueces ya no son servidores públicos, son regidores públicos, que imponen sus criterios sin importar el perjuicio social que provocan. Ya son dioses. Esta afirmación no es alocada: basta ver lo que pasa a menudo con los fallos que emiten.

No es posible que toda la sociedad este esquizofrénica y realizando manifestaciones en contra de las sentencias que estos jueces dictan. No es posible que un juez se crea garantista y ponga en riesgo la seguridad de toda una población. No es una quimera cuando se dice que los ladrones de gallinas van presos y los de guantes blancos están sueltos. Hoy los pobres corren grandes riesgos de terminar presos más que de ser atendidos con justicia. Hoy vale más matar que robar por hambre, según el juez que te toque. Y a los gobernantes más les vale no tocar a los grandes intereses o grupos económicos porque se las verán con quienes realmente tienen el poder: los jueces.

Cuando la política toca grandes intereses, siempre hay un juez avispado como para declarar la inconstitucionalidad o el recuro de amparo. El ejemplo más claro fue la Ley de Medios, todos quieren salir en televisión y ser protegidos por los grandes grupos económicos. Esta ley, les guste o no, fue aprobada por el Congreso, por los representantes del pueblo, que sean buenos o malos fueron elegidos en elecciones libres y no como ellos a dedo; fue aprobada en forma mas clara que la Ley de Flexibilización Laboral, o lo que fuera el corralito o la devaluación en la que se licuaron en la deuda pública algunas deudas privadas y los jueces callaron, y tantos ejemplos más.

Aquí mismo, en Entre Ríos, cuando se reformó la Constitución hubo que presentar la misma a los jueces quienes no permitirían cambios en lo que respecta a su ámbito.
Estos señores están por encima de todos, con impunidad. Lo de la jueza Depardilli no es un hecho aislado, sucede con asiduidad, solo que sin cámaras que lo registren. Tal vez haya que preguntarles a los inspectores municipales cuántas veces les han mostrado la credencial de juez para salvarse, por infringir las normas. Sus aires se superioridad van mucho mas allá de estos simples hechos, llegan al grado tal de burlarse de la sociedad que es quien necesita de su corrección para que sean el ejemplo y la seguridad de estar en una sociedad justa. A pesar de esto, su arrogancia e impunidad los obnubila y no les importa realizar actos evidentes de complicidad, cargado de sospechas como el de dejar prescribir causa que afecta a amigos en contraposición a causas que encuentran dictámenes apresurados.

Es mejor un mal arreglo que un buen juicio, frase archiconocida en el ambiente laboral. La justicia es lenta, otra frase conocida, lo cual no sería problema si además fuera justa. Los juristas deberían dejar de ser figuras predominantes de la vida institucional argentina y dedicarse de lleno a impartir justicia positiva y no subjetiva. Hoy la sociedad necesita jueces que impartan seguridad y confianza. Jueces inmersos en la realidad y no subidos a un pedestal jugando a ser Dios. Jueces qué terminen con la violencia y no que la generen. Quizás el error fue creer que quienes accedieran a tan alta magistratura serian hombres comprometidos con la sociedad, hombres de servicio, no hombres elegidos a conveniencia y preocupados por su propio bienestar, ajenos a la realidad que los rodea.

Lo vitalicio conlleva comodidad, despreocupación. El no tener que dar cuenta de los actos les hace suponer estar por encima de los demás, lamentablemente los actos de los jueces afectan la vida de las persona y por consiguiente a toda la sociedad. Ha habido intentos de cristalizar la Justicia por medio de instituciones como el Consejo de la Magistratura o el Jury de enjuiciamiento, los cuales no han dado mucho resultado, puesto que son constantes las quejas de su funcionamiento. Es inocente o premeditado pensar que el ciudadano común pueda llegar a presentar una queja sobre un juez o futuro juez sabiendo del poder al que se enfrenta y a el corporativismo o convivencia con que se mueven los que ejercen la justicia.

Hoy una película argentina logra ganar un Oscar, y coincidentemente la trama de la misma se refiere a hechos de la justicia o injusticia, los hechos son coincidentes con muchos de la actualidad. Esperemos la reflexión de nuestros juristas y que el final de El secreto de sus ojos no se convierta en una realidad, porque de esto sí se tendrán que hacer cargo.

FUENTE: Jorge Lima (Análisis)