La deuda mundial cae ligeramente tras dos años y medio de escalada ininterrumpida
¿Cambio de tendencia o apenas una mínima tregua? La suma mundial de la deuda pública y privada registró en el primer trimestre su primera caída en dos años y medio, según los datos publicados este jueves por el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, la patronal global de la banca). Los pasivos de Gobiernos, empresas, entidades financieras y familias de todo el planeta bajaron entre enero y marzo en 1,7 billones de dólares (1,4 billones de euros), una cifra a mitad de camino entre el PIB de España y de Italia.
Pese al descenso, las obligaciones pendientes en todo el mundo permanecen en zona de máximos históricos: 289 billones de dólares, el 360% del PIB mundial. Desde el estallido de la crisis del coronavirus, la suma de la deuda contraída por el sector público y el sector privado a lo largo y ancho del globo ha sido de 30 billones de dólares, lo que ha supuesto añadir un 12% más al endeudamiento previo. Las dos terceras partes se corresponden con las nuevas deudas contraídas en los países ricos, donde los Estados han tenido más margen para hacer políticas contracíclicas y las empresas han dispuesto de más margen de endeudamiento para hacer frente a la sequía total de ingresos.PUBLICIDAD
La ligerísima caída global registrada en el primer trimestre vino, fundamentalmente, de la mano del descenso de las deudas en los países ricos, donde se contrajeron en 2,3 billones de dólares, hasta los 203. En el lado opuesto figura el bloque emergente (China incluida): allí, las obligaciones vivas subieron en 600.000 millones dólares (o 0,6 billones), hasta marcar un nuevo récord de 86 billones. La buena noticia, sin embargo, es que la escalada en las naciones en desarrollo fue notablemente menor en el tramo inicial de 2021 que en los trimestres anteriores.
España, entre los países en los que más crecieron los pasivos
Con las economías de todo el mundo todavía languidecientes tras el mazazo que ha supuesto la pandemia, la deuda sobre PIB —la medida más lógica para conocer la salud financiera real— también cabalga en máximos históricos a la espera de que se consolide una recuperación económica que ya llama a la puerta. Sin embargo, ese crecimiento se ha ralentizado en gran medida tras un salto de 36 puntos porcentuales en 2020. “La adición de nueva deuda se ha desacelerado y la emisión de bonos está de nuevo por debajo de los niveles previos a la covid-19”, explican los técnicos del IIF, que también auguran que los ratios de endeudamiento deberían caer ligeramente este año “dada la recuperación proyectada en la actividad económica global”.
Grecia, Singapur y España han sido los países del mundo en los que más ha subido la deuda pública y privada desde que llegó el virus, “aunque” —apostillan los economistas de la patronal financiera— “el ritmo se ha ralentizado en el primer trimestre de 2021″. El aumento del gasto de las Administraciones fue el principal factor detrás del incremento en los países ricos, y este fue especialmente acusado en cinco de ellos: Eslovaquia, Grecia, Chipre, Italia y —de nuevo— España.
El mayor riesgo, en los emergentes
Sin embargo, el foco de preocupación del Instituto de Finanzas Internacionales está en otro lugar: en la deuda pública de los países emergentes. Aunque “relativamente estable” en 2021, los ratios sobre PIB han pasado del 52% al 60% en solo 15 meses, desde el inicio de la crisis sanitaria. “El incremento ha sido mayor en las economías maduras —donde el salto ha sido del 110% al 135% en ese mismo lapso— , en parte por las mayores restricciones fiscales. Pero los incrementos han sido significativos, con la mediana de los Gobiernos emergentes en niveles 15 puntos superiores a los de 2019″, apuntan.
Dos cuestiones inquietan especialmente al organismo en los países de renta media: la debilidad de los ingresos públicos, todavía bajo el influjo de los confinamientos, y una vacunación —el factor clave en el todavía incipiente rebote económico— que avanza a un ritmo notablemente más lento que en el bloque rico. Ese cóctel, explica el organismo con sede en Washington, hace que los Estados “con altas necesidades de financiación se arriesguen a un gasto elevado en intereses en relación con sus ingresos y su PIB”.
La recomendación del IIF para las economías en desarrollo es nítida: deben mejorar los sistemas de recaudación para incrementar la capacidad de ingreso, aunque reconoce que las “tensiones políticas y sociales derivadas de la pandemia podrían limitar la voluntad de los Gobiernos a la hora de hacer reformas fiscales estructurales”. Y esa falta de empuje gubernamental, subraya, aumenta la dependencia de los mercados internacionales de deuda, hoy destensados pero cuya evolución futura es una incógnita. El precio del dinero está por los suelos y seguirá así un tiempo más. Pero no siempre.
FUENTE: EL PAIS