La interacción permite nuevos caminos de autonomía
La carencia de un retractor torácico que forzaba a convocar cirujanos de otras provincias llevó a médicos del Hospital Rawson a consultar a los bioingenieros de la institución sobre la posibilidad de fabricarlo, lo cual tuvo respuesta positiva, permitiendo contar con dicho elemento de manera gratuita y con óptimos resultados para nuestros pacientes.
La necesidad surgió cuando los cirujanos pediátricos debieron afrontar una cirugía de malformación de la pared torácica y de allí la idea de consultar con el Servicio de Ingeniería Clínica para buscar conjuntamente una solución definitiva.
Al respecto, el Dr. Pablo Medard explica que dentro de este tipo de malformaciones es una patología común. Desde hace algunos años comenzó a aplicarse una técnica que impedía tener que romper los cartílagos internos para operar, gracias a la utilización de un tutor expansor que permite que el tórax alcance su forma cóncava normal.
En los últimos años esta técnica fue progresando, sofisticándose el instrumental a través de un retractor que simplificaba la cirugía, ya que disminuía riesgos al pasar por medio del pericardio con más facilidad. “Para utilizar esta técnica teníamos que convocar a médicos especialistas de Buenos Aires y que sobre todo contaban con el instrumental necesario. Cuando averiguamos el precio del retractor oscilaba los 15.000 dólares, lo cual lo transformaba en inalcanzable por su ecuación costo / beneficio”, comentó el Dr. Medard.
“Consultamos entonces al servicio de Ingeniería Clínica, les mostramos imágenes del instrumental para ver si se podía hacer. Ellos proyectaron una idea más sencilla, con un modelo simplificado, sumamente práctico. Probamos el prototipo y vimos que iba a responder bien, que tenía la rigidez necesaria para movilizar el esternón”.
Un resultado satisfactorio
Tras las intensas pruebas llegó la hora ver al retractor en acción “así fue que hicimos una cirugía, se colocaron las barras y el tutor sin ningún inconveniente, con lo cual el procedimiento puede hacerse de manera segura, menos invasiva, sin necesidad de transfundir al paciente, en un lapso de tiempo menor a la mitad de la cirugía convencional y con una recuperación mucho más rápida”, relató Medard.
Por parte de Ingeniería Clínica consultamos a su jefe, Bioing. Luis Pulenta, quien comentó que “el primer paso fue convocar a nuestros especialistas con conocimiento de electromécánica y conocer el material con el que debíamos contar, principalmente reciclando material quirúrgico en desuso que cumpliera con todos los requisitos de bioseguridad y que a la vez fuera adaptable y refuncionalizable. A partir de ello fuimos analizando, proponiendo y probando sobre una mesa de cirugía real para medir las fuerzas, las presiones y los torques, luego realizar el modelo en computadora y seguir el procedimiento de diseño de cualquier dispositivo médico”.
Este proceso se hizo a mediados del año pasado, “en pleno pico de pandemia y nos llevó casi cuatro meses. Hubo una permanente retroalimentación con los médicos en el proceso de armado, probando mejoras. También consultando con el servicio de Esterilización para garantizar que el material fuera plenamente seguro y reutilizable, además de conocer con qué proceso se iba a esterilizar. De esa manera trabajamos hasta llegar al diseño definitivo”, expresó Pulenta.
Con este buen resultado el trabajo de Ingeniería no se detiene, tras haber además fabricado las cápsulas de seguridad para pacientes COVID-19 y las lámparas ultravioleta de desinfección, surgen más iniciativas: “en este momento estamos trabajando en cuatro proyectos: uno de refuncionalización de una planta de tratamiento de potabilización y el sistema de salas de entrenamiento para médicos, entre otros”.
El trabajo conjunto fue plenamente satisfactorio, y el Dr. Medard expresó su conformidad: “esto nos abre caminos para tratar de generar más proyectos. Uno como médico tiene una idea que cree imposible de lograr y los bioingenieros rápidamente nos demuestran que es posible, como sucedió en este caso. Con esto aprovechamos a pleno los tiempos libres que dejaba la pandemia para poder trabajar en este proyecto, con lo cual no representó un elemento negativo y lo utilizamos de manera creativa”.
El Bioingeniero Pulenta también compartió su conformidad: el objetivo está plenamente cumplido, porque generamos un gran ahorro económico consiguiendo a la vez una cirugía menos riesgosa en beneficio del paciente, todo a partir de un verdadero trabajo interdisciplinario”.