Entre la bronca y la firmeza, el relato de una obrera despedida de Ansilta: “Vamos a seguir luchando, desde acá afuera, por los de adentro también”
En una clara actitud prepotente, arbitraria y sin respetar el decreto presidencial que prohíbe despedir personal en este contexto de pandemia, para demostrar y atemorizar a quien lucha y reclama por lo que cree justo, la empresa Campamento S.A., que produce la indumentaria Ansilta, despidió este martes a 12 trabajadoras y trabajadores.
A partir de ese momento la lucha que venía siendo por mejores salarios, por la recategorización, se transformó en una pelea por la reincorporación. Espacio de Opinión dialogó con Natalia, una operaria que hace 9 años trabaja para esta empresa y que era parte del acampe frente a la Subsecretaría de Trabajo.
“Vamos a seguir luchando, desde acá afuera, por los de adentro también, para que no haya más despidos y por mejoras salariales. Es un momento difícil, pero es una empresa que está bien. Una campera vale $45.000, ellos pueden pagar lo que corresponde. El gerente le cuida el bolsillo al dueño, mientras más tienen, más quieren y el empleado que siga igual, y si no le gusta lo despedimos o que se vaya”, dijo Natalia, con mucha bronca pero con igual entereza.
“Llegué a mi casa y les conté a mis dos hijos que me habían echado. Les dije que se quedaran tranquilos, para no preocuparlos. Y que ya iba a ver qué hacía, en caso que no seamos reintegrados”, expresó.
“Decidimos quedarnos en la Subsecretaría de Trabajo para obtener una respuesta. La verdad, preferimos estar en nuestras casas, durmiendo en nuestras camas, con nuestras familias, pero no nos queda otra que estar acá”, contó Natalia.
Entre los despedidos hay trabajadoras y trabajadores que se desempeñan hace 12, 15 e incluso 17 años en la empresa. O el caso de una obrera que vive con su madre, tiene un hijo con discapacidad y alquila.
“Nos despidieron con $10.000 que es lo que tenemos en el cajero ahora, y nada más. No nos depositaron vacaciones, nada. Tenemos compañeros que están con COVID y los echaron igual. No les importó nada. Es admirable la maldad de la empresa”, señaló esta trabajadora de 35 años.
“Somos quienes le damos la ganancia, los que no faltamos nunca, dejamos muchas horas de compartir con nuestras familias para trabajarles a ellos, a cambio de miseria que siempre pagaron. Por una vez que decidimos reclamar, por pedir la recategorización que es lo que corresponde, pedir la desinfección de la fábrica, muchos se contagiaron y ellos no hacían lo que debían hacer, por eso siguieron los contagios. Por todo eso, estamos padeciendo esto”, contó.
“Vamos a seguir luchando hasta el final. Somos gente pacífica, no vamos a agredir a nadir, no vamos a tirar piedras. No vamos a hacer nada que los dañe físicamente. Muchos piensan eso, pero no es así. Queremos llegar a una conciliación; hasta ahora no contestan, no aparecen”, dijo.
Natalia cuenta que cuando los despidieron, el resto de sus compañeros se quedaron angustiados y no podían creer lo que estaba pasando. “Muchas chicas lloraban. Nos sacaban de a uno, como si hubieran venido los militares a llevarse gente. Lo hicieron en un horario en donde estaban todos, para asustar. Hoy anduvieron sector por sector diciendo que no iban a despedir más, siempre y cuando no se metan en esto, las amenazas y persecuciones siguen”, señaló la obrera, haciendo referencia a cómo opera la empresa adentro en este momento.