Lo siento, no hay encuestas disponibles en este momento.

La historia de Esmelda, una luchadora incansable: “Llegar a la CCC fue algo muy grande, las compañeras siempre están”

Esmelda Vara llega muy abrigada a la entrevista con Espacio de Opinión. Es una mañana de frío intenso en San Juan. Tal vez parecida a las que sufrió cuando era joven y recorría cada rincón de la provincia para darle un lugar digno donde vivir a sus hijos. Junto a su amiga Isabel, traen algunas bolsas que contienen muñecos infantiles. Son los que piensan regalarles a las niñas y niños de su barrio para el Día del Niño. Ella cuenta cómo fue su vida de lucha y de no bajar los brazos nunca.

Hace 5 años que llegué a la CCC y me siento muy feliz de estar en la organización. Antes estuve en la Unión Vecinal del barrio en donde ayudábamos a los niños, armamos un comedor, tuvimos un club de madres. Con Isabel somos amigas hace 35 años”, empieza a contar esta mujer albardonera, que muy joven tuvo que dejar su casa paterna.

Esmelda  vive en el Lote Hogar 4, en Chimbas. Pero antes de llegar a ese lugar hay una historia para relatar y pese a las duras adversidades que le impuso la vida, nunca se rindió. “De chica siempre quise ser diseñadora, pero no pude. Me criaron mis abuelos porque mi mamá murió cuando yo tenía 6 meses. Y la vida de campo es dura, siempre hay que ir a trabajar, por eso no tuve la posibilidad de estudiar lo que quería”, dice.

El barrio constantemente tiene necesidades. Esmelda lo vivió y sintió dese que llegó. “Me arrime a la organización para ver si podíamos ayudar a la gente. Hablé con la Negra y ella hizo todo para que pueda entrar en una cooperativa. No pude porque soy pensionada, pero igual armamos para otros compañeros la cooperativa. Hicimos estos muñecos pensando en los niños. A mí nunca me regalaron nada, los abuelos de antes eran desabridos. Una vez me regalaron un perrito cuando tenía 9 años”, cuenta emocionada.

Con 20 años un día partió de su Albardón natal para instalarse cerca del Matadero. Sin el apoyo de la familia se fue de su casa. “Luego me partí a Santa Lucía y un día de lluvia me vio ‘Polito’ Bravo, con mis gemelos en brazos y mi niña. Llorando le dije que necesitaba una casa. Él me dijo que me iba a dar una y así fue. A la semana llegué al Lote Hogar con una carpita y conocí a mi amiga, que era la primera que vivía ahí. Ella me dio una mano inmensa”, recuerda y trae a su memoria la época alfonsinista en donde entre todos los vecinos juntaban la olla para comer juntos.

Está casada con Walter hace 39 años. Él fue un puntal esencial para salir adelante. Junto a sus 3 hijos y 15 nietos, hoy disfruta de tener una familia feliz. “Donar estos juguetes es una inmensa alegría para mí, porque muchos niños no lo pueden tener. Tenemos las máquinas industriales, pero aún no pueden funcionar porque necesitamos aceite y preferimos antes comprar las telas. Aunque en algún momento las vamos a utilizar. Cuando llegaron las máquinas a mi casa, lloré una semana, era un sueño cumplido”, asegura.

Después de tantas carencias, haber encontrado a otros compañeros que la pasaron igual  significó sentirse apoyadas, ya que en conjunto fueron resolviendo cosas. “Llegar a la CCC fue algo muy grande. Ahí encontramos amigas, compañeras, que cuando tenemos algún problema siempre están. A veces alcanza con un abrazo. Yo le digo a la Negra ‘gracias por aceptarme’. Porque a mí la organización no me paga nada, pero siempre están y yo estoy”, relata conmovida.

Esmelda es delegada de La Corriente. “Las cosas feas que me pasaron las pude decir en la organización. La gente de antes pensaba que una era la culpable de lo que le pasó, y una lo cree, piensa que se lo buscó. Yo aguanté y aguanté. Entonces la CCC me dio la oportunidad de abrirme. Acá pude contar mi sufrimiento, nos ayudó a entender cosas. Si no estuviéramos en la CCC nadie conocería lo que hacemos”, dijo.

En la Corriente encontraron un puesto de lucha. “Aprendimos muchas cosas”, dice. Y agrega: “En el grupo del Lote éramos solas. En cambio ahora eso se extiende, conversamos con otra gente y te cuentan sus historias. Como la de Sandra o Valeria. Estuve en reuniones de mujeres en Albardón y en Capital. O entrar a la Universidad, un lugar al que nunca imaginé que iba a conocer. Ir a Salta a un Encuentro y discutir con otras compañeras. Es algo único”.  

En la cooperativa “Todas Unidas”, trabajan 8 personas y se dividen entre las tareas textiles y la panadería. “Esta situación de pandemia es muy triste, no pensé que iba a vivir esto. Pero la vamos llevando”.

Cuando empezó la cuarentena más estricta hicieron barbijos para repartir en el barrio. Ellas, al igual que miles que dejan muchas cosas personales para ser solidarias con el resto de sus compañeros y vecinos, están al pie del cañón en esta situación. Vienen de cuatro duros años del macrismo y ahora no se van a amedrentar tan fácil. “La gente está muy mal. Esto nos está llevando muy abajo. Nosotras les decimos que lo que hagan lo vendan, que nos paguen lo que vale la tela y si hacen una cortina y la venden, que se lo dejen”, cuenta.

Lo que primero aprendió a coser fueron muñecas, tal vez porque de niña no las pudo tener. “Siempre hicimos muñecos, y los hemos donado. Donamos a los niños que no tienen, al Club Peñarol para que lleven a Marayes. Esta es una iniciativa nuestra, ya que a las chicas de la cooperativa no le podemos pedir, aunque son parte ayudándonos. Ahora le vamos a regalar a los chicos de la CCC, del merendero y de la Unión Vecinal del Lote”, expresa.

A muy pocos días del Día del Niño, estas excepcionales mujeres siguen demostrando que a pesar de todas las necesidades y de la crisis, se puede estar con quienes más la sufren. Siempre al calor de la lucha y de la organización en conjunto para cambiar la realidad. Porque de esta nadie se salva solo. Si lo sabrán ellas, que desde hace 35 años pelean juntas para ser cada día más dignas.