Los sueldos de los políticos reabren la grieta argentina
La rápida reacción del presidente Alberto Fernández frente a la pandemia de coronavirus le dio durante semanas un liderazgo indiscutido en Argentina. El respaldo a su gestión se disparó hasta rozar el 80%, la oposición acompañó el decreto de cuarentena obligatoria a mitad de marzo y la ausencia de Cristina Fernández de Kirchner de la primera línea política debilitó los argumentos de quienes lo consideran un títere de la hoy vicepresidenta. Pero la grieta volvió a reabrirse en las últimas horas. La advertencia de Fernández a los empresarios de que “llegó el momento de ganar menos” fue asimilada por parte de las clases medias y altas, que respondieron con un cacerolazo para exigir a los políticos que den ejemplo y se bajen el sueldo.
Las primeras cacerolas comenzaron a sonar desde ventanas y balcones el lunes a las 21.30 de la noche y tomaron por sorpresa a muchos que no se habían enterado de la convocatoria. A las seis de la tarde se había realizado ya un ruidazo contra los feminicidios, tres horas después llegaron los aplausos diarios para agradecer el trabajo del personal sanitario que atiende a los enfermos de coronavirus y acto seguido comenzó el primer gesto de repudio contra el Gobierno. Este martes se repitió por segunda vez y los vecinos cruzaron gritos a favor y en contra de Fernández.
El origen del malestar se remonta al domingo. Desde que comenzó la emergencia sanitaria por el Covid-19, a principios de marzo, Fernández ha buscado consensos con todas las fuerzas políticas y ha comparecido ante a los medios con gobernadores opositores para dar una imagen de unidad. La decisión de extender la cuarentena obligatoria hasta después de Semana Santa no fue una excepción. Antes de anunciarla, Fernández realizó una videoconferencia con los máximos responsables de cada provincia para garantizarse su respaldo.
“Una economía que cae se levanta, pero una vida que cae no la levantamos más”, dijo Fernández en el mensaje televisado en el que extendió la obligación de quedarse dos semanas más en casa. Pese al costo económico que supone tener paralizado al país, la estrategia es ganar tiempo para que el sistema de salud esté lo más preparado posible cuando se alcance el pico de la pandemia, que en Argentina está previsto para finales de abril.
La mayor resistencia no fue política sino empresarial, encabezada por grandes industrias como la siderúrgica Techint, que días antes había anunciado 1.500 despidos por la crisis. A través de Twitter, Fernández tildó de “miserables” a los empresarios que “olvidan a quienes trabajan para ellos” en los momentos más duros y miles de internautas lo atacaron bajo el hashtag #Albertoelmiserablesosvos. Otros, lo defendieron. Ayer, lunes, a las críticas se le sumó un pedido alentado por la oposición: reducir los sueldos de los políticos.
Los diputados de la coalición macrista Juntos por el Cambio solicitaron a Fernández una reducción del 30% de los sueldos de los tres poderes del Estado por un plazo de 90 días, en consonancia con la propuesta del presidente uruguayo, Luis Alberto Lacalle Pou. Pretenden que ese dinero se destine a un fondo para combatir la pandemia. El titular de la Cámara Baja, Sergio Massa, ha recogido el desafío y evalúa recortar un 40% las dietas de los 257 diputados y la suspensión de asesores legislativos durante cinco meses. De prosperar, quedarían liberados cerca de 200 millones de pesos (unos tres millones de dólares) para sumar al presupuesto de Salud,
El debate alrededor de los sueldos ha dado oxígeno a la oposición y ha agrietado el respaldo casi unánime a la gestión de Fernández de la crisis sanitaria. El presidente llegó a ser aplaudido después de algunos de sus discursos y elogiado en las redes por sus advertencias a quienes especulan con los precios o no respetan la cuarentena.
A medida que el freno de la actividad por el coronavirus se alargue las diferencias políticas se agrandarán. El Gobierno reparte alimentos en los barrios más pobres y ha aprobado medidas para aliviar el bolsillo de la clase media, pero no son suficientes para amortiguar el golpe que la emergencia sanitaria ha provocado en un país que está en su tercer año de recesión, sin una salida cercana en el horizonte.
FUENTE: EL PAÍS