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Vaca Muerta punto clave para Alberto Fernández y su gestión

Fuimos pioneros. En 2013, cuando se firmó el acuerdo YPF-Chevron, desde Analytica decidimos ser parte de este gran proyecto nacional que se llama Vaca Muerta. En estos siete años acompañamos a más de 100 empresas en la búsqueda de soluciones y desarrollos para sus negocios. Desde financiamiento y planificación hasta la incorporación de socios estratégicos.

En 2019, realizamos el primer estudio de impacto de Vaca Muerta (VM, en adelante) teniendo en cuenta la estructura productiva, comercial y de servicios actual de la provincia. Los primeros resultados nos permiten visualizar el enorme derrame de VM no sólo en Neuquén sino también en todo el país en los próximos diez años. Por primera vez, tendremos una visión integral de Vaca Muerta en 2030.

Diez razones para creer

 Vaca Muerta es clave para el desarrollo nacional. A cambio de asegurar reglas estables para los precios y los contratos, permite imaginar un crecimiento sostenido de las inversiones y la producción, garantizando al menos el autoabastecimiento energético. Pero además contribuirá a la estabilidad macro aportando dólares al mercado cambiario, permitiendo reducir la volatilidad nominal.

Es el único proyecto nacional que puede generar un salto inversor en el corto plazo. Entre 2013 y 2019 se invirtieron US$ 26.300 millones en explotación y exploración: ningún otro sector aportó tanto. Si se despejan las dudas sobre el sector en el próximo mandato presidencial se podrían sumar US$ 27.000 M.

No hay limitantes para el desarrollo de Vaca Muerta por falta de conocimiento o tecnología. Incluso el principal riesgo de la industria, que es el geológico, ya está disipado. Por caso, en 2012 la producción promedio de un pozo en VM era la mitad de su comparable en Permian y hoy competimos de igual a igual. Existe, eso sí, una severa restricción de capital, que puede ser revertida rápidamente si las señales de precios son las adecuadas y surge un marco legal confiable y estable.

Perder el autoabastecimiento energético es suicida. Si la producción se mantiene en el limbo actual, la inversiones seguirán paralizadas y la declinación de la producción seguirá siendo muy rápida. No hay que volver a 2014, el año más deficitario del balance energético, cuando se perdían US$ 16.000 millones en subsidios y US$ 6.000 millones por las necesidades de importación.

Para desarrollar estos recursos no convencionales competimos con Estados Unidos y Canadá. Necesitamos Inversiones por entre US$ 5.000 y US$ 10.000 millones al año, con un período de repago que trasciende uno o dos mandatos presidenciales. Estas inversiones quedan fuera de la escala del capital nacional. Para los inversores globales no alcanza con que VM sea rentable, sino que tiene que ser competitiva frente a sus alternativas en el mundo.

Sin precios no hay futuro en VM. Hasta julio, habíamos logrado ser competitivos con las principales cuencas no convencionales de los Estados Unidos; pero se priorizó el rédito político de corto plazo castigando a la industria productora y generando más de 2.000 suspensiones. La incertidumbre por la fijación del precio del petróleo en boca de pozo, los controles de capitales y la disparada del costo del capital, pusieron en stand-by todas las inversiones alejando las posibilidades de que VM tenga éxito.

El Estado es el principal socio de las operadoras: el Estado Nacional y las provincias productoras se quedan con 1/3 del barril. Concretamente, el 18% la Nación; 14% las provincias productoras, que son las dueñas del recurso y la ganancia para los inversores después de impuestos es cercana al 18%. El resto son costos que se derraman a la estructura productiva.

Es fundamental definir mecanismos inteligentes de regulación de los precios de los combustibles. Ya probamos con la intervención burda y la desregulación ingenua. Es tiempo de soluciones superadoras. Para el caso del petróleo es necesario pensar un mecanismo de estabilización vía carga impositiva que amortigüe el impacto de las subas del petróleo en boca de pozo sobre los precios que abonan los consumidores en las estaciones de servicio. Ya sea por efecto de los vaivenes de precios internacionales o la devaluación, cuando el precio suba por encima de un determinado nivel en un plazo de tiempo definido, deberían disminuir los impuestos que gravan a los combustibles. Por el contrario, si los precios bajan o se aprecia el peso, el mecanismo operaría en sentido inverso.

Hay que pasar del paradigma de la escasez a la abundancia. Argentina tiene un marco normativo asentado en un paradigma de restricción de hidrocarburos y VM es la posibilidad de cambiarlo por otro de abundancia. La posibilidad de contar con energía abundante y a costos competitivos dotará a las actividades energo-intensivas de una fuerte ventaja competitiva, así como posibilitará el despegue de la industria petroquímica.

Vaca Muerta excede, por mucho, a Neuquén: es un proyecto federal. Existen encadenamientos hacia “abajo” en la producción de hidrocarburos, que involucran proveedores de escala mediana y pequeña, generan empleo y difunden tecnología de punta. Estamos hablando de empleo registrado y, debido a su elevada productividad, con muy buenos salarios, algo que ha sido tradicionalmente esquivo en la estructura productiva argentina.

Sus encadenamientos permiten traccionar la demanda de la industria metalmecánica nacional y generar empleos sustentables no sólo en la zona de explotación, sino en los principales polos industriales de nuestro país. Las pymes de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, por nombrar algunas regiones, pueden ser parte de esta realidad. Estará en la próxima administración la decisión de promover las políticas públicas necesarias para desarrollar estas cadenas de proveedores de VM, lo que además redundará en un proceso lento, pero continuo, de sustitución de importaciones de insumos y partes y piezas para el cluster neuquino.

Algunos números

Desde Analytica desarrollamos un estudio muy profundo que cuantifica el derrame de VM sobre todas las actividades de Neuquén, sea relacionadas con el comercio, la industria y los servicios. Entre otras cuestiones se podrá contar con proyecciones del aporte de cada eslabón productivo, medir impactos en el empleo, en la demanda de insumos locales e importados, proyectar la recaudación de impuestos y estimar necesidades específicas de infraestructura (salud, educación, seguridad, vivienda, rutas, entre otras). En todos los casos, la potencia de VM excede los límites geográficos del Neuquén, impactando como dijimos, en buena parte del entramado productivo argentino.

Y no se trata sólo del autoabastecimiento, que por supuesto debe mantenerse. Aún si los precios bajasen a US$ 40 el barril de petróleo y a US$ 3 por millón de BTU en gas en 10 años, la producción neuquina se triplicaría. En cambio si los precios siguen las proyecciones actuales de la Agencia de Energía de los Estados Unidos (US$ 100 y US$ 7,7 en petróleo y gas, respectivamente) la producción llegaría a multiplicarse por ocho para 2030.

Vaca muerta está en condiciones de generar los dólares que se necesitan para financiar el crecimiento. En 2030 puede sumar US$ 17.000 millones anuales en un escenario optimista de precios y US$ 6.100 millones en otro muy conservador. Aún si se deducen los dólares necesarios para pagar las importaciones de insumos, la deuda y los giros de utilidades y dividendos, el balance cambiario sumaría entre US$ 3.000 y US$ 10.000 millones al año. Esos dólares serán claves para evitar un déficit no sustentable en la cuenta corriente al momento que Argentina vuelva a crecer.

No hace falta esperar que el próximo Gobierno sea pro mercado hidrocarburífero y, sólo asumiendo que va a ser racional, Vaca Muerta es la gran apuesta argentina.

FUENTE

Fuente: El Economista