El bloqueo de los partidarios de Evo Morales desabastece La Paz
Ya empieza a ser desagradable caminar por la avenida Arce, en el centro moderno de La Paz. No tanto por las camionetas blindadas que pasan de vez en cuando. Estas pueden ser motivo de consternación en la ciudad aimara de El Alto, 600 metros más arriba, a más de cuatro mil metros de altura en la cordillera andina. En la avenida Arce, junto a las sedes bancarias y la embajada de EE.UU., lo que molesta es la peste a basura podrida.
Los montones de bolsas rotas ya son más altos que los mendigos venezolanos que llenan la avenida. No hay gasolina para los camiones de recogida y el ayuntamiento ha instado a los tres millones de habitantes de la capital a no sacar más la basura a la calle.
Cada vez son más las banderas blancas que piden que las dos partes se pongan de acuerdo
Molesta también la falta de alimentos. “Mañana no abriremos, la carne se acabó”, dijo el camarero del restaurante argentino Aranjuez. En los barrios más populares de la ciudad crecen las colas: “¡Queremos pollo, queremos pollo!”, gritaban unos clientes en el mercado de El tejar. Si hace cinco días la ciudad se expresaba a través del tricolor nacional (conservador, anti Morales) y la wiphala indígena (pro Morales), la bandera que se ve ahora por las calles es blanca y la pancartas piden un acuerdo entre el gobierno interino de Jeanine Áñez y el Movimiento al Socialismo (MAS) de Morales.
La Paz está atrapada en un cerco que se va cerrando conforme los campesinos simpatizantes del expresidente indígena, coordinados por el MAS, refuerzan decenas de bloqueos de las carreteras de acceso a la capital. No llegan los productos de las huertas de Cochabamba ni la carne y el pollo de Santa Cruz al este. En El Alto se mantiene el bloqueo del depósito de combustible de Senaka, que poco a poco va desabasteciendo la capital de gasolina.
Cada día, los poco experimentados ministros anuncian un inminente acuerdo. Pero es mejor hablar con los líderes indígenas para saber qué pasa en El Alto: “No hay acuerdo; Senkata sigue bloqueado; hay mucho enojo aquí porque han insultado a la gente”, dijo José Quispe, líder aimara.
Pero no está del todo claro qué es lo que los partidarios de Morales quieren a cambio de desbloquear los accesos a la ciudad. Como mínimo, el MAS quiere garantías de que podrá participar en las elecciones sin juicios por corrupción. Áñez no limó las asperezas cuando respondió así a la importante concesión de Morales de que si vuelve no participará en las elecciones. “Si quiere volver tendrá que responder a la justicia”. La presidenta, una senadora desconocida y lanzada a la presidencia por los acontecimientos, tal vez sigue envalentonada por la explosión e apoyo al nuevo gobierno en las calles la semana pasada. Pero a medida que pasan los días la iniciativa, poco a poco, se va desplazando hacia Morales.
La masacre de 2003
Un antecedente que nadie quiere
Sólo la llegada a El Alto de esos coches blindados resolvería el problema. Pero cuesta imaginar incluso a este gobierno arriesgarse a recurrir a la fuerza bruta en la ciudad de la masacre de octubre del 2003, cuando el entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada intentó desbloquear por la fuerza cerco en El Alto, con un saldo de 60 muertos, allanando el camino a la insurrección aimara y la llegada al poder de Evo Morales, el primer presidente indígena de la historia de América Latina
Lo cierto es que los cercos y los bloqueos son una constante de la historia de Bolivia. “La Paz está en un agujero rodeado de volcanes, es muy fácil cerrar el acceso desde El Alto”, dijo Gonzalo Chávez, director de la Escuela de Producción y Competitividad de la Universidad Católica. En El Alto se encuentra no sólo el aeropuerto internacional de La Paz, sino también el centro logístico más importante del país. “Se juega mucho más ahora porque el comercio que pasa por El Alto se ha multiplicado por diez desde el 2003”, aseguró.
Hay algo que juega en favor de Añez. “Muchos de los indígenas aimara ya constituyen una burguesía comercial; viven en los cholets (viviendas de alto estanding de diseño indígena). En el año 2003 no tenían nada que perder ; ahora se juegan mucho más”.
(Fuente: La Vanguardia)