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Lo que dejó el triunfo de Alberto Fernández

Alberto Fernández ganó la elección presidencial con un resultado mucho más rotundo que el logrado en su momento por Mauricio Macri. Y que Néstor Kirchner, pongalé.

Las reelecciones del presidente y de la gobernadora María Eugenia Vidal parecían seguras después de las elecciones de 2017. En diciembre de ese año Macri propuso un programa refundacional en el CCK, impulsó sin dar respiro las reformas laboral y jubilatoria. La gula para almorzarse la cena indigestó al “modelo”: pasaron cosas, incluida la catástrofe económico financiera de abril de 2018. El futuro parecía zozobrar pero el auxilio ciclópeo del Fondo Monetario Internacional (FMI) garantizaba la continuidad del modelo y otro mandato de Macri. Así lo pensaban las autoridades del FMI y el presidente estadounidense Donald Trump quienes podrán equivocarse pero cuentan con buena información y quieren sacarle el jugo a la plata que prestan.PUBLICIDAD

El peronismo estaba groggy, en torno del Jefe de Gabinete Marcos Peña se debatía si era más conveniente mandar a la cárcel a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner o mantenerla libre. No por preocupaciones institucionales sino para tener (aún) mejores chances en las urnas.

El justicialismo fue reaccionando, la protesta social in crescendo, económicamente siguieron pasando cosas… el resto es historia reciente… Los triunfos de Fernández y el gobernador electo Axel Kicillof se consiguieron remando en dulce de leche, en circunstancias extrañas para el justicialismo. Sin poder territorial en Nación ni en la provincia, sin fundarse en el aparato, con escasos empresarios cotizantes (en comparación con el oficialismo). Con la prensa dominante en contra lo que no garantiza la derrota pero debilita, mortifica y predispone agendas adversas.

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El mapa federal: Las sucesivas elecciones a gobernador mutaron también el mapa federal. La mayoría de los oficialismos provinciales retuvieron sus territorios: 20 de los 23 distritos; Salta renovará en noviembre. Es la tendencia histórica ligeramente acentuada. Pero el peronismo del Frente de Todos (FT) recobró dos de las cuatro provincias más grandes: Buenos Aires y Santa Fe. Aumenta su presencia de modo notable en detrimento del socialismo santafesino y del PRO que resigna una de sus dos provincias.

El mapita pintado con los colores de Boca que reseña el reparto de los votos anteayer es ilustrativo sobre esa competencia. Pero su traducción mediática engrupe un poco. Dicho en criollo; Macri se impuso por paliza en Córdoba, por poco en Santa Fe y por un puñado de votos en Entre Ríos. Los resultados impactan en el score total y en la integración del Congreso. Pero no desplazan a los mandatarios locales que vencieron en las elecciones respectivas. Estarán al mando de sus distritos y serán figuras centrales en el nuevo diseño de poder en el cual PRO queda debilitado, el radicalismo padece pérdidas de capitales en varias provincias, por caso Paraná, Santa Fe y también Córdoba donde anteayer goleó Juntos por el Cambio (JpC).

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Paraísos e infiernos para cientistas: La Argentina se transformó en un infierno para los encuestadores electorales cuyas pifias dejaremos para otro momento. Como compensación, nuestro sistema es maná para los politólogos o sociólogos. Las Primarias Abiertas (PASO) construyeron una anomalía que anticipó el veredicto electoral. La primera vuelta se metamorfoseó en segunda.

El sistema político comienza a transformarse en bipartidista desde 2017. Retorna a los orígenes porque funcionó así con peronistas y radicales entre 1983 y 1995, cuando se entrometió terciando el Frepaso. Retornó entre 1999 y 2001 cuando ese partido se coaligó con el radicalismo en la Alianza. Desde 2003 bipartidismo fue sustituido por un sistema atípico, medio Random, difícil de encasillar. Quedó hibernando hasta hace poco. Ahora tiene pinta de perdurar cuanto menos para los comicios del 2021… largo plazo para los hábitos criollos. Paramos ahí con esta narrativa, que merece más desarrollo.

Para esta nota base decir que JpC remontó desde las PASO y llegó a un resultado parecido al logrado por Eduardo Angeloz contra Carlos Menem en 1989.

La resiliencia de Macri, empero, solo está comprobada hasta hoy. Desde ahora y en especial a partir del 11 de diciembre deberá habitar en el llano que es inhóspito. La vuelta de Cristina Fernández de Kirchner a la fórmula presidencial configura un caso único en nuestra historia reciente. El destino de los presidentes derrotados suele ser menos generoso.

La interna para liderar JpC comenzó el 11 de agosto a la noche, se irá tramitando inevitable e impiadosamente, a fuego lento. Los radicales formulan reclamos retroactivos, se ufanan de haber conservado sus gobernaciones, hacen leña del Marcos Peña caído. Sus gobernadores deberán negociar con la Casa Rosada con prelación a los “armados nacionales”.

Diputados y senadores se aprestan para dirimir el rol de “jefe de la oposición” que en la Argentina mayormente no existe.

La historia del radicalismo desde la recuperación democrática podría contarse como un largo enfrentamiento entre los ex presidentes Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa. Desde fines del siglo pasado, el delarruismo va ganando. En general conservadores, aburridos, gorilas, un puñado de dirigentes poco vistosos y desconocidos a nivel nacional se pintan la cara para pulsear con la gente de PRO. Su espacio predilecto será…

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…el Congreso. JpC contará con buena dotación en el Senado y en Diputados casi la única oposición armadita. El repunte de Macri respecto de las PASO (un sorpresazo más en busca de explicaciones multicausales) mejoró el reparto de bancas en detrimento del FT. De cualquier forma Fernández contará con ajustado quórum propio en el Senado y deberá negociar un cachito para acceder en Diputados. AF y sus bancadas saben moverse en ese terreno. Contra lo que rezan las leyendas urbanas, el kirchnerismo no contó casi nunca con mayoría propia en las dos Cámaras, entre otros motivos porque perdió dos elecciones de medio término, en 2009 y 2013. La primera vez la oposición le birló la mayoría en la Cámara Baja, el autodenominado “Grupo A”.

Radicales y gentes de PRO tratarán de que no le coopten algunos legisladores, un mal que aqueja a los opositores en todos los Gobiernos anche en el que está por irse.

Las internas influirán en el diseño de bloques, mini bloques, interbloques. Desde allí el mendocino Alfredo Cornejo y Mario Negri tratarán de conseguir visibilidad y de crecer.

Macri seguramente fatigará sets de la TV adicta para mantenerse en el candelero reemplazando a su modo a la diputada Elisa Carrió –más ducha en esas lides– que ha vuelto a anunciar su retiro de la política. Habrá que esperar para traducir qué significa eso, aquí y ahora. Volvamos al presidente que se va.

Sostenerse en el llano podría hacerse arduo sin contar con trolls pagos, recursos inacabables del Estado, vehículos oficiales. Las adhesiones menguan, el celular suena menos, los grupos de WhatsApp se achican o abren sucursales. Sin hacer profecías apodícticas. Macri tendrá que arremangarse para seguir en primer plano. Las derrotas duelen y cuestan. El resto depende de muchos factores que abarcan la voluntad política de “Mauricio” un hombre que se habituó a ganar en el futbol y la política.

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La tregua: La transición verdadera arrancó mejor que su ensayo general del 12 de agosto con gestos de diálogo y dólar calmo. El mega cepo macrista añade una nueva abdicación del equipazo económico, tan ultra tardía como bienvenida.

El mes y medio que falta es demasiado tiempo para los más necesitados. Fernández y sus enviados, todo lo indica, tendrán que exigir que se implemente y financie la Ley de Emergencia Alimentaria. No solo de dólar vive la gente, menos que nadie la más necesitada. Son millones y en abrumadora proporción decidieron con su voto que Macri comenzara a despedirse de Olivos y la Rosada.