La postura del equipo tendrá que ser más ofensiva que la habitual
Para dar vuelta la historia en la Bombonera, para ganarle a River por tres goles de diferencia y pasar a la gran final de la Copa Libertadores, Boca deberá hacer algo que le disgusta a su técnico Gustavo Alfaro: asumir riesgos, destaparse, dejar de jugar sobre seguro.
En cambio, para defender la ventaja amasada en el estadio Monumental, para infligirle a Boca otra herida en lo más íntimo de su orgullo, y para llegar por segundo año consecutivo a la definición del máximo torneo continental a nivel de clubes, River no necesita nada demasiado diferente de lo que hizo para ganar 2-0 la primera semifinal: le alcanzará con volcar dentro de tres semanas, en el viejo estadio de la Ribera, el peso de sus individualidades, su mayor riqueza conceptual y el vuelo superior de su fútbol. Y su renovada mística copera que lo lleva a dar un plus actitudinal en los cruces a todo o nada.
Quedó mejor parado River de cara al desquite del martes 22. Será finalista si gana, empata o pierde por un gol de diferencia. Y tiene a su favor que, marcando un gol, obligará a Boca hacerle cuatro. Algo difícil pero no imposible: en 2017, Lanús convirtió esa cantidad en apenas 23 minutos y dio vuelta una semifinal en la que llegó a estar 3 goles abajo. Y nadie puede prever que sucedería si, en medio de la caldera que será la Bombonera esa noche, Boca se pone rápidamente en ventaja como lo hizo River a los siete minutos del partido del martes. Con el penal de Emanuel Mas al colombiano Borré, que el árbitro brasileño Raphael Claus debió conceder tras la revisión del VAR.
Para que ello tenga lugar, Alfaro deberá despojarse de todas sus precauciones y, sin regalarse (un gol de River casi liquida la serie), armar el Boca más ofensivo que su credo futbolístico le permita. El imperativo de la hora lo obliga a dejar de lado sus esquemas más cautos (el 4-4-2 que emplea de costumbre o el 4-2-3-1 que puso en el Monumental). Y a poner por lo menos dos delanteros, con un volante o tercer atacante jugando por detrás. ¿Lo hará Alfaro? ¿O seguirá aferrado a su libreto? Quedan tres semanas por delante para saberlo.
En todo caso, es posible que sean tenidos en cuenta jugadores como Carlos Tevez, Mauro Zárate y el colombiano Villa que no arrancaron jugando en la ida. Y que entren por Nicolás Capaldo, quien fue expulsado al final del partido del martes, y no estará en la Bombonera. Para Alfaro, sería toda una novedad jugar con Iván Marcone como único volante central. Y constituiría un gran aporte contar desde el comienzo con Eduardo Salvio, quien, resentido de una lesión, solo entró en el segundo tiempo. En ese posible dibujo, sólo habría lugar para uno sólo entre Alexis Mac Allister y Reynoso. Ninguno de los dos se destacó en el Monumental, aunque Mac Allister tiene mayor vocación para correr hacia atrás y hacia adelante por la banda izquierda.
Gallardo no debería tocar tanto su equipo para el desquite. Tal vez decida armar una línea de cinco en el fondo, con Martínez Quarta, Pinola y el chileno Paulo Díaz como centrales y Montiel y Casco subidos por los costados. Pero también podría dejar todo tal cual está, más allá de alguna variante forzosa, como por ejemplo el ingreso de Lucas Pratto por Matías Suárez. De ninguna manera River irá a resistir a la Bombonera. Eso no figura en su ADN. Y Gallardo sabe que ganar o al menos no perder, es perfectamente posible.
Empató 0-0 en 2014 por las semifinales de la Copa Sudamericana, también igualaba 0-0 en 2015 cuando el gas pimienta dejó trunco aquel partido por la Copa Libertadores, y en la celebrada final copera del año pasado, salió 2-2 tras ir abajo dos ocasiones en el marcador. Por los torneos locales, incluso ganó las dos últimas veces que jugó en la Ribera. 3-1 en 2017 y 2-0 en 2018.
Pero más allá de los detalles estadísticos sería intolerable para la autoestima de Boca que River vuelva a dejarlo afuera de la Copa Libertadores, diez meses después de la memorable final de Madrid. Si eso sucediese, le será muy complicado a Daniel Angelici imponer a Cristian Gribaudo como su sucesor, y el oficialismo boquense podría quedar fuera de carrera para las elecciones de diciembre. Con lo cual, el macrismo perdería la plataforma política que ostenta desde 1995 y que le dio proyección, fama y fortuna al actual presidente de la Nación. Pero nada está resuelto de cara a la gran revancha. Sólo que River quedó en posición ventajosa y el partido hay que jugarlo. Ojalá que sea en paz.
(Fuente: página12)