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Situación de detención en la Cárceles de San Juan

Semanas atrás, a una persona cercana le tocó vivir la experiencia de detención en una comisaría de la provincia y, como se dice comúnmente, no tomamos conciencia de los problemas hasta que no los pasas.

Por eso en esta nota quiero reflexionar sobre la situación de detención en comisarías o el servicio penitenciario, ya que es un tema del que en general se habla en los medios de comunicación y cuando se los trata se lo hace inadecuadamente. Tendemos a pensar que es una realidad que no nos “toca” porque estamos del lado de “los buenos”, pero voy a intentar dejar en claro porque, aunque quizás tengamos la suerte de nunca estar detenidos, la situación carcelaria nos atraviesa a todos como sociedad.

Para este comentario no vale la pena detallar las circunstancias por las cuales mi amigo terminó detenido, solo quiero recordar que nadie es culpable de un delito hasta que no lo determina un proceso judicial. Sin embargo, las condiciones de detención y el trato de algunos agentes policiales fueron el inicio de una condena. En las comisarías no hay condenados. Son personas que por alguna circunstancia están a la espera de una resolución de la justicia. La mayoría de los detenidos en el servicio penitenciario tampoco tienen condena.

En los días en que estuvo detenida esta persona no recibió violencia física entendida como golpes, no obstante, durante su estadía en la comisaría, sus allegados pudimos conocer que las condiciones edilicias son muy precarias y torturantes. No tenía espacios diferenciados para los distintos géneros. Los calabozos no contaban con sanitarios, agua corriente, ni hablar de calefacción o ventilación suficiente. Las personas detenidas no tenían lugares dignos para comer, asearse o descansar. Y también alarmante es que las comodidades de los agentes de la policía no eran mucho mejores que las de los detenidos.

En varias ocasiones charlamos sobre estas circunstancias autoridades, agentes y abogados, y en general nos consolaban explicándonos que “ustedes no son del ambiente y las comisarías no están preparadas para otra cosa”. Todos aceptaban la situación como natural y las justificaciones que recibimos para dicha respuesta se agrupan en dos grandes grupos: por un lado, el de la resignación ante la imposibilidad de tener otras condiciones y, por otro, la creencia de que así debe funcionar el sistema como forma de prevención del delito.

La idea de que quien está detenido, sea con condenado o no, debe pasarla mal como lección o castigo por su delito, está instalada en nuestra sociedad. Es el resultado de años de impunidad y heridas provocadas por las injusticias, la inseguridad y la corrupción. Pensamos como víctimas y queremos justicia inmediata, por lo tanto, la figura del sistema de detención como un adelanto del infierno en la tierra sirve para saciar nuestra necesidad de venganza. Queremos saber que el que está preso la pasa mal. Pero lo más grave, es que parece que piensan de igual modo quienes administran justicias, desde los tres poderes del Estado. No puede ser de otra manera en este sistema, Es la única respuesta que ofrecen para tratar el problema de la delincuencia.

A los ciudadanos se lo ha acostumbrado a consumir con fruición grandes cantidades de noticias policiales amarillistas, donde desde las primeras líneas se está buscando un culpable. Esta audiencia sedienta de justicia va en aumento, y condiciona las decisiones de jueces y funcionarios públicos, quienes a pesar de conocer las situaciones inhumanas de detención en comisarías y el servicio penitenciario, no toman las medidas necesarias y se justifican en que serían “impopulares”.

Con el presupuesto escaso que maneja el Estado, es fácil pensar que es mejor no invertir en cambiar las condiciones de detención, pero la realidad es que todos estamos más involucrados de lo que creemos en el sistema privación de la libertad. Tendemos a pensar que eso es para otros, quizás los pobres, los no educados, los malos, los “negros”, los “villeros”, etc. Ese es un error en dos sentidos.

En primer lugar, cualquier persona, por más blanco, educado y alejado “del ambiente” que sea, puede tener un accidente de tránsito con una fatalidad y terminar detenido en la comisaría. Un chico que sale de entrenar y no lleva documentación, un albañil que está en un barrio donde su aspecto no encaja, personas que tienen discusiones subidas de tono, y casos por el estilo son llevados a la comisaría a diario.

En segundo lugar, si una persona delinque y es condenada, no deja de ser parte de nuestra sociedad, ni en ese momento ni después de cumplir la condena ¿Cómo puede alguien pensar que el trato cruel durante su tiempo de detención lo va a hacer mejor persona? ¿Qué esperamos que haga al recuperar su libertad y volver a circular entre nosotros?

Está más que comprobado que un sistema de detención cruel y que “mete miedo”, no ha bajado ninguna tasa de criminalidad. Las comisarias y el servicio penitenciario cada vez tienen mayor cantidad de detenidos. El crecimiento de la población carcelaria en San Juan supera la tasa de crecimiento de la población. La inmensa mayoría son jóvenes, con delitos que obtienen penas que oscilan entre los 5 o 10 años. Las cárceles deben ser un lugar de reeducación.

Los responsables son los jueces temerosos de los medios, que no se preocupan por actuar para revertir las condiciones en que están las personas a su cargo. Los funcionarios demagogos que creen que la publicidad es mejor que la acción. Y los periodistas que alimentan el amarillismo, buscando culpables desde la primera nota, con pereza de seguir los casos hasta encontrar información real.

En la actualidad en la provincia hay un proyecto millonario para la construcción de un nuevo penal. En varias ocasiones he intentado conocer si en el diseño se ha pensado en lugares específicos para el funcionamiento de las escuelas de la cárcel, de la biblioteca o de los talleres trabajo. No he dado con una respuesta.

Necesitamos cambiar nuestra mirada hacia el sistema carcelario, hablar del tema y no por un principio de “piedad” o “tolerancia”, sino como primer paso a una transformación de la sociedad. Las cárceles son el fondo del problema, es el lugar donde escondemos lo que no encaja, y por mas oculto que lo tengamos sigue estando ahí, esperando soluciones que no van a ser mágicas y que requiere mirar con sinceridad las situaciones que generan las detenciones y la mejor manera de ejecutar la pena privativa de la libertad.

Federico Agüero