Rusia confirma la existencia de cinco pequeñas islas
Las exploraciones del siglo XIX abrieron el camino al conocimiento del Ártico. Pero es el calentamiento global, dos centurias después, el que para bien o para mal está abriéndolo de verdad. Para acomodarse a la nueva situación, a Rusia no le hace falta comprar nuevo territorio. En primer lugar, porque la costa rusa junto a este océano es enorme.
En segundo, porque la retirada del hielo permite que sus geógrafos coloquen marcas en tierra firme hasta ahora desconocida. Mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sorprendía con su polémica intención de comprar Groenlandia a Dinamarca, en Rusia se anunciaba el descubrimiento de nuevas islas en este nuevo mar de promisión.
Una expedición hidrográfica de la armada rusa ha logrado confirmar el descubrimiento de cinco pequeñas islas que hasta ahora habían permanecido ocultas bajo el hielo. Tienen una superficie que varía entre los 900 y los 54.500 metros cuadrados, y sumadas equivaldría a la extensión del principado de Mónaco. Están situadas cerca de la bahía de Vize, al noreste del archipiélago de Nueva Zembla, entre los mares de Barents y de Kara.
Las nuevas islas fueron vistas por primera vez a finales del 2016 por Marina Migunova
Las nuevas islas fueron vistas por primera vez a finales del 2016 por Marina Migunova, hoy ingeniera oceanográfica de la Flota del Norte y entonces estudiante de la Universidad de Navegación Marítima e Interior de San Petersburgo. Estaba analizando fotos de satélite del glaciar Nansen (o Vilka) para su trabajo de fin de carrera. No se habían descubierto antes porque dicho glaciar las cubría.
Según esta universidad, entre el 2015 y el 2018 sus especialistas han contribuido al descubrimiento de más de treinta islas en Nueva Zembla y en la Tierra de Francisco José. Pero aún no están en los mapas porque es necesario verificarlo y anunciarlo oficialmente. “Las islas se considerarán oficialmente descubiertas al pisarlas los científicos. Debe quedar claro si es tierra firme o, por ejemplo, partes del glaciar”, explicaba a la agencia Tass Alexéi Kornis, jefe de Hidrografía de la Flota del Norte, en junio, al preparar la expedición.
El norte ruso era tierra casi olvidada hasta la llegada del calentamiento global. Durante la guerra fría, en Nueva Zembla el ejército soviético probaba sus bombas de hidrógeno, incluida la bomba Zar, la más grande jamás detonada. Pero la retirada del hielo facilita el acceso a los recursos minerales e hidrocarburos del subsuelo y el fondo oceánico, lo que ha despertado el interés por esta región en los países ribereños y en otros más alejados, como China.
Rusia lleva años promocionando la ruta comercial del Norte, alternativa al canal de Suez en el transporte de mercancías por barco entre Europa y Asia. Moscú también ha comenzado a aumentar su presencia en su territorio ártico, con nuevas bases militares. Y ha instalado plataformas petrolíferas con las que ha cosechado críticas y conflictos con las organizaciones ecologistas.
En el 2013, Rusia detuvo a un grupo de activistas de Greenpeace por asaltar la plataforma Prirazlómnaya en el mar de Pechora. Y el mes pasado envió a la región de Chukotka la única central nuclear flotante del mundo, llamada Académico Lomonósov. Los grupos ecologistas la bautizaron como “el Chernóbil flotante”.
La expedición hidrográfica de la Flota del Norte partió el 15 de agosto y tiene previsto seguir hasta finales de septiembre. Además de las investigaciones previstas, quiere emular parte de los viajes de los primeros exploradores: el austrohúngaro Julius von Payer, que en 1873 descubrió y dio nombre a la Tierra de Francisco José en honor a su emperador; el británico Frederick George Jackson y el navegante ruso Valerián Albánov.
(fuente:la vanguardia)