River y Boca empataron en el Monumental
Boca fue al Monumental a hacer un adelanto de la ida de la Copa Libertadores. Un ensayo de la serie de octubre. Un planteo muy cauteloso, ultra-conservador, con la pretensión de que no pase nada y llevar la llave abierta a la Bombonera. Se olvidó Boca de que llegaba como uno de los punteros de la Superliga, renunció de arranque a todo lo que no fuera apretarse y achicar espacios en su campo. Alfaro desempolvó uno de esos esquemas que utilizaba con Atlético Rafaela o Quilmes cuando enfrentaba a algún grande. El tema es que Boca, aun teniendo lesionados a Salvio, Ábila y Zárate, igual le ofrece recursos para ser más ambicioso.
Tevez habría recibido con mucho desagradosu inesperada suplencia. Su rostro apagado no desmentía esa sensación. Viendo desde el banco lo que fue Boca en el primer tiempo quizá haya entendido por qué no fue titular. El esquema de Alfaro no tenía reservado ningún espacio para los arrestos de grandeza que el Apache todavía puede sacar a relucir en el crepúsculo de su carrera. Tevez ingresó faltando 15 minutos, caminando, como si estuviera desganado. Le quedó un tiro libre sobre la izquierda que exigió una buena atajada de Armani. Sus últimas actuaciones eran merecedoras que algo más que los minutos residuales.
El superclásico se escenificó dentro de lo imaginado. River, a pesar de tener un día menos de descanso que su rival por la programación de la Copa Libertadores, asumió la iniciativa y el desgaste. Lo de Boca fue más avaro de lo que podía preverse. Los volantes, con Marcone y De Rossi en el doble pivote, se pararon cerca de los centrales. Capaldo, uno metros más adelante para romper la salida de Enzo Pérez o Palacios. A la derecha, Soldano tenía la misión de tapar las proyecciones de Casco y achicar hacia atrás hasta encimarse con el desmañado Weigandt para ayudarlo en la cobertura sobre De la Cruz. Cerca de los 30 minutos, Soldano pasó a la izquierda para hacer un trabajo similar con Fabbra.
River tuvo el control y el dominio, le faltaban claridad y profundidad en los últimos metros, le costó mucho penetrar en el bosque de piernas xeneizes. Y cuando se hizo un lugar para sacar algún remate se encontró con la firmeza habitual de Andrada. Los centrales Lisandro López e Izquierdoz trabajaban a destajo; el desarrollo, una y otra vez, caía en sus inmediaciones.
Desde las tribunas no solo bajaban las burlas por la final de Madrid, sino también las que provocaba este nuevo modelo futbolístico de Boca: «Equipo chico la p.». El equipo de Alfaro solo salía con pelotazos a la cabeza de Soldano o al espacio para Hurtado, delanteros que se debatían en la soledad. Cada vez que Boca debía reponer el juego por una interrupción, la vida quedaba suspendida. Hubo un momento en el que Rapallini se cansó y amonestó a Andrada por demorar. La única preocupación de Boca era poner el partido en un freezer. Hasta De Rossi, que venía mostrando mando y presencia, se mimetizó en la mediocridad generalizada.
Entre el no querer de Boca y la búsqueda impotente de River, el superclásico era bastante chato. No cambió en el arranque del segundo tiempo. River estuvo un poco más cerca del gol con dos intervenciones en el área de Martínez Quarta y un remate de Palacios. Tuvo que mediar una mala salida de Martínez Quarta para que Boca dispusiera de un disparo al arco con ciertas pretensiones a través de MacAllister.
Rapallini desentonó tanto como el partido. Dejó dudas en una infracción de Capaldo a Casco en la entrada al área, fue permisivo con un planchazo de Hurtado a Paulo Díaz y le perdonó la segunda amarilla a Enzo Pérez.
Con la rueda de los cambios, al ingresar Villa (se paró sobre la izquierda) por Hurtado, Soldano se ubicó de centro-delantero. El esforzado Pratto se había fajado toda la tarde con los centrales y le dejó su lugar a Suárez. Alfaro pensó que no estaría mal tener un poco la pelota y mandó a la cancha a Reynoso.
En una de las pocas ocasiones que River encontró espacio en el área de Boca, Borré definió débil ante un Andrada que hace rato no se equivoca. El conjunto de Alfaro se tomó un respiro en el final; con un par de corridas de Villa, por unos minutos jugó en campo local. Con algunas ráfagas, el colombiano fue al frente como ninguno de sus compañeros. Fue 0-0, como quiso Boca, como no lo pudo impedir River. Apretado y feíto, preámbulo de la Copa Libertadores, que está claro que no deparará partidos como cuando Gallardo tenía del otro lado al atrevido Guillermo Barros Schelotto.
(Fuente: LaNacion)