Las dificultades del candidato de Todos
La probabilidad de que Alberto Fernández sea presidente tiende a la unidad. El candidato realizó dos pedidos, que no se gasten las reservas y reestructurar los vencimientos de deuda. El primero en parte se hace efectivo con la aplicación del control de capitales y el reperfilamiento de las letras de corto plazo. Algo que, si bien no es del agrado de Mauricio Macri, está dispuesto a pagar el costo político a cambio de calma.
Lo segundo es lo complicado. El mercado refleja en sus precios que la reestructuración será con quita. Las paridades de los títulos muestran eso.
Pero lo más complicado será pretender impulsar el gasto público al mismo tiempo que se reestructura la deuda. Más aún, si las futuras autoridades mantienen su posición de no pedirle permiso al FMI para aumentar el gasto público. Decisión que suena coherente en términos de soberanía, pero no en lo que se refiere a solvencia fiscal.
Alrededor de 30/35 puntos de los que sacará Alberto Fernández son de la expresidenta y ese núcleo podría restarle apoyo a su mandato e incluso repudiar la deuda. Es por ello, que el candidato con más chances de ganar la elección de octubre, necesita ampliar la diferencia que sacó en las PASO. Esos puntos adicionales serían de votantes propios.
La renegociación de la deuda necesitará apoyo de los organismos internacionales y del Congreso. La tarea del Ejecutivo será difícil para cualquiera sea el que esté al mando.
Argentina refleja problemas de solvencia además de liquidez, el país no crece hace diez años y la deuda en un país que no crece se torna impagable. El crecimiento y la posibilidad de volver a tener acceso en un plazo no tan largo al mercado de deuda dependerán de reformas profundas que se deben hacer y que se debaten desde hace mucho tiempo en el país. Fernández sabe que esas exigencias llegarán y la base de sustentación no podrá ser nuevamente la porción del electorado que corresponde a Cristina Kirchner.
Quizás por esas cuestiones de la política, Fernández cambie drásticamente de decisión y termina acatando las recomendaciones del FMI. Este último podría actuar como el puente conector con los inversores internacionales que aún recelan de un gobierno que tiene a Cristina Kirchner como segunda en la línea de sucesión.
El equilibrio entre los tiempos de la política interna y los tiempos que exige el mercado podría estar descalzado y generar tensiones. La gobernabilidad no es fácil cuando el Rey es puesto. Por otro lado, seguramente rápido de reflejos, el candidato del Frente de Todos estará trazando la estrategia para no tener estos problemas.
Queda como incógnita como resolverá el problema de asignar las prioridades en una economía en las que operan todas las restricciones, es decir, no se puede emitir dinero, no hay más acceso endeudamiento, no hay posibilidad de pasar gasto a las provincias, etcétera. Desde lo económico, no hay margen para hacerse el distraído esta vez.
(FUENTE:EL ECONOMISTA)