“La estabilidad cambiaria descansa sobre bases frágiles”
En diálogo con El Economista, Federico Moll (Director de Investigación Económica de Ecolatina) habla sobre todos los temas del momento: la marcha de los precios, el riesgo de una espiralización de la nominalidad, el valor del dólar y las recientes medidas económicas, el 2020, la posibilidad de un cepo más férreo y la utilidad de un acuerdo económico.
¿Qué proyecciones de inflación tienen para agosto, septiembre y lo que queda de 2019?
Agosto va a marcar el fin de la desaceleración que vimos entre abril y julio. Vemos una inflación en torno a 4% que, si bien no es tan alta en relación al salto cambiario, sí deja un arrastre importante para septiembre. Es que en la primera quincena del mes veíamos un aumento de precios cercano a 2% y en la segunda saltó a valores superiores al 6%. Esto deja un efecto arrastre cercano a los 2 puntos y, en ese marco, difícilmente septiembre muestre números menores a 5%. Para lo que queda del año vemos, en la medida en que el mercado cambiario se mantenga controlado, una inflación que no penetraría el 3% y llegaría a valores cercanos a 50% para fin de año, bastante lejos del 40% que esperábamos antes de las elecciones.
¿Hay riesgo de ingresar en un nuevo régimen inflacionario aún más alto?
La carrera nominal dependerá de la evolución de los salarios y del tipo de cambio. El riesgo de entrar en un espiral tipo de cambio-precios-salarios se redujo considerablemente luego de las políticas implementadas por el nuevo equipo económico, pero esto no descarta que la economía se estabilice en niveles de inflación superiores a los actuales. La nominalidad con la que entraremos a 2020 dependerá de la estructura que tomen los arreglos paritarios de los próximos meses. Si los sindicatos y el Gobierno avanzan en aumentos salariales mensuales o ajustados por la inflación pasada la nominalidad puede aumentar peligrosamente. En ese sentido, es llamativo que los sindicatos se muestren poco confrontativos en una situación en la que el salario real está perdiendo cerca de 7% interanual y acumula una caída de más de 18% desde mediados de 2017, contracara de los movimientos del tipo de cambio real en el periodo. Creo que esta actitud por parte del sindicalismo busca no ponerlos en un lugar de conflicto con un Gobierno debilitado y podría ser una señal de cooperación con el Gobierno entrante.
Las medidas del nuevo ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, parecen haber anclado el dólar en la zona de $55-58. ¿Cree que se mantendrá y demandará más medidas restrictivas, como un cepo más férreo?
La estabilidad cambiaria alcanzada en estas semanas descansa sobre bases frágiles y dependerá de la confianza de los agentes. En ese sentido, el rol de Alberto Fernández, como virtual Presidente electo, es clave. Cada vez que él decidió confrontar con el Gobierno, criticar duramente el esquema económico o poner en duda la relación con el FMI esto se sintió en el mercado. Obviamente, el set de medidas instrumentada aísla parcialmente al mercado cambiario de los vaivenes políticos, pero la capacidad de daño todavía es elevada. No creo que el cepo se vaya a endurecer durante los próximos meses, pero es difícil que se mantenga de esa manera con el cambio de Gobierno. Será clave el seguimiento de la brecha. Si crece incentivará a los trabajadores formales, para los que prácticamente no hay limitaciones, a dolarizar parte de la masa salarial y liquidar esos dólares en el mercado paralelo. La masa salarial del sector formal supera los US$ 3.000 millones por mes y puede transformarse en una demanda de divisas significativa en un contexto en el que la única oferta será el superávit comercial.
Hablemos un poco de 2020 y las opciones del probable próximo presidente: Alberto F. ¿Qué dilemas enfrentará?
Los márgenes de maniobra son pocos y no están concentrados solo en la cuestión económica. Hay dudas sobre el contexto político en el cual deberá moverse Alberto Fernández. ¿Cuán homogéneo es el armado con el cual llegará al poder? ¿Cuánto poder tendrá realmente sobre un congreso lleno de actores que no le responden directamente a él? Sobre esto se estructuran los condicionantes económicos. Argentina no está en una situación imposible de resolver, pero para salir deberá caminar por un sendero relativamente estrecho en el que cualquier desvío será duramente penalizado. Esto es lógico. Hoy la carga de la prueba está en Alberto: él tiene que demostrar que no es un apéndice del kirchnerismo y que si lo es este cambió. Ahora bien, si logra esto la recompensa puede ser alta. Si el mercado lo ve en control de la situación y estructurando un set de políticas razonable puede darse vuelta y apoyarlo. La situación social que va a recibir será delicada producto de dos saltos cambiarios en años consecutivos. Se especula con que la pobreza superará el 35% y sabemos que no es una situación de la cual se pueda salir “poniéndole plata en el bolsillo a la gente”. Faltan pesos para aumentar las transferencias sociales y dólares para aumentar el consumo.
¿Asigna alguna utilidad a un acuerdo económico y social entre Estado, empresas y sindicatos y qué requisitos debería tener?
Creo que este tipo de herramientas son útiles en la batalla contra la inflación. Si algo nos confirmó este período fue que la inflación es un fenómeno complejo que no debe atacarse desde un solo frente. Frenar la inflación penalizando a la actividad no da frutos y no hay herramienta única que solucione el problema. En ese marco, los acuerdos sociales pueden servir como parte importante de un plan más amplio que tenga a la cuestión fiscal y monetaria como protagonistas. Es más fácil reducir la inflación cuando todos creen que esto sucederá, cuando las expectativas se coordinan a la baja. Para eso es clave que los distintos actores acuerden un sendero decreciente en el que los precios relativos no varían abruptamente ni buscan posicionarse en un nivel que no es de equilibrio. Para esto se necesita un poder político que tal vez Alberto no tiene ni tendrá.
(fuente:el economista)