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El miedo al Kirchnerismo le da puntos al Macrismo

Desde que Argentina modificó su Constitución en 1994, los presidentes que se han presentado a la reelección han revalidado el cargo con comodidad. Ese fue el caso del peronista Carlos Menem en 1995, cuando obtuvo el 49% de los votos, y de Cristina Fernández de Kirchner en 2011, que ganó con un aplastante 54% frente al 16,8% de Hermes Binner. A finales de 2017, después de la victoria del macrismo en las elecciones legislativas de mitad de mandato, el camino parecía allanado para que Mauricio Macri ganase también las presidenciales de 2019.


La crisis económica que comenzó medio año después complicó sus aspiraciones y ha dejado abierto el desenlace, que tendrá una primera prueba este domingo, en las elecciones primarias. Macri ha centrado su campaña en pedir a los electores que no vuelvan al pasado, consciente de que la mala imagen de Fernández de Kirchner, que compite como candidata a la vicepresidencia en una fórmula liderada por Alberto Fernández, es uno de los motivos que lo mantiene con vida en la carrera presidencial.


“La falta de seguridad de que Macri será reelegido está causada por la economía”, asegura la politóloga María Esperanza Casullo. Sin embargo, si los argentinos votasen solo con el bolsillo, “el resultado sería 90 a 10” a favor del Frente de Todos, la coalición de los Fernández, opina Raúl Aragón, responsable de la consultora política Raúl Aragón & Asociados, que a principios de mes daba cinco puntos de ventaja al kirchnerismo. Otros sondeos reducen la diferencia a tres puntos. Para Aragón, entre los votantes de Macri hay un núcleo duro antiperonista y otro “que cree el discurso oficialista de que si volvemos con el kirchnerismo Argentina se convertirá en Venezuela”.

EN LA RECTA FINAL F.R.M.

La campaña para las elecciones primarias abiertas y obligatorias de este domingo en Argentina está cerca del final. Mauricio Macri cerrará este jueves con un mitin en Córdoba (centro), en un intento por mantener el millón de votos que en 2015 obtuvo de ventaja frente al kirchnerismo. La crisis ha quitado fuelle a su candidatura en ese distrito clave, el segundo más grande del país, y el presidente intentará sumar votos de última hora entre los indecisos y desencantaos con su gestión.

Sus principales rivales, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, han cerrado su campaña anoche en Rosario, la ciudad con mayor población después de Buenos Aires y Córdoba. Los candidatos se aprestaban anoche a reunir una multitud frente al monumento a la Bandera, ubicado en el margen del río Paraná, un sitio tradicional de grandes concentraciones políticas. Para el aspirante a la presidencia por el kirchnerismo, la visita a Rosario fue mucho más que un mitin.

Por la mañana, Fernández se sacó una foto junto a 12 gobernadores peronistas, ante quienes se comprometió a apoyar las economías regionales en caso de llegar al poder el 10 de diciembre. La imagen fue una exhibición de fortaleza junto a los dueños del poder territorial del partido que representa.

A principios de año, cuando aún no estaban definidas las candidaturas y las encuestadoras preguntaban si votarían a Macri o a Fernández de Kirchner el resultado era similar: cerca del 60% los rechazaba a los dos. La tercera vía parecía tener grandes posibilidades de progresar, pero al final quedó ahogada por la polarización. El exministro de Economía Roberto Lavagna, el candidato de esa opción centrista, no logró impedir las fugas de grandes referentes a los dos espacios principales.

“Lavagna no tiene territorios, no tiene votos y no tiene centros de poder”, opina Mariel Fornoni, directora de la consultora Management & Fit. “Esa tercera opción no prosperó porque eran tan fuertes los polos que impidieron que creciese”, continúa Fornoni. Lavagna cuenta con una intención de voto de en torno al 10%. Para esta analista, el factor principal que parece decidir el voto en esta elección “es el miedo a que gane el que no quiero que gane. Macri tiene mucha intención de voto porque existe Cristina Fernández de Kirchner, y al revés”.


Diferencias


Durante la campaña, los rivales se han esforzado por marcar las diferencias. Macri reitera la necesidad de no volver a un pasado marcado por la corrupción, ejemplificada en los procesos judiciales que enfrenta a la expresidenta y otros ex altos cargos de su Gobierno. E intenta llevar el voto a una elección entre democracia y autoritarismo, con referencias a Venezuela. Alberto Fernández pone la economía en el centro de la escena y recuerda la gran pérdida de poder adquisitivo sufrida durante la gestión de Macri, producto de la inflación y el derrumbe de la actividad económica. Al retroceso generalizado de los salarios se le suman los aumentos del precio del transporte, luz, agua y gas.


“En las campañas hay dos apuestas. La de Macri se lo juega todo al no retorno del kirchnerismo al poder. Ya no le dice al votante ‘vas a vivir mejor, habrá más obra pública’, le dice ‘no podemos volver atrás’. La apuesta del espacio kirchnerista es deskirchnerizarse”, subraya Casullo, para quien el votante de Macri minimiza el deterioro de su economía porque ha hecho suyo el discurso oficialista que le pide “un sacrificio para lograr un futuro mejor”.


El núcleo duro de los votos macristas está conformado por personas de nivel socioeconómico alto y medio-alto, con epicentro en la capital de Buenos Aires —que gobierna desde 2007— y fuerte respaldo en regiones agrícolas como el interior de la provincia de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Los peronistas son más fuertes en las clases populares, entre los jóvenes y en el conurbano bonaerense, el norte del país y la Patagonia.


En un escenario tan incierto, los candidatos apuran hasta el final la búsqueda de votos porque muchos indecisos se decantan “en las últimas 48-72 horas por lo que les pase a ellos y a su entorno”, destaca Mariano Vila, director de la consultora LLYC en Buenos Aires. El resultado de las primarias también será decisivo: con lo que se puede considerar un gran sondeo nacional, los partidos y coaliciones en liza perfilarán sus campañas definitivas.

(FUENTE: EL PAÍS)