Hammond, liderará la oposición al nuevo primer ministro UE
Si Theresa May se encontró con una Administración ingobernable por su precaria minoría en los Comunes y las complejidades del Brexit, Boris Johnson va a heredar una situación aún más complicada si cabe, ante la perspectiva de una salida sin acuerdo de la Unión Europea y el carácter divisivo de su persona. Hasta hoy (si se cumplen todas las quinielas) no será líder conservador y hasta mañana no jurará como primer ministro, pero el rosario de dimisiones ya ha comenzado con la salida del secretario de Estado del Foreign Office, Alan Duncan. Y no es más que el principio.
Antes que ser cesados y que asumir la responsabilidad colectiva de un portazo a la UE el 31 de octubre como baza negociadora, han anunciado su decisión de marcharse el ministro de Finanzas, Philip Hammond, y el de Justicia, David Gauke, dos de los pesos pesados del gabinete. Tampoco continuarán el titular de Negocios, Greg Clark, y el de Desarrollo Internacional, Rory Stewart, partidarios de la permanencia en la Unión Europea, o cuando menos de un Brexit ordenado. Si Theresa May intentó gobernar con un cóctel de leavers y remainers (esa cuadratura del círculo le resultó imposible en la práctica), Johnson sólo quiere a su lado hombres y mujeres leales a su causa, dispuestos a tirarse si es necesario al precipicio con tal de dejar Europa la noche de Halloween, aunque sea despertando a los fantasmas.
El secretario de Estado, Alan Duncan, renuncia por la “tragedia de la salida de la Unión Europea”
En su carta de dimisión, Duncan lamentó “la tragedia del Brexit” y “la negra nube” que ha dominado la gestión de Theresa May, “impidiendo que Gran Bretaña realice su pleno potencial como la fuerza política e intelectual dominante” que podría haber sido en los tiempos turbulentos que corren, de haber permanecido conectada a sus aliados europeos naturales en vez de buscar una equidistancia imposible entre la UE y los EE.UU. de Trump.
Esa contradicción resulta evidente en la crisis con Irán. Downing Street quiere salvar el acuerdo nuclear con Teherán, pero sin el entusiasmo de Francia y Alemania. Al mismo tiempo, se resiste a aceptar la oferta norteamericana de una flota internacional que patrulle el estrecho de Ormuz, pero aceptó la “sugerencia” de Washington de capturar el petrolero Grace 1 en Gibraltar con la participación de los Royal Marines, dando por buenas las informaciones de la CIA de que su crudo iba destinado a Siria en violación de los términos del embargo vigente. Londres hace ruido como si todavía fuera una potencia imperial, pero los brutales recortes en defensa han hecho que sólo disponga de una fragata activa en el Golfo, insuficiente para proteger a sus navíos .
Los primeros cien días de Boris se cumplirán poco después del 31 de octubre, la fecha en la que ha prometido sacar al reino de la UE a no ser que sus interlocutores hagan concesiones difíciles de imaginar en el tema de la frontera irlandesa y la permanencia en la unión aduanera. De aquí a entonces se verá si es que iba de farol y al final pide una nueva prórroga, convoca elecciones o un segundo referéndum, o si cumple con la amenaza de marcharse dando un portazo. Bruselas anunció ayer un paquete multimillonario de ayudas a Dublín para parar el golpe en ese último escenario, una clara declaración de intenciones. O si el Parlamento le impide cumplir sus designios. La mayoría conservadora es de sólo tres escaños, a todas luces insuficiente para sacar adelante toda la legislación que requeriría un Brexit duro.
Hammond, el resto de ministros dimisionarios y una veintena de diputados tories han indicado su disposición a impedir una salida sin acuerdo, y si es necesario votar contra su propio Gobierno en una moción de censura. La estrategia de Johnson y sus seguidores va a ser presionarlos con el argumento de que su “traición” abriría las puertas al “comunista” Corbyn, y los votantes conservadores nunca se lo perdonarían. Puestos a elegir entre un Brexit por las bravas y la llegada del Labour, ¿por qué optarán?
El ex primer ministro Tony Blair, en un artículo en The Times, opina que la única salida posible al dilema es un segundo referéndum con la opción de la permanencia en la UE, y recuerda que la actual encrucijada es responsabilidad de Theresa May, por prometer al mismo tiempo tres cosas imposibles: salir del mercado único y la unión aduanera, un comercio sin fricciones entre las dos Irlandas, y que el Ulster continúe sujeto a las mismas tarifas, regulaciones, aranceles y normativas que el resto del Reino Unido. Una ecuación imposible de resolver.
Los muebles del número 10
Boris Johnson está tan seguro de su elección como nuevo líder tory que ha solicitado que el número 10 de Downing Street sea amueblado con dinero de los contribuyentes, incluidos una cama y un sofá, con la excusa de que no tiene piso desde su separación matrimonial (se supone que compartirá residencia con su novia, Carrie Symonds, a pesar de la reciente pelea en que ella lo echó de casa). En su última columna semanal en el Daily Telegraph antes de alcanzar el poder, ha insistido en que el problema de la frontera irlandesa puede resolverse “con optimismo, imaginación y nuevas tecnologías”, un escenario descartado por los negociadores de la UE en múltiples ocasiones. Johnson cuenta con un empujón de popularidad en los próximos días, y tiene previstos encuentros con Angela Merkel y Emmanuel Macron para explorar “nuevas vías”.
(FUENTE: LAVANGUARDIA)