El objetivo del “sueño chino” es restaurar China a su posición natural
Uno de los grandes enigmas de principios del siglo XXI es predecir cómo será el orden mundial a mediados de siglo. Aunque damos por supuesto que el estudio de escenarios futuros está dominado por Occidente, esas visiones estratégicas también gozan de amplio predicamento en China. Poco después de acceder al cargo a finales del 2012, Xi Jinping se unió al debate sobre tendencias y desafíos futuros declarando que su “sueño chino” era el “gran rejuvenecimiento de la nación china”. Más tarde, añadió que para “satisfacer el sueño chino del gran rejuvenecimiento de la nación china, debemos lograr un país rico y poderoso, la revitalización de la nación y la felicidad del pueblo”. Y esbozó una hoja de ruta para satisfacer ese sueño chino: el proyecto de los “dos siglos”, que en muchos aspectos es análogo al análisis estadounidense oficial sobre futuros estratégicos, el informe Global Trends 2035 del Consejo Nacional de Inteligencia.
El “primer siglo” es el centenario de la fundación del Partido Comunista de China en el 2021: el objetivo es que China “complete la construcción de una sociedad moderadamente próspera” que incluya en el 2020 la duplicación del PIB per cápita del 2010. El partido-Estado ha concretado ese objetivo económico general con la promesa de un conjunto de “grandes proyectos”: tasa de urbanización de un 60%, estación espacial china, llegar a ser una “superpotencia de internet”, transición a la energía limpia y un primer portaaviones enteramente construido en China. De modo que, en el 2020, China promete ser una potencia regional con importantes capacidades de poder blando y duro.
Los grandes proyectos chinos para 2020 son: tasa de urbanización de un 60%, estación espacial, ser una superpotencia de internet, transición a la energía limpia y un portaaviones fabricado en China
El “segundo siglo” es el centenario de la fundación de la República Popular China en el 2049; su objetivo a largo plazo es que China sea un “país socialista moderno próspero, fuerte, democrático, civilizado y armonioso”. Uno de los objetivos es que China no sólo sea un país rico con uno de los mayores PIB del mundo, sino que tenga una población rica que disponga del máximo PIB per cápita. Muchos intelectuales públicos han añadido un conjunto de objetivos concretos: superar a Estados Unidos en términos económicos, sociales, culturales y políticos en el 2035.
El escenario 1 examina las continuidades entre la consigna del “sueño chino” de Xi y el relato del “mundo armonioso” del anterior presidente Hu Jintao para situar dónde estará China en el 2020.
Escenario 1. Convergencia a través de la multipolaridad y múltiples civilizaciones
El objetivo de China, según Hu Jintao, es “construir un mundo armonioso de paz duradera y prosperidad común”. En ese nuevo orden mundial, coexistirán en la comunidad global diferentes civilizaciones, con lo que la “humanidad será más armoniosa y nuestro mundo más variado”. Aunque Hu Jintao usa el exótico léxico de la civilización, ésta se postula como “diálogo de civilizaciones” más que como “choque de civilizaciones”: la política del mundo armonioso evita de modo deliberado desafiar el actual sistema internacional. Aquí China no es una amenaza; la armonía mundial es la piedra angular de la estrategia de desarrollo pacífico de Beijing que promete oportunidades que beneficiarán a todos en el mundo.
La política del mundo armonioso es, pues, prueba de la socialización de China por medio de su recurso cada vez mayor a la diplomacia multilateral. A medida que su economía y su sociedad se van integrando en el sistema internacional, Beijing aprende las normas y reglas de la sociedad internacional. Algunos sostienen incluso que China es más una potencia del statu quo que Estados Unidos; por ejemplo, en Davos 2017 Xi Jinping defendió la globalización frente al proteccionismo de Trump.
La política del mundo armonioso no es polémica: emplea la diplomacia convencional para proteger la soberanía nacional de China operando dentro del sistema de las Naciones Unidas. China es aquí una potencia responsable, no en el sentido positivo de buscar dirigir el mundo sino en el sentido negativo de no intentar desordenar el mundo.
Sin embargo, no desafiar el sistema no significa que China acepte el poder unipolar estadounidense. Al contrario, al hablar de civilizaciones múltiples se subraya que China prefiere un orden mundial multipolar. En este sentido, Beijing desea que el sistema internacional opere mejor para construir un mundo más ordenado y próspero.
La convergencia aquí no se aplica a los valores y pone en cuestión el relato de la democratización global.
Aunque las declaraciones públicas de Xi respaldan el relato del “diálogo de civilizaciones” de Hu Jintao, el “sueño chino” también apunta a la mentalidad del “choque de civilizaciones” entre Oriente y Occidente. En lugar de apuntar a ideologías universales para la humanidad (como el “mundo armonioso”), la visión de Xi se centra en la identidad única de China: como muestran los discursos de Xi, el “sueño de China” moviliza el “espíritu chino” y la “fuerza china” para que sigan la “senda china” a la “solución de China”. Se trata de algo más que el nacionalismo popular de las décadas de 1990 y 2000: forma parte de la evolución de las ideas/la identidad desde la estrategia defensiva orientada hacia dentro del esperar escondido hasta una estrategia ofensiva orien-tada hacia fuera que implica la difusión del “sueño chino” al exterior en tanto que idea global, cuando no como ideología universalista.
El objetivo del “sueño chino” es restaurar a China a su posición natural en el centro del mundo, con un nuevo confucianismo que valora el orden sobre la libertad, la ética sobre la ley y el gobierno de la élite sobre la democracia y los derechos humanos
El “sueño chino” incluye ahora un “sueño asiático pacífico” y un sueño mundial que busca rehacer la región y el planeta a imagen de China. Aquí el futuro de Asia está definido por el pasado imperial de China. Entre los intelectuales públicos chinos hay un amplio debate sobre el sistema “todo bajo el cielo” (Tianxia, el Celeste Imperio) como modelo para el siglo XXI: supone el desplazamiento desde el modelo de las Naciones Unidas basado en un sistema internacional de Estados-nación legalmente iguales hasta un sistema tributario jerárquico centrado en Beijing. El objetivo del “sueño chino” es restaurar a China a su posición natural en el centro del mundo, una posición puesta en entredicho por Occidente a principios del siglo XIX. Esa nueva interpretación del sistema jerárquico del confucianismo valora el orden sobre la libertad, la ética sobre la ley y el gobierno de la élite sobre la democracia y los derechos humanos.
El propio Xi Jinping empezó a seguir ese guión cuando habló en el 2014 del “sueño asiático-pacífico”. Ese sueño no es como la retórica del “siglo del Pacífico” de la década de 1990, que seguía la lógica de la globalización para describir los intercambios económicos y sociales transnacionales que vinculaban a agentes no estatales por toda la cuenca del Pacífico. El “sueño de Asia-Pacífico” es más continental y sinocéntrico; y, como veremos más abajo, más centrado en el Estado. Integra la región euro-asiática-Pacífico en torno a Beijing por medio de la iniciativa Una Franja, Una Ruta que está financiada por el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura.
Las implicaciones de suma cero para la seguridad de la estrategia del “sueño de China”/“sueño de Asia-Pacífico” se pusieron de manifiesto en la crítica de Xi a la actual arquitectura de seguridad de Asia, que está basada en alianzas con Estados Unidos: según declaró, los problemas de seguridad de Asia deberían “ser resueltos por los propios asiáticos”. Esa afirmación se interpretó de modo generalizado como una estrategia de Asia para los asiáticos que excluye a Estados Unidos. Complementa las campañas internas de “choque de civilizaciones” de Beijing contra los valores occidentales, la democracia, la sociedad civil y el constitucionalismo, que han reducido de modo significativo la sociedad civil china.
(Fuente: La Vanguardia)