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Un café en el centro

La economía fue la gran responsable del derrumbe de la imagen del Gobierno desde el segundo trimestre de 2018. Meses antes, en las elecciones de 2017, la marea amarilla había tapado el país. Cambiemos tenía la reelección abrochada y algunos llegaron a hablar del fin del peronismo pero, como dijo el Presidente, “pasaron cosas”: el dólar voló; la inflación saltó y el salario se hundió, arrastrando con él todos los indicadores del Gobierno.

La sangría en la imagen del Presidente no se detuvo, aunque encontró una resistencia nada desdeñable en la zona de 30% pero, en paralelo, una sigilosa Cristina Kirchner ascendía en las ponderaciones citadinas. A Mauricio Macri le “explotó” la crisis que ella incubó, pero pudo maquillar con cepos y demás artimañas non sanctas.

Promediando 2019, él y ella están en un terreno equilibrado. El reloj de arena se va quedando sin granos y entramos en la recta final. Aunque los coletazos de la crisis siguen acechando a la economía real y el país continúa con el respirador artificial de Washignton, la situación parece haberse estabilizado: el dólar, más allá del corcoveo de abril, se tranquilizó; la inflación vuelve a ubicarse en la zona inercial de 2-3%, tras el pico de 4,7% de marzo; el nivel de actividad parece haber encontrado un piso tras el derrape de 2018; hay algo más de lubricante monetario (Ahora 12, créditos de la Anses y nuevos salarios) y la tasa de interés sigue en la estratósfera, pero bajando de a pasitos. Llamarlo “veranito” es una falta de respeto para quienes la pasan mal (que no son pocos), pero, eso sí, ya no juega tan en contra y no es prohibitiva de una eventual victoria ajustada en las urnas. Todo es frágil, por cierto y la brecha contra lo prometido es enorme. Vale recordar que la inflación de 2019 debería haber sido 5% y no 40%, tal como proyecta el REM.

En el campamento Nac & Pop, la ayuda enemiga de 2018, combinada con un núcleo duro que nunca sacó los pies del plato, refrescó la competitividad. Aunque, por cierto, hay un techo, también. La apertura hacia el albertismo no generó un alud de votos; la mejora en el margen de la economía no ayuda a un discurso basado casi excluyentemente en las penurias de las Macrinomics y, por cierto, las memorias del segundo mandato de Cristina (que el propio Alberto pondera como malo) no se han borrado. Hoy, el Frente de Todos (ex Unidad Ciudadana) no cruza el 40%, aunque lleva 2-3 puntos de ventaja. Nada irreversible.

Según el asesor ecuatoriano de Macri, primará más el miedo (a Cristina) que la decepción (con Macri) mientras que el kirchnerismo piensa exactamente lo contrario. Igualmente, Cristina se muestra poco y lo hace en “modo herbívoro”, como el tercer Juan D. Perón.

La foto de los últimos días muestra, gracias a la mejora discreta de la economía (es una cuestión de variación y no de niveles) más que a la inclusión de Miguel A. Pichetto, un Macri recuperando algunas posiciones y emparejando la cancha. Tener los “fierros” del Estado es como tener un comodín: si se sabe usar, ayuda. El jefe de Estado corre desde atrás, como hizo en 2015 ante un Daniel Scioli que iba de banca.

Estructuralmente, y si no median “bombas”, la situación cambiará poco y nada hasta las elecciones. Los votos de Macri y Cristina son sólidos (menos “swingers” que los dirigentes, acaso) pero, a diferencia de los deportes, no hay empate y alguien tiene que vencer. El target hoy son los 15, quizás 20, puntos del centro, menos ideologizados, que decidirán sobre la chicharra y en base a su metro cuadrado. Los independientes. Por eso, todos buscan el centro, la moderación y el consenso es la palabra del momento. El que sea más convincente en esa búsqueda, levantará la copa.

Temor oficial por el 11-A

El Gobierno teme por el 11-A, fecha pautada para las PASO y, acaso, eso explica las renovadas críticas del universo amarillo hacia dicha instancia. El miedo es que la fórmula F-F termine arriba y, en concreto, en la zona de 40%. Si termina arriba, algo nada descabellado dado que hoy oscila entre 37-38% y hay más de 10% de indecisos, va a ser muy difícil el periodo hasta octubre. El temor es que ese resultado caiga mal en el mercado y el dólar salga de la larga siesta. Entre el 11-A y las generales, hay ¡11 semanas! Una eternidad en Argentina: más de 50 ruedas cambiarias. Ese eventual estrés cambiario puede ser perjudicial para Cambiemos porque avivaría la inflación, forzaría una suba de tasas y daría, nuevamente, la sensación de que no controla las variables. Además, si la fórmula FF termina en la zona de 40% el 11-A y, sabiendo que las generales amplifican el resultado de las PASO, el umbral de 45% no aparece como inalcanzable. Si eso ocurre, el pleito podría llegar a terminarse en primera vuelta. Ese el temor (muy lógico, por cierto) de Balcarce 50. “Viendo que entre las Paso y las elecciones primera vuelta hay 11 semanas (mucho), tiendo a pensar que en las Paso hay que votar a quien votarías en caso de balotaje. Esas semanas van a tender a ser de estabilización o de desestabilización, retroalimentando el resultado de las Paso”, dijo Mariano Flores Vidal (CEO de Megainver y ex Gerente General del BCRA con Federico Sturzenegger) en Twitter.

El dato: 6%

La tasa de aprobación de la gestión de Macri subió 6 puntos en junio, según Poliarquía. Así, pasó desde 28% hasta 34%. Niveles bajos aún para un Presidente que va por una reelección contra un peronismo virtualmente unificado. Eso mismo admite Poliarquía: ese 34% número es 16 puntos menor que el de junio de 2017. No es poco. Los motivos de la recomposición, según la consultora, son la caída de las expectativas de inflación y la mejora del consumo. No hubo “factor Pichetto”, a priori. La suba de 6 puntos de la primera quincena de junio es la tercera suba mensual más importante desde 2015. ¿Alcanzará?

(Fuente: El Economía)