La clasificación renovó el ánimo del equipo y fortaleció su espíritu.
“Nos dieron una vida”, aseguró Leo Messi. Y sí, hay señales de nueva vida en esas risas que se ven en las horas después a la clasificación. Hay señales de nueva vida en esos rostros más aliviados, menos tensionados, más distendidos. “Nos dejaron con vida y ahora tenemos que aprovecharlo”, agregó el capitán. Y justamente eso es lo que todos sienten, lo que todos ven, en lo que todos confían. Que a Río llegó otra Selección, otra Argentina, con pequeños resabios de una mejoría futbolística, pero fundamentalmente con otra mística. “No sabés la carga que se sacaron de encima estos pibes”, le dicen a Olé desde las entrañas de un grupo que cambió su atmósfera. Y que, ahora sí, empieza a creer…
Ante Qatar fue un triunfo quiebre. Un triunfo liberador. Un triunfo redentor para llegar en otro Modo, justamente, a la tierra del Cristo más famoso. Esa mochila que para muchos llegaba a esta Copa América con menos peso, y que cargaban sólo los tres históricos (Leo, Kun y Fideo), de repente se llenó de plomo. Y para todos. “Entramos un poco nerviosos porque teníamos que ganar sí o sí”, dijo Lo Celso, que en el Mundial lo sufrió desde el banco y que el domingo lo vivió en carne propia. Por eso, hasta Messi contó que fue muy difícil jugar en esas condiciones. “Por la necesidad, por la obligación y por el medio a quedar afuera”, dijo el capitán. Ya no era el temor a ser eliminados de la fase de grupos de un Mundial. Esto era, vale decirlo, superarse en el fracaso: quedar out en la primera ronda de una Copa América en la que se clasifican ocho de 12 equipos, con Qatar y Japón de invitados. Acaso, no hubiera existido un escalón más bajo.
Por eso no se festejó nada más que un triunfo. Ni siquiera, el inicio del cumple 32 del mejor jugador del equipo. Lo que se celebró post Qatar es esa sensación de que lo peor ya había pasado. “Ahora arranca la verdadera Copa”, dijo Otamendi, algo que repitieron varios. Sin embargo, lo que todos concluyeron en la intimidad, lo que todos entendieron ahí mismo, durante la cena que acompañó el desahogo, es que se había recuperado la confianza, la fe y, por qué no, la ilusión de llegar a una nueva final. “Esta camiseta, su historia, nos obligaba a cumplir sí o sí este objetivo de pasar a cuartos. Pero ahora vamos por más. Y los rivales saben que no dejamos de ser Argentina”.
Argentina. Esas nueve letras pesan. Todavía pesan. A pesar de todo, pesan. Hacia adentro. Pero también hacia afuera. Los jugadores saben que deben defenderlas de acuerdo al prestigio ganado. Pero los rivales son conscientes de que nunca es bueno tener enfrente al equipo de Messi, sobre todo si Messi no terminó de aparecer en toda su dimensión y más aún, si los terrenales a Messi, de a poquito empiezan a sacarse los temores de encima. “Tenemos muy buenos jugadores, muy buen pie, un ataque muy peligroso. Sólo tenemos que soltarnos más, jugar más. Y creo que después de esto lo vamos a lograr”, agregó Otamendi, en sintonía.
Si es cierto que la mística, como los equipos, se puede ir construyendo a medida que avanza el torneo, la Selección busca transitar ese camino. Incluso, el alivio no fue sólo por el Tsunami que no pasó, sino por el rival que se viene. Aunque hoy a este equipo le cuesta todo y más, el hecho de no tener que enfrentar a Brasil o a Uruguay en cuartos no deja de ser una buena señal. Aun cuando no se pudo vencer a Venezuela en los últimos tres partidos disputados (dos empates por Eliminatorias y una derrota en el último amistoso), es así. Porque la sensación es que, puesta en el mano a mano, Argentina adquiere otra fortaleza, otra dimensión, otra chapa. Aquí, en Río, jugó la primera de esas tres finales que luego se hicieron mochila. Aquí, a Río, llegó para dar otro paso que ayude a sacarse esa carga insufrible de una vez por todas.
(Fuente: Diario Olé)