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Inversores ven bonos argentinos como «incomprables»

Un arma de doble filo. Una movida arriesgada. Y, al mismo tiempo, necesaria. Así perciben los inversores extranjeros el tema que por estas horas acapara la atención del ambiente político argentino.

Un rápido sobrevuelo por la sede de los principales fondos basados en Wall Street deja a la vista la preocupación con la que es percibido el actual escenario. La gobernabilidad en los meses que faltan para las elecciones son monitoreadas bien de cerca por los principales bancos de inversión. Lo mismo que las encuestas que calientan el camino hasta las PASO, en el mes de agosto.

Se sabe: el gran «cuco» para las elecciones se llama Cristina Kirchner. Y, luego de ver las últimas encuestas, en las que CFK mide más que Mauricio Macri en el balotaje, los financistas no quieren correr riesgos: por eso mismo, el índice de «riesgo país» se estableció por encima de los 900 puntos.

En Wall Street, cada vez se escuchan voces más críticas hacia la estrategia de polarización de la Casa Rosada; y ahora crece el temor a que esta movida para rubricar un acuerdo con las figuras de la oposición no pase de una movida electoralista. En el sentido de que vuelva a profundizar la grieta y agrande, todavía más, la figura de la expresidenta.

El economista de un banco europeo, con presencia en Wall Street y con bonos de la deuda argentina en su cartera de inversiones, lo pone en estos términos: «Si sale mal, el Gobierno se habrá gastado la bala de plata que tendría para el caso de que vuelva a recalentarse el mercado cambiario», afirma, en diálogo con iProfesional.

«Ojo que puede dinamitarse un pacto político en serio, en caso de que la desconfianza empeore», sugiere otro analista, también desde Wall Street.

El escenario en la Argentina es analizado con rigurosidad por los principales bancos y fondos de inversión instalados en Nueva York. La mayoría de ellos fueron grandes compradores de las emisiones de títulos públicos entre 2016 y principios de 2018.

Uno de ellos resultó ser uno de los mayores suscriptores del bono «centennial», a mediados de 2017. Hoy en día, reconocen en esa institución, existe una gran preocupación por la economía argentina y por el desarrollo político. Y admiten que, más de una vez, aprovecharon una recuperación de los precios para vender algo de sus tenencias en Argentina.

«No nos sentimos cómodos con lo que está pasando. Y muchas veces no podemos justificar ante los directivos nuestra posición en una Argentina tan convulsionada. Y entonces vendemos a pérdida», comenta uno de los analistas que, cada mañana, poco después de sentarse en su escritorio y observar la apertura de los mercados globales, tiene dos reuniones: una con el «desk» (la mesa de operaciones) y otra con su jefe. Y ahí se definen la estrategia diaria.

 

El acuerdo político, motivo de desconfianza.

Resultó interesante lo sucedido justo antes del último fin de semana en Los Angeles. Un grupo de fondos de inversiones mantenía un cónclave para analizar la situación argentina. En simultáneo, comenzaron a trascender los primeros detalles de la intención de la Casa Rosada por convocar a un acuerdo de gobernabilidad a los líderes de la oposición.

La mayoría de esos operadores no comprendía el motivo que llevaba a Macri a ese llamamiento. Y, al contrario de lo percibido por el propio Gobierno, esa movida llevaba más confusión al mundillo de los negocios financieros.

«Desde que ganó Mauricio Macri en 2015, esta es la primera vez que me mantengo al margen. Es la primera vez que soy vendedor en un momento en el que se acomodan los precios», confiesa uno de los asistentes, según supo iProfesional de fuentes que asistieron a esa serie de reuniones entre financistas.

La cuenta que sacan esos operadores luce sencilla: «Mientras Macri tenga chances de perder la reelección, nosotros preferimos observar el proceso desde afuera. No queremos ser protagonistas aun sabiendo que los precios de los bonos resultan tentadores. Seguimos como testigos de lo que pasa. Aguardaremos a conocer el resultado final», afirma otro de los protagonistas.

Para terminar de comprender la postura y el desconcierto reinante en Wall Street respecto de las últimas decisiones de la Casa Rosada, vale la apreciación de uno de los fondos que intentó infructuosamente vender los títulos de deuda argentina: «No les creen a los candidatos de la oposición. Ni a Cristina Kirchner y tampoco a Roberto Lavagna, de quien los inversores conservan un mal recuerdo por la reestructuración de 2005».

Es más. Los financistas -tras las críticas de Sergio Massa y del propio Lavagna antes del fin de semana- interpretaron que fueron los dirigentes de la oposición los que rompieron los puentes hacia el acuerdo político. No están atentos a los detalles; por eso mismo, algunos banqueros locales interpretan como riesgosa a la jugada del Gobierno.

Puertas adentro, para el consumo mediático local, la búsqueda del consenso con los referentes de la oposición puede ser interpretada como una jugada audaz de la Casa Rosada, para aprovechar la quietud del mercado cambiario.

De hecho, no parece una mala idea reemplazar los carteles con la cotización del dólar en las pantallas de televisión por un debate sobre política donde se juega una posible reunión entre Cristina y Macri.

No hay dudas de que el Gobierno ha logrado sacar del medio el vértigo y la angustia por el precio del dólar y ganó el centro de la agenda pública con otra cuestión menos estresante.Ahora bien: a los ojos de Wall Street, ese recambio no resulta tan lineal. Para los financistas, la credibilidad de la clase política argentina -post default 2001- se ha reducido a un número parecido a cero. Es bajísima.

Y, contra lo que podrían argumentar en el primer piso de la Casa Rosada, la movida podría traerle algún dolor de cabeza adicional ya que -interpretan- «la estrategia le va a dar más centralidad a Cristina Kirchner», justo lo contrario de lo que les gustaría apreciar a los inversores internacionales.

De hecho, en algunas oficinas de Nueva York, ponen como ejemplo lo sucedido, días pasados, con Máximo Kirchner.

El hijo de la expresidenta aseguró en un acto público:»No me interesa el humor de los mercados financieros ni del Fondo Monetario Internacional. Van a tener que esperar en la Argentina, primero tenemos que poner por delante la enorme deuda interna que está generando este Gobierno».

Muchos analistas interpretaron de inmediato esa frase como la insinuación de un canje compulsivo de bonos y una renegociación hostil del acuerdo con el FMI.

Esos dichos contrastan con los que, en las últimas semanas, transmitieron -frente a inversores internacionales- Axel Kicillof y Emmanuel Álvarez Agis, los dos principales referentes económicos del espacio político kirchnerista.

Para los financistas, ese juego a dos bandas del kirchnerismo puedo ser un buen juego político (un discurso hacia adentro, para la militancia) y otros bien distinto para el consumo de los bonistas.

En ese juego de espejos, el diagnóstico de Wall Street es unívoco: bajo un mandato de Cristina, la crisis se espiralizaría ante la desconfianza inversora. Y que, ante esa situación, no quedaría otro camino que la reestructuración de la deuda.

 

El riesgo de un efecto boomerang.

En definitiva, se da la paradoja de que la jugada política ideada por el macrismo con el declarado objetivo de devolver tranquilidad a los inversores externos pueda tener un «efecto boomerang».

Acaso, quien haya dado la mejor explicación haya sido el propio Macri, quien durante la «semana histérica» de abril, en que el dólar se disparó y el riesgo país superó la marca de los 1.000 puntos, dio su visión sobre una volatilidad que consideraba injustificada: «Internacionalmente tuvimos apoyos de todos los países y líderes, pero los mercados son distintos. Son tipos sentados en una oficina con visión de oportunidad, que no conocen Argentina ni tienen por qué conocerla. Lo que pasa con el riesgo país es que dudaron de nuestra convicción a seguir nuestro camino. Pensaron que podemos volver atrás». Desde aquel momento, el Gobierno intentó varios golpes de impacto en la opinión pública -entre los que sobresalen el permiso del FMI para vender dólares cuando el Banco Central lo juzgue necesario- pero el riesgo país no ha mejorado ostensiblemente. Hubo una caída marginal hasta la zona de los 920 puntos, algo que todavía no alcanza como para decir que los fantasmas del default están disipados.

Y, efectivamente, los operadores están haciendo exactamente lo que Macri temía que harían. Tienen medio de que Argentina pueda volver a sus peores prácticas. Y al ver que Presidente convoca para un acuerdo a los opositores no juzgan que eso sea una postura de fortaleza, sino de debilidad.

(Fuente: Iprofesional)