Clarín despidió de sus puestos laborales a 65 personas
El grupo Clarín despidió 65 trabajadores y dejo en la calle a esas familias que, para muchas de ellas, era su única fuente de ingreso. Esta semana, la Comisión Interna decidió comenzar un plan de lucha para exigir las reincorporaciones que incluyó paro por tiempo indeterminado y el quite de firmas en las publicaciones de Clarín y Olé.
A primera hora del miércoles, el edificio de Clarín estuvo rodeado de vallas, con muchos efectivos policiales y con seguridad en los distintos pisos del edificio.
Compartimos la carta de Daniel Guiñazú, uno de los trabajadores despedidos:
«Somos de otros tiempos y hay que reconocerlo: hace rato que ya no les interesamos más a las empresas. Clarín lo hizo a su modo, con una bruta demostración de poder. Y como le sobra espalda económica, no tuvo problemas (ni pruritos) para poner en la calle de un plumazo a 8 periodistas deportivos expertos (y a 15 reporteros gráficos) todos entre los 45 y 50 años y con más de 20 y casi 30 en el diario, según lo viene mostrando por acá el gran Oscar Rubén Barnade. Formados en otros tiempos. Cuando el diario era el producto principal de la empresa, su más importante fuente de ingresos, y el único secreto era hacerlo mejor cada día, todos los días.
Fuimos la generación que protagonizó todos los cambios tecnológicos de los últimos 30 años, todos los rediseños, todas las readecuaciones y todas las grandes ideas que los llamados «gurues de las nuevas tecnologías» (al decir del Fino Claudio Aisenberg) vendieron y que los gerentes, los directores y los jefes compraron con gusto. Aprendimos el oficio escribiendo miles de carillas en las Olivetti y ahora escribimos en las pantallas de una compu si estamos en la redacción o en el chat de whatsapp de la sección, si estamos cubriendo un partido y hay que cerrar rápido. Pasamos cientos de notas por teléfono, por telex, por fax, por módem, por mail.
Siempre estuvimos ahí, siempre nos dispusimos a aprender, siempre nos adaptamos y nos reinventamos. Todas las veces que fue necesario. Acaso porque nos quedaba otro remedio, porque no podíamos ni queríamos quedarnos afuera. Porque estábamos formando nuestras familias (a veces más de una vez), porque los chicos nacían y crecían y había que vestirlos y educarlos. O había que darle una mano a nuestros viejos y había que seguir yendo para adelante. Contra todo y a pesar de todo.
En ese tránsito, pasó la vida y nos vinimos grandes para la mirada de los jefazos. Ni siquiera alcanzó con la pasión y el entusiasmo que, pese a todo, seguía fluyendo. Ni con la experiencia ganada a lo largo de tantas batallas. «Necesitamos talentos y conocimientos para el nuevo mundo» señala el texto con el que Clarín anunció el domingo pasado el penúltimo cambio en la organización de su redacción (nadie asegura que no haya algún otro pronto). Ahí está la clave. Nosotros venimos de otros tiempos. Tenemos otros formatos mentales. Nos educaron para patear la calle, para ir a las fuentes, para estar en contacto directo con la noticia y sus protagonistas, para buscar siempre un dato más y una fuente mejor. Todo eso ya no vale. Lo que sabemos hacer mejor, ya no les sirve a las empresas. Lo desprecian.
Ahora rigen los memes, hay que buscar la noticia en las redes sociales y en los paneles gritones de la tele, hay que saber viralizar videos y titular de modo tal de generar clicks, aunque detrás de esos clicks no haya nada. Las empresas quieren jóvenes con otras cabezas que sepan moverse en esos mares agitados. Y que, de paso, no tengan mucha conciencia gremial, no hagan demasiadas preguntas y en lo posible no estén afiliados a ningún gremio, no vayan a ninguna asamblea y a ninguna marcha y desde luego, no hagan nunca un paro. Nos corren por viejos, dicen que somos renuentes a los cambios. Eso dicen. Y es mentira, Pero ni siquiera la mentira se la llama más así. Ahora le dicen «fake news». Y son expertos en publicarlas.”