Latinoamérica la región con mayor tasa de femicidios
En Latinoamérica cada día mueren asesinadas nueve mujeres. Y esta terrible cifra puede ser solo la punta del iceberg. En el caso de México, menos del 10% de los delitos se denuncia, muchos Estados ni siquiera cuentan los feminicidios y las incluyen en el cómputo general de los homicidios. En Colombia ocurre algo similar, la cifra de víctimas se reduce a niveles europeos cuando registran solo aquellos casos en los que el agresor era una pareja. En Argentina, del total de mujeres asesinadas en 2017, menos de un 10% había puesto una denuncia. Los datos oscuros de la violencia de género planean sobre una región que ya es lo suficientemente mortal y se ha convertido en la zona más peligrosa del mundo para las mujeres.América Latina es el lugar más letal para ellas fuera de una zona de guerra, según ha señalado ONU Mujeres. Las cifras que registra el organismo advierten de que en 2017 murieron 2.559 víctimas de la violencia machista. Aunque este informe no incluye a México ni a Colombia. Las dificultades para homologar los datos entre los diferentes países, incluso entre las entidades de un mismo país, complica el diagnóstico.
En el caso de México, en 2017 murieron asesinadas 3.430 mujeres —nueve al día—, pero de esos casos, solo 760 fueron investigados como feminicidio. En parte, porque en algunos Estados ni siquiera está tipificado este delito. En Colombia, durante ese mismo año se contabilizaron 1.002 asesinatos a mujeres—casi tres al día—, pero solo 144 se consideraron como violencia de género, pues el agresor había sido su pareja o expareja. El país no ha difundido las cifras del resto de casos.
En la región, los países que concentran los índices más altos de violencia machista se encuentran en Centroamérica. Así El Salvador figura con la mayor tasa de feminicidios por cada 100.000 habitantes, 10,2 (345 casos); seguido de Honduras, con un índice de 5,8; Guatemala y Nicaragua.
El silencio de las víctimas argentinas
Cada 31 horas en promedio, una mujer es asesinada por el hecho de ser mujer en Argentina, una cifra que no disminuye a pesar de la gran movilización social. El año pasado se registraron 292 feminicidios. En los primeros seis meses de 2018, ha habido 139 víctimas fatales, según el Observatorio de Feminicidios del Defensor del Pueblo de la Nación. Y en la última década, estos crímenes dejaron a 3.378 menores de edad huérfanos de madre, de acuerdo a los datos de la ONG Casa del Encuentro.
En 2017, 86.700 mujeres denunciaron algún caso de agresión física o psicológica en Argentina. Fue el primer dato del instituto de estadísticas oficial para intentar conocer la magnitud de la violencia machista, que comenzó a visibilizarse de forma masiva en 2015 con el movimiento Ni Una Menos contra los feminicidios. Ocho de cada 10 agresiones son perpetradas por parejas o exparejas de la víctima y las mujeres suelen tardar mucho tiempo en denunciar. El 23,1% dijo que su maltrato duró más de 10 años y casi la mitad de ellas lo soportó entre 1 y 5 años.
El Gobierno y organizaciones no gubernamentales han puesto en marcha campañas para que adolescentes y mujeres sepan identificar una relación violenta, desde las primeras señales, como aislamiento e invasión de la intimidad, hasta abuso sexual y violencia física y psicológica. También se han abierto más comisarías de la mujer y se han impartido cursos de perspectiva de género tanto para personal policial como judicial. Aún así, gran parte de la violencia machista queda fuera del radar institucional: de las 292 mujeres asesinadas en 2017, menos del 10% había puesto una denuncia.
Las autoridades argentinas creen que la mayoría de abusos sexuales tampoco son denunciados y menos aún en el caso de menores de edad, cuando el delito ocurre casi siempre puertas adentro. Las estadísticas del Ministerio de Justicia muestran que en los últimos quince meses hubo 2.094 niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual. Para los especialistas, es una ínfima parte de lo que sucede en realidad.
La impunidad en Colombia
La justicia en Colombia tiende a culpar a las mujeres o a no creerlas, y a excusar a sus agresores, cuando enfrentan casos de violencia de género, de acuerdo con los expertos. «Lo más importante es poner fin a la cultura de la impunidad», ha enfatizado la jefa de ONU Mujeres en el país, Ana Guezmes. Según un estudio de la Fiscalía de ese año, la impunidad en la violencia contra la mujer ha llegado a ser hasta del 96%.
El recordado caso de Rosa Elvira Cely, quien murió en 2012 en circunstancias de extrema violencia, violada y empalada en el Parque Nacional de Bogotá, movilizó al país y suscitó un debate que ha perdido impulso. Aunque en 2015 se expidió una ley que busca definir y castigar el feminicidio como un delito específico, las cifras se encuentran dispersas, y muchas veces se contradicen, al momento de atribuir un crimen a la violencia de género.
Solo una de cada 10 mujeres asesinadas había denunciado antes violencia doméstica, señalan fuentes de la Fiscalia. Al estallido del movimiento Me Too lo precedió en varios años una campaña en el país andino para que las víctimas de violencia sexual alzaran la voz y denunciaran las agresiones. Luego de haber sido secuestrada, torturada y violada por paramilitares cuando realizaba una investigación en una cárcel en las afueras de Bogotá, la periodista Jineth Bedoya lanzó en 2010 No es hora de callar.
Pese al acuerdo de paz que el Gobierno selló a finales de 2016 con la exguerrilla de las FARC, el problema se ha visto históricamente agravado por un conflicto armado en que guerrillas, paramilitares y agentes estatales se enfrentaron durante más de medio siglo. Más de 15.000 personas fueron víctimas de violencia sexual solo en ese contexto, según el informe La guerra inscrita en el cuerpo, del Centro Nacional de Memoria Histórica. El cuerpo de las mujeres —el 91,6% de esos casos— terminó muchas veces convertido en el botín de los combatientes.
En un contexto más general, hasta 400.000 mujeres fueron asesinadas en el marco del conflicto armado y más de 2.700.000 sufrieron desplazamiento forzado entre 1995 y 2011, según datos oficiales recogidos por ONU Mujeres.
Colombia también se hizo tristemente célebre a comienzos de esta década debido a que las mujeres sufrieron recurrentes ataques con ácido, atentados que dejaban víctimas desfiguradas. Una de esas víctimas, Natalia Ponce de León, se convirtió en un símbolo y prestó su nombre para una ley de 2016 que presionó a la justicia para castigar a los responsables.
La pareja es la que mata en México
En México, la mayoría de las mujeres casadas o con novio ha sufrido algún tipo de violencia machista, según la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística presentada estos días. Esto supone un 64% de los casos. Más de 12 millones de mujeres que soportan el terror en el interior de sus casas, en la intimidad de su relación. Y la cifra más alarmante: alrededor de ocho millones han sido asfixiadas, cortadas, quemadas, han sangrado por problemas nerviosos y han reconocido padecer depresión. Además, hay otros cuatro millones de mujeres a las que ya han intentado asesinar o ellas han reconocido plantearse el suicidio. Pero la impunidad en México pesa demasiado y este es uno de los motivos por los que menos del 10% de los delitos se denuncia, señala el organismo.
El delito de feminicidio, así como el de homicidio, pertenece al fuero local de cada Estado. Y todavía hay entidades que no lo reconocen en su código penal, como Chihuahua y Nayarit; y otros, como Aguascalientes, Baja California Sur y Querétaro que no tipificaron ni uno en 2017, aun y cuando está definido en sus respectivos códigos y sí registraron homicidios de mujeres.
Conocer las cifras reales de asesinatos contra mujeres por el hecho de serlo se complica en uno de los países más violentos para ellas. La estrategia nacional se ha basado en decretar alertas de género en los municipios más peligrosos, como Ecatepec (Estado de México), que se colocó en el centro del huracán hace un mes tras la detención de un presunto asesino serial de mujeres. Pese a las alertas, muchas organizaciones denuncian que los homicidios contra ellas no han cesado: desde que en 2015 se implementara la alerta de género en ese Estado, los feminicidios han aumentado un 14%, según las cifras del Instituto Nacional de Estadística.
Mientras que los índices de homicidios generales en México han aumentado y disminuido en los últimos 20 años, a las mujeres las siguen matando igual. En los años en los cuales los asesinatos a hombres caían a mínimos históricos —hasta 2007, para luego dispararse a partir de 2008 por la guerra contra el narco— las cifras de mujeres asesinadas se mantenían con pocas variaciones. Es por ello que no se puede relacionar directamente el aumento de violencia en el país con los crímenes de género. No son una cifra más de la violencia, es una epidemia que no ha dado tregua a la mitad de la población.