La recesión en la economía y los precios
Uno de los debates más antiguos de la macroeconomía refiere a cómo reacciona el sistema ante una caída repentina de la demanda agregada. En términos simples, una menor demanda del público puede reducir los precios, reducir la producción, o cualquier combinación de ambas posibilidades.
Los que defienden la idea de que la economía se autorregula eficientemente afirman que en un contexto sin distorsiones (sin intervenciones excesivas del Estado) lo más natural es que el sistema responda con una baja de precios y con una producción que permanece inalterada. El mecanismo presunto es que ante las menores ventas los productores reducirán suficientemente los precios para evitar perder mercado. Con suerte, tras los ajustes la demanda se enfrentará, entonces, con precios menores y podrá recuperar su gasto en cantidades de bienes a un nivel similar al que ejercía antes de la caída inicial. Si la baja de precios se produce con suficiente rapidez y todo va bien, las firmas mantendrán su producción y la actividad no sufrirá.
La teoría tradicional reconoce que este ajuste automático no siempre sucede como es deseado. Por ejemplo, si los precios no bajan lo suficiente en el corto plazo, se podría sufrir una recesión transitoria. Y si la intromisión del gobierno no permite ningún ajuste de precios, entonces la recesión podría continuar. En este marco conceptual, la menor demanda reduce la producción únicamente cuando los precios se mantienen “demasiado quietos”. Si los precios son flexibles, por tanto, mayor es la chance de evitar la recesión.
Las consecuencias de un sistema en el cual los precios no se corrigen automáticamente han sido investigadas por el economista sueco Axel Leijonhufvud, quien plantea que en ocasiones los ajustes por cantidades llevan a un continuo deterioro de la situación económica, porque se refuerzan: la menor demanda reduce la producción, lo que reduce el empleo, lo que vuelve a reducir el gasto, y así sucesivamente. Cuando el sistema ingresa en esta lógica, las correcciones de precios poco ayudan para sacar a la economía de la recesión, y puede transformar se en una depresión como la que ocurrió en los años ’30 (y en 2009 si no hubiera sido por una reacción fiscal tan decisiva).
Argentina está transitando una recesión que en principio parece consecuencia de una brusca reducción de la demanda agregada debida a una devaluación del peso que redujo el salario real, y a las políticas contractivas en marcha. En tanto la menor demanda impactó de lleno en la actividad, vale preguntarse qué ha pasado con el sistema de precios. ¿Se quedaron en nuestro país los precios “demasiado quietos” como indica la teoría? Algunos economistas han sugerido incluso que “un poco de inflación” podría propiciar una mayor movilidad de los precios y así permitir que la economía recupere rápidamente el pleno empleo de los recursos. La inflación sería como el “aceite” que contribuye a la flexibilidad de todo el sistema.
Desde luego, sugerir que en Argentina actual los precios no han corregido la recesión por mantenerse “fijos” parece un desatino, pues es obvio que en esta economía nada cambia más que los precios. Pero si los precios son tan flexibles, ¿por qué la economía no ajustó automáticamente y persiste la recesión? La confusión de la economía tradicional surge de asumir que con una inflación moderada a moderada-alta los precios siguen cumpliendo bien con su función. Pero lo cierto es que en una economía con inercia inflacionaria los precios no responden ante la demanda insuficiente, y dejan de cumplir con su función de señalizar las decisiones reales de los agentes. En un régimen inercial, los precios pasan a ser una mera referencia de unidad de cuenta de la economía y manifiestan el ajuste nominal de los precios para quedar en línea con los costos.
Esta visión, quizás por haberse desarrollado en países donde la inflación inercial casi nunca existió, es incompleta. En lugar de hablar de “precios fijos”, la teoría debería referirse más en general a la inefectividad en el funcionamiento del sistema de precios. El sistema no funciona cuando los precios no varían nada, ni cuando varían demasiado, porque en ninguno de los dos casos transmiten información clara. En Argentina predomina el segundo caso, y por eso cada caída en la demanda agregada, aun con precios perfectamente flexibles, representa una inevitable recesión de la cual hay que salir mediante la activación de la política económica.
Fuente: El Economista