Ser nación o apéndice
Argentina necesita un gran acuerdo nacional para salir de la crisis y proyectar un próspero futuro.
Por Guillermo Alamino
Revista debates
La carencia de una Política Nacional nos ha llevado a ser una neocolonia de las multinacionales y adoptar modelos económicos externos. Recuperar lo propio, fomentar la participación del pueblo en las instituciones del Estado y controlar nuestros bienes comunes es necesario para ser una verdadera Nación.
La capacidad destructiva de nuestra dirigencia nacional tiene pocos precedentes en la región y el mundo. México no privatizó su petróleo a pesar de haber firmado el NAFTA con Estados Unidos y Canadá, y Chile mantuvo el control sobre el cobre (con Codelco) pese a las constantes adhesiones a los Tratados de Libre Comercio.
En cambio, Argentina entregó su patrimonio y desmanteló su industria como ningún otro país. “Achicar el Estado es agrandar la Nación” resume la idiosincrasia de quienes han promovido el desguace de lo público. Desde los ferrocarriles hasta el petróleo, desde los casinos hasta las taxis (con Uber) y el mercado minorista (hipermercados), están siendo víctimas de los grupos económicos. Los pequeños empresarios agonizan mientras las grandes fortunas se agrandan sin límite alguno.
El capital del Estado fue dilapidado y repartido a sociedades privadas en los 90, que lucran con las compañías construidas por el pueblo argentino. Se trata de empresas que obtienen ganancias sin arriesgar capital, fruto de las privatizaciones. Los servicios públicos, aeropuertos, rutas, recursos naturales, puertos, entre otros son explotados por firmas y monopolios privados (algunas nacionales y otras transnacionales) sin control público y muchas veces subsidiadas por los gobiernos.
En consecuencia, los negocios se adueñaron del Estado y la gente sufre las secuelas de esta “impericia”. Tarifas exorbitantes, una inflación desmesurada y la subordinación del Gobierno a los mercados continúan empobreciendo al país y concentrando la economía en pocas manos. Según la Fundación de Investigaciones Políticas y Sociales, las 500 empresas más grandes del país concentran un 23,2 % por ciento del producto bruto/valor agregado. La estructura económica y su andamiaje legal es neoliberal, y los Kirchner y el macrismo no lo han modificado.
A pesar de esto, quedan esperanzas para retomar la idea de un proyecto de Nación y rescatar los bienes públicos. Hace pocos días, la Fábrica de Aviones de Córdoba entregó tres aeronaves argentinas a las Fuerzas Armadas. El Astillero Río Santiago continúa funcionando y resistiendo a los continuos embates que procuran su desguace, y el INVAP es un ejemplo en el mundo en la producción de satélites y reactores. Las capacidades y recursos humanos están disponibles, sólo falta una decisión política. No es necesario comprar aviones a Francia o trenes a China como el Gobierno nacional promueve, ya que Argentina tiene una vasta experiencia en la elaboración de estos productos. Sin embargo, desde la última dictadura hasta la actualidad el neocoloniaje le ha ganado a lo nacional.
Por eso, el Estado debe convocar a la construcción de un modelo argentino acorde a nuestras demandas. Un esquema que contemple la distribución de la riqueza, la administración de los recursos naturales y la determinación de lo que produciremos. Algunos no lo creen posible por la falta de grandeza de las conducciones políticas de estos últimos tiempos. Si Argentina perpetúa la dilapidación de sus riquezas será imposible acabar con las constantes crisis. El acuerdo nacional se establecerá por grandeza o necesidad de los gobernantes ante la posibilidad de un estallido social.