Las escuelas que vidal no pudo cerrar
“Ustedes tienen derechos que hay que defender y para los que hay que luchar, y por eso su escuela hoy está abierta: gracias a su directora, a sus padres y madres, a las docentes que reclamaron, y gracias a ustedes que también lo hicieron desde su lugar”. El secretario general de Suteba, Roberto Baradel, les hablaba a los alumnos de la escuela 13 del arroyo Paycarabí, en el Delta de San Fernando, uno de los establecimientos que el gobierno de la provincia de Buenos Aires quiso cerrar, pero luego dio marcha atrás por la reacción de la comunidad isleña. Un grupo de dirigentes del sindicato docente y de ATE San Fernando visitó dos jardines y dos primarias de las islas, en un reencuentro con las docentes y directoras con las que llevaron adelante el reclamo codo a codo durante febrero y marzo, hasta que lograron que ninguna escuela fuera cerrada. El encuentro, esta vez, fue con los guardapolvos puestos y con las aulas llenas de chicos y chicas. La EP 13 Fragata Sarmiento fue fundada en 1906 en el arroyo Paycarabí, una ramificación sinuosa del Río Paraná de las Palmas que lo conecta al norte con el Paraná Mirí, a través del Paycarabaicito, su desembocadura más angosta. El viaje que hacen todos los días las docentes y la directora, Silvia Plot desde la Estación Fluvial de Tigre es de al menos dos horas.
La directora Plot recordó que el 31 de octubre del año pasado recibieron la visita del ministro de Educación bonaerense, Gabriel Sánchez Zinny. “Vino un grupo de funcionarios, nos trajeron unos regalos, unos palos de hockey muy lindos para educación física y otras cosas para el jardín. Recorrieron la escuela, sacaron fotos, nos preguntaron puntualmente qué necesitábamos en materia de infraestructura y nos dijeron que lo iban a solucionar”, contó. El único pedido que le hicieron entonces fue “un potabilizador de agua”, debido a que, según ella, “la escuela está en condiciones”. “Ellos se fueron contentos y nos felicitaron por la escuela que teníamos, por cómo la teníamos y por el trabajo que hacíamos”, agregó.
Pero el 14 de febrero se enteraron de que la escuela iba a cerrar. “Nos llegó la información, sin ninguna explicación. Volví a verlo a Sánchez Zinny en La Plata en una reunión y le pregunté qué le había pasado desde el día de la visita hasta el 14 de febrero, y no me dio ninguna respuesta”, señaló Plot. Unos días después se enteraron del motivo del cierre, el mal estado del muelle. “El muelle estaba recién arreglado y pintado. Los mismos funcionarios bajaron en el muelle nuevo. El problema había sido meses antes y lo solucionamos entre los vecinos y el municipio de San Fernando”, aseguró Plot.
La directora recibió a la delegación de Suteba con el primer acta de estudiantes inscriptos, de 1906. Mostró las páginas ocre, que alguna vez fueron blancas, con las listas, año por año, de todos los alumnos que pasaron por la escuela. “Si te fijás muchos apellidos se repiten, y son los mismos hasta hoy. Son generaciones y generaciones de familias que estudiaron acá”, remarcó Giménez. El maestro de música dijo que estaba “muy contento de haber empezado las clases. Cuando me enteré del cierre me angustié mucho porque yo toda la vida trabajé en islas y mi esposa también. Ella da clases en otra escuela, pero nos encontramos a la tarde en Tigre y volvemos juntos a casa”.
“El cierre de las escuelas era un ataque profundo a la comunidad”, aseguró, por su parte, la secretaria general de Suteba San Fernando, Vanesa Zaffaroni. Cuando se inició el conflicto, la docente y las directoras elaboraron un mapa con todas las escuelas del Delta de San Fernando, en donde ubicaron las casas de todos los chicos y chicas, y los trayectos que deberían hacer en caso de ser reubicados. “Muchos chicos, de jardín y del primario, iban a tener que viajar dos horas de ida y dos horas de vuelta hasta las escuelas. Una chica de jardín, por ejemplo, iba a salir de su casa a las 7 de la mañana e iba a volver a las 5 de la tarde. Tenía más horas de viaje que de clase”, detalló.
Zaffaroni sostuvo que pudieron lograr que las escuelas no cierren principalmente por la lucha de la comunidad isleña. “Lo que nosotros vimos fue la fuerza de la comunidad. La medida iba más allá de la escuela. Cuando vinimos acá por primera vez y empezamos a entablar una relación con los padres y con las mamás, nos dimos cuenta de que por la escuela pasa la vida social de la comunidad. Vimos que cerrando la escuela se cerraba toda la comunidad”, señaló.
La siguiente escala del recorrido fueron las escuelas del arroyo Caracoles, las últimas que las comunidades educativas lograron mantener abiertas. En el muelle esperaba Amelia Torrilla, la directora. La última vez que PáginaI12 había ido a la escuela fue el día en que Torrilla comunicó a los familiares que, luego de una reunión en el Consejo Distrital, le habían confirmado el cierre. La directora estaba ahora con el guardapolvo puesto y con otra cara : “Estoy muy tranquila y contenta, disfrutando todos los días. Estamos con muchísimo trabajo; como en febrero y marzo nos ocupamos de que la escuela no cerrara, no pudimos planificar el inicio de clases”, contó. También estaba Griselda Cánepa, la auxiliar de 65 años, que hizo el primario en la escuela y volvió al establecimiento a trabajar después de terminar el secundario en el continente.
“La decoración la hicimos a las apuradas cuando nos enteramos de que íbamos a empezar las clases”, apuntó Torrilla, cuando acompañaba a la delegación hacia el edificio. Un afiche color verde le daba la bienvenida a los chicos; debajo los alumnos pegaron dibujos de las escuela y de las lanchas. “Caracoles no se cerró”, decía uno de los dibujos, con una lancha y una bandera argentina en la popa.