Marchar juntas y gritar
Crónica de un encuentro hacia el Encuentro Nacional de Mujeres
El Encuentro empezó apenas llegué a la terminal a las apuradas el viernes 13 a las 3 de la tarde. Como varias de las que estábamos allí, había metido un poco de ropa a las apuradas cuando salí de trabajar. De uno de mis trabajos.
Guillermina Cortés Sarasúa
Vi tantas mujeres que lo primero que pensé es que no íbamos a entrar en un colectivo, efectivamente salían tres, sólo en representación del Movimiento de Mujeres, en el cual viajaban Amas de Casa, chicas del Foro No a la Trata, mujeres de la Corriente Clasista Combativa, gremios docentes, chicas Trans e independientes. De otras agrupaciones y orgas feministas salieron unos cuantos colectivos más.
Viernes 13 no te cases ni te embarques ¿o eso era los martes?. No importa. Lo de casarnos no estaba en los planes, pero si lo de embarcarnos en alrededor de 22 horas de viaje hasta llegar a Resistencia, Chaco, la sede elegida para este Encuentro.
Lo de Resistencia estuvo sonando en el aire desde que nos fuimos, y cuando volvimos, muchas habíamos convertido esta idea volátil en carne. Resistencia: te venimos haciendo carne en cada encuentro.
Y empezás a conversar sobre cual taller vas hacer, lees una lista con más de 40 opciones, vas viendo el mapa de la ciudad, tratando de ubicar las escuelas, facultades e institutos adonde se realizan los talleres. Pensás en lo lindo de que allá haya río, y te vas acercando kilómetro a kilómetro a un paisaje más verde. Nosotrxs, mujeres del desierto, en búsqueda de humedad.
El colectivo es conducido por dos choferes varones que se quejan cuando las paradas “técnicas” se hacen largas. Largas como las filas en los baños de cada estación.
En el bondi suenan románticos internacionales doblados al español, onda Roxette, Elton Jhon y Bryan Adams. Estos sonidos de baladas se mezclan, desde la mitad del colectivo hasta el fondo (donde yo me ubico) con todo tipo de cumbias y cuartetos reproducidos desde un celular. Es como una guerra de canciones y siento que si esto va para largo (que va para muy largo) me va a explotar la cabeza.
Comienza a atardecer tipo 19 y empiezan a ofrecer “cafecito” en grandes vasos plásticos con hielo. La fiesta comienza, unos tragos de fernet para relajar y el micro se transforma en una especie de barra móvil. Algunas duermen, otras leen, otras son otras y hacen lo que les pinta, porque de esto se trata el viaje. De amigarse con la otredad.
El colectivo hace una gran parte de la ruta a no más de 50 Km por hora y empiezo a pensar en cómo le van a “meter pata” por la noche para recuperar esos kilómetros de relax. Me asusta. Poco tiempo después, y ya circulando a un promedio de 80 Km/hora, recupero la esperanza y el dinamismo. Entonces saco mi libreta y me dispongo a comenzar esta crónica.
Nunca fue mi fuerte dormir en cosas que se mueven, así que pasé la noche escuchando los ronquidos de algunas señoras con graves problemas respiratorios y me lamenté como nunca haber olvidado cargar música en algún dispositivo electrónico.
La Vanesa, la Betiana, la Juanita, la Betty, la Paulina, la Mariana, la Noe, la Lety, la Katha, la Perla, la Flor, las todxs, las varias, las 45 más que venían en el colectivo y las más de 60 mil que nos esperaban en Chaco. Acá íbamos encontrándonos hasta el encuentro.
Alguien contó por el fondo que su papá lloraba al despedirla para este viaje, yo pensaba que no era para tanto, que sólo son tres días, ¿no? Quizás tenía miedo de lo que muchos dicen de los Encuentros, sobre todo lo que publica la prensa. O quizás había escuchado lo que yo cuento cada vez que vuelvo de un ENM, y es que ya no soy la misma. Tal vez tenía miedo de perder a esa hija-niña-mujer que conocía. Valido sus razones de llanto. Y brindo con un trago de fernet por la existencia de aquellos hombres sensibles.
La chica agregó que le daba pena irse justo para el día de la madre. El ENM era extrañamente coincidente con el día de la madre este año, y con mis compañeras de viaje hablamos mucho sobre el sentimiento de culpa de dejar a los hijos unos días. Otras…felices, muy felices de poder “escaparse” un rato. No soy madre, pero muchos de ustedes seguramente habrán escuchado este tipo de conversaciones que reproduzco. Unas culpa, otras alegría. Ambas madres, ambas mujeres.
Les dejo una imagen que encontré en las redes y que representa lo que pensé y pienso en relación a este tema.
“Ya son las 7” dice una piba, y comienzan las especulaciones sobre la hora de llegada. Se hace largo. Alguien más saca una mandarina y el olor se expande cual bomba atómica por todo el colectivo.
Veo el martillo para romper vidrios en casos de emergencia y pienso cuantas ventanas deberemos animarnos a romper todavía quienes vivimos en constante emergencia sin que muchos se den por enterados. Recuerdo la frase que elegí para mi taller literario: “Yo no tengo una emergencia, yo soy la emergencia”, y sonrío quieta en mi butaca.
Tengo suficientes horas para seguir pensando y para reconstruir todos los talleres en los que participé años anteriores: Mujer y medios, Violencia, Trabajo Sexual, Mujer Latinoamericana, Mujer y adolescencia, Mujer y Política, y varios más.
Pienso que quizás lo que más me atrae del ENM es aquello que no soy, pero que podría ser, aquello que podría pasarme pero no me pasó. Me conmueven las historias compartidas. Las identidades femeninas en construcción constante me fascinan, me atraen y me conquistan el cuerpo y las ideas.
Intensos. Quizás esta es la mejor palabra o sensación para definir los ENM. Pero me quedo corta, lo sé. Es tan variada la manera de participar en estos espacios. Son una combinación explosiva de política, arte, turismo y amor diverso que me encanta.
¿El corazón? Los talleres. ¿El motor? La marcha ¿Las razones? Sobran
En Chaco fuimos alrededor de 60 mil. Hubo una fuerte impronta de mujeres pertenecientes a pueblos originarios que considero que continuará el año próximo en Chubut. Sí, porque se eligió a la Patagonia como la próxima sede. Estuve en el Estadio en el momento de la elección y volví a creer en esta herramienta hermosa e imprecisa denominada “aplausómetro”. Venían cantando (o soplando) que iba a ser La Plata, pero las palmas, los gritos y los aullidos decidieron que el año próximos seremos lobas, lobas marinas aullando en Puerto Madryn.
Quizás como esta historia que cuento brevemente sea cada colectivo que viaja hacia el Encuentro Nacional de Mujeres. Con una Perla que participó en casi 30 Encuentros de los 32 y con una Mariana que va por primera vez. En un mismo colectivo, encontradas hacia el Encuentro.
¿Para qué? Para vernos, abrazarnos, discutir sobre lo que nos pasa, reconocernos gordxs, trans, putas, monjas, madres, lesbianas, o lo que queramos ser. Para marchar juntas y gritar que no estamos dispuestas a soportar más ningún tipo de violencia.
¿Por qué? Porque queremos encontrarnos. (Se nos da la gana). Porque estamos vivas y en movimiento. Porque queremos vernos y que nos vean. Porque estamos hartas de que nos digan cómo quieren que vivamos, seamos, amemos o pensemos. Porque nuestro cuerpo es nuestro territorio y tienen que entender que nosotras decidimos. Porque hemos logrado muchas cosas encontrándonos. Y porque los encuentros son viajes, y los viajes son geniales.
Fuente: Vaconfirmamendoza.com.ar