La Brecha Salarial
Los estándares laborales marcan distancias entre dos delegaciones que, sin embargo, quieren unir sus fuerzas frente al proteccionismo de Trump.
Diario El PAIS
IGNACIO FARIZA
México y Canadá han llegado de la mano a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). Tras unas primeras semanas de presidencia de Donald Trump plagadas de amagos por el lado canadiense, que llegó a barajar la posibilidad de explorar la vía bilateral en detrimento de la actualización de un tratado con casi un cuarto de siglo de antigüedad, las delegaciones de ambos países participan de una agenda común en la segunda ronda de conversaciones, que se celebra hasta el próximo martes en la Ciudad de México. El abrazo de la ministra de Exteriores canadiense, Chrystia Freeland, con el titular de Economía mexicano, Ildefonso Guajardo, en el pistoletazo de salida de las negociaciones, hace 15 días en Washington, daba fe de ello. Pero, no todo es sintonía y buenas palabras: un asunto, la brecha salarial y el supuesto dumping social del país latinoamericano con sus compañeros de viaje en el TLC, han abierto una brecha entre ambos países.
El jefe del mayor sindicato canadiense, Jerry Dias, ha aprovechado todas sus intervenciones desde que llegó a la capital mexicana para cargar contra la contención salarial aplicada por los sucesivos Gobiernos mexicanos desde la firma del tratado, en 1994. «[México] de alguna forma tiene que mantener a sus ciudadanos en la pobreza para generar empleos. Es un sinsentido y es indignante», ha repetido en los pasillos del hotel en el que se celebran los encuentros entre las tres delegaciones. «No entiendo el argumento de que tenga que oprimir a sus ciudadanos para estar mejor».
Aunque Dias solo asiste en calidad de acompañante del Gobierno canadiense —como lo hacen, del lado mexicano, decenas de empresarios—, su posición, algo suavizada, goza de predicamento dentro del Ejecutivo canadiense, que ve en la renegociación la oportunidad de hacer del TLC un tratado «mucho más progresista». Y la postura del sindicalista más poderoso del país es escuchada atentamente por el Ejecutivo de Justin Trudeau.
El Gobierno mexicano, en cambio, se ha mostrado contrario a que la cuestión laboral esté sobre la mesa en la renegociación del TLC. Pese a tener uno de los salarios mínimos más bajos de América Latina —y, por supuesto, incomparablemente inferior al de Estados Unidos y Canadá, países con una renta per cápita y unos niveles de productividad mucho más altos—, y haber tenido el salario medio por hora prácticamente estancado en las dos últimas décadas, el mercado de trabajo, sostienen del lado mexicano, no debería estar en discusión.
Los empresarios del país latinoamericano tampoco quieren ni ver este tema. «México no puede meterse en el tema laboral de Estados Unidos o de Canadá. Y lo mismo les pedimos: que no se metan en estos temas», ha afirmado Bosco de la Vega, el presidente de la patronal agropecuaria. «La negociación es comercial, no laboral», agrega a EL PAÍS un empresario que acompaña al Gobierno de Enrique Peña Nieto (PRI) en las conversaciones.
«México no quiere presiones externas en esta cuestión; no quiere ceder soberanía», resume Ignacio Martínez, coordinador del Laboratorio de Análisis de Comercio, Economía y Negocios de la UNAM y miembro del comité de sabios que asesora al Gobierno en la renegociación. «Sin embargo, lo que Canadá está proponiendo incluso podría incrementar la productividad en México», opina Martínez.
A cambio de mantener los salarios bajos, no solo frente a EE UU y Canadá sino frente a países muy volcados en las manufacturas, como China, en las tres últimas décadas México ha logrado atraer a su territorio cada vez más etapas de la cadena productiva de industrias como la automovilística o la electrónica. Y ha fortalecido el modelo maquilador en la frontera con EE UU.
Tanto el tema laboral como los otros tres asuntos que más divergencias han abierto entre los socios norteamericanos —las reglas de origen, que fijan el contenido regional obligatorio de cada producto; el capítulo 19, que fija los mecanismos de resolución de controversias y la propiedad intelectual— se discutirán, según fuentes cercanas a las negociaciones, a partir del lunes, cuando Freeland, Guajardo y Wilbur Ross, el secretario de Comercio de EE UU, entrarán en liza. Pero no será hasta la siguiente ronda, dentro de 20 días en Ottawa, cuando se empiece a atisbar el primer boceto del nuevo tratado. «Ahí empezará la verdadera negociación; hasta ahora estamos en cuestiones importantes, pero técnicas», admite un asesor del Gobierno mexicano.